Ir al contenido
_
_
_
_

Los funcionarios franceses se movilizan contra la política de Macron

Huelgas y manifestaciones de los empleados públicos en varias ciudades francesas para protestar contra la "pérdida de poder adquisitivo"

Marc Bassets
Manifestantes enmascarados en una manifestación estudiantil este martes.

Y ahora los funcionarios. La resistencia de baja intensidad contra las políticas del nuevo presidente francés, Emmanuel Macron, continuó este martes con los empleados públicos. Desde profesores a personal hospitalario, el malestar de la clase funcionarial, pilar de la identidad republicana, se visualizó con manifestaciones y huelgas por todo Francia. Protestaban ante varias medidas que pueden suponer una pérdida de poder adquisitivo, entre otras desventajas. Macron no tiene ninguna intención de alterar sus planes.

La del martes es la mayor movilización funcionarial en una década. Al contrario que las protestas de septiembre contra la reforma laboral, esta congregó a todos los grandes sindicatos, y en sectores diversos de los 5,4 millones de funcionarios franceses. Pararon la mitad de los profesores y educación primaria, y se suspendieron el 30% de vuelos. Se esperaban decenas de miles de manifestantes en París y otras ciudades francesas, donde se celebraron 130 manifestaciones.

El otoño caliente que supuestamente aguardaba al presidente, elegido en mayo, está siendo menos agitado de lo esperado. Macron mantiene las reformas, incluso recupera popularidad tras la caída en verano, y la oposición, tanto en el Parlamento como en la calle, se revela demasiado débil para forzarle a cambiar de rumbo. Esto no significa que las resistencias no existan. Desde principios de septiembre se han manifestado en Francia algunos sindicatos —no todos— contra la reforma laboral. También ha habido protestas de la oposición política bajo el liderazgo del exsocialista Jean-Luc Mélenchon, y de jubilados y transportistas.

Ninguna ha llegado a cuajar ni a ser suficientemente masiva ni ruidosa para influir en el Elíseo, pero las protestas de estas semanas revelan el malestar de un sector de Francia con un presidente dispuesto a remodelar el modelo francés, un modelo que ha dado un alto nivel de bienestar en este país desde la posguerra mundial. Han sido hasta ahora un goteo al que ahora se añaden los funcionarios, una parte considerable de la actividad económica nacional, además de ejercer un poder real, como grupo de presión, y posiblemente simbólico: los funcionarios son los trabajadores del Estado, indisociable de la idea de Francia y la república.

La queja de los sindicatos se centra en una serie de medidas técnicas pero que, alegan, acabarán erosionando su poder adquisitivo, y que les penalizan más que a otros grupos de empleados. Sostienen que la compensación prometida por el Gobierno para equilibrar el aumento de la CSG —un impuesto para financiar la protección social— será insuficiente para evitar una pérdida. También se oponen a la congelación de las remuneraciones. Y cuestionan la eliminación de la indemnización por el primer día de baja por enfermedad, medida que busca reducir el absentismo: ahora sólo recibirán la indemnización a partir del segundo día de baja. Finalmente, Macron quiere suprimir durante este quinquenio 120.000 puestos de funcionario. No se trataría de despidos sino de no renovar funcionarios que se retiren.

“El Gobierno no parece haber tomado la medida del malestar profundo que afecta a los funcionarios”, dijo al diario económico Les Échos Laurent Berger, secretario general de la CFDT, el sindicato mayoritario y moderado. “Los agentes sufren porque sólo se les ve como una carga presupuestaria y no como una riqueza”. Berger reprocha a Macron que durante la campaña prometiese a los funcionarios un aumento del poder adquisitivo y no lo hubiese cumplido. Jean-Claude Mailly, jefe del sindicato Fuerza Obrera (FO), denunció que las medidas del Ejecutivo obedecen a una “lógica de austeridad”. Ni la CFDT ni FO participaron en las manifestaciones de septiembre.

Con la reforma laboral aprobada, y los presupuestos en fase de debate parlamentario, el Gobierno del primer ministro Édouard Philippe prepara la siguiente fase de reformas, de carácter, en principio, más social. La nueva fase contempla cambios en el seguro de desempleo y mejoras en la formación profesional. Macron y su Gabinete afrontan la crítica de haberse encerrado en una burbuja que les aparta de las realidades del ciudadano de a pie, y de haber impuesto una política de derechas que les desconecta de una parte del electorado macronista, procedente del Partido Socialista. La movilización de los funcionarios fue una nueva prueba para Macron ante las presiones de la calle. No será la última.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en Berlín y antes lo fue en París y Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_