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La fiel clientela de una armería en Las Vegas

El tirador modificó varios rifles para que dispararan como metralletas y fueran más letales. Nevada es uno de los Estados más permisivos con la venta

La tienda New Frontier Armory, al norte de Las Vegas, donde compró el asesino. En vídeo, la portavoz de la Casa Blanca dice que están dispuestos a estudiar medidas.Vídeo: ETHAN MILLER (AFP) / REUTERS-QUALITY

Son las 14:30 en el Centennial Parkway, en el norte de Las Vegas. Varios adolescentes han salido de la escuela y andan hacia sus casas. Pasan, sin inmutarse, pasa por delante de New Frontier Armory, la tienda de armas en la que Stephen Paddock, el autor de la matanza de Las Vegas, compró parte de su arsenal. Los comercios de armas forman parte del paisaje de Estados Unidos. También los tiroteos masivos.

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Pero hay datos que marcan de manera especial la matanza del pasado domingo perpetrada por Paddock, un jubilado de 64 años que disparó contra los asistentes a un festival de música desde una habitación de hotel que ocupaba desde hacía varios días. No solo por ser el tiroteo más mortífero de la historia del país: 58 muertos —excluido el atacante, que se suicidó—, sino porque el autor utilizó muchísimas armas —tenía 23 en el hotel y 19 en su casa—, y modificó algunas de ellas para hacerlas más letales y lanzar ráfagas de disparos contra las víctimas. Y, además, porque su móvil aún es un misterio.

El comercio ha confirmado que Paddock compró legalmente a principios de año varias armas. “No estaban capacitadas para hacer, sin ser modificadas, lo que hemos visto”, asegura en un comunicado David Famiglietti, responsable de la tienda. El propietario, que declinó ser entrevistado, explicó a la cadena NBC que el asesino adquirió un rifle, que no era automático, y una escopeta que no estaba preparada para alcanzar blancos a tanta distancia.

Según los investigadores, el jubilado compró el resto de su arsenal en varios Estados y en Nevada, que tiene una de las leyes más flexibles para comprar armamento. Por ejemplo, no requiere de un permiso ni un registro del número de armas.

"Armas y Munición", reza un cartel en la entrada de la tienda
"Armas y Munición", reza un cartel en la entrada de la tienda Ethan Miller (AFP)

“Mis trabajadores siguieron todos los procedimientos y las leyes. Obviamente, no vendimos estas armas con la intención de que él las usara para hacer daño”, alega el propietario, que asegura haber recibido amenazas de muerte tras el ataque del domingo. “Sería lo mismo que culpar al Mandalay Bay por reservarle la habitación de hotel”.

La “América libre”

En la tienda New Frontier Armony, una decena de personas miraba y compraba armas el miércoles a mediodía. Hombres y mujeres, mayores y jóvenes. “Es un formulario muy simple”, le decía un empleado a una mujer que rellenaba el documento de antecedentes para poder comprar una pistola.

En la tienda se vende todo tipo de armas: revólveres por 400 dólares, rifles semiautomáticos por 800, y todo tipo de accesorios. Además, hay camisetas reivindicativas. “Segunda enmienda: Dios, armas y agallas hicieron libre a América”, reza el estampado de una prenda sobre el derecho a poseer armas, blindado por la Constitución.

Uno de los clientes es Mike Godina, de 34 años. Acaba de comprar una pistola de 500 dólares. Siempre lleva un revólver y tiene otras seis o siete armas en su casa. No recuerda la cifra exacta. Godina, que trabaja como contratista para el Gobierno y sirvió en el Ejército, combina una sensación de horror por la matanza con otra de resignación por la epidemia de violencia armada en EE UU, donde cada día mueren decenas de personas por disparos. “Algo tiene que hacerse, pero simplemente no sé qué exactamente porque el diablo está ahí fuera”, asegura.

El miedo atroz a ese diablo es lo que les lleva a él y a muchos otros a armarse hasta los dientes. El exmilitar nunca ha usado su arma como civil, pero no se fía: “Espero que nunca tenga que usarla, pero prefiero tenerla y no usarla que lo contrario”. Se calcula que en EE UU hay una proporción de nueve armas de fuego por cada diez ciudadanos. Es la más alta del mundo.

“Si quieren un arma van a conseguirla, es así de simple. No hay mucho que hacer, simplemente confiar en que haya más hombres buenos con armas que malos”, esgrime. Para su pareja, Nicole, que tiene dos pistolas, hay una lección clara que aprendió del tiroteo del domingo: “Es por eso mismo que siempre necesitas tu propia protección”.

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