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Singapur impone un cursillo antirradicalización a los empleados domésticos extranjeros

El Ministerio de Recursos Humanos pone en marcha esta medida tras dos nuevos casos de trabajadoras que planeaban unirse a ISIS en Siria e Irak

Además de recibir un curso sobre seguridad laboral, condiciones de empleo o gestión del estrés, a los asistentes domésticos extranjeros que quieran trabajar en Singapur se les añade ahora un módulo más para ejercer en este país del sudeste asiático: un programa antirradicalización que les indica cómo identificar y alejarse de posibles amenazas terroristas.

Agentes se protegen tras un coche después de un atentado suicida en Yakarta, cuyo autoría reclamó el ISIS, el 14 de enero de 2016.
Agentes se protegen tras un coche después de un atentado suicida en Yakarta, cuyo autoría reclamó el ISIS, el 14 de enero de 2016.Beawiharta (Reuters)

El curso explica las vías habituales de expansión de las ideologías radicales, tanto en la calle como en las redes sociales, y da pautas sobre qué hacer en caso de encontrarse ante situaciones “sospechosas” de lo más variopinto, según las experiencias de asistentes domésticos que recoge la prensa local. Estas pueden tratarse de comportamientos diferentes de sus allegados —como tendencias repentinas a aislarse o transformarse en creyentes fervorosos— hasta visitas inopinadas a casa o solicitudes de amistad de extraños en las redes sociales. En los dos últimos casos la recomendación es taxativa: ni abrir la puerta ni aceptar la instancia cibernética, ante el temor de que sean estafadores o proselitistas de grupos extremistas, y ponerse en contacto con la línea directa de la Policía destinada a estos asuntos.

“Pero nos advirtieron de que les rechazáramos de forma educada, que no fuéramos demasiado duros”, indicó al diario singapurense The Straits Times una mujer indonesia que se identifica como Lidia, tras cumplir con el seminario.

El programa fue puesto en marcha por el Ministerio de Recursos Humanos singapurense en junio, y se incluye en el curso preparatorio de un día que los trabajadores domésticos foráneos tienen que hacer desde 2015. La iniciativa ha surgido después de que desde enero las autoridades isleñas hayan descubierto dos casos más de asistentes “radicalizados”, que elevan la cifra total a nueve en los últimos dos años. Se trata de dos mujeres indonesias, una de 25 años y otra de 28, que tenían planes de viajar a Siria para unirse al Estado Islámico (ISIS) con sus parejas. Todos han sido repatriados a sus países.

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“Como en los casos anteriores, ambas eran seguidoras de ISIS que fueron radicalizadas por las redes sociales”, aseguró recientemente el viceministro singapurense de Asuntos Interiores, Desmond Lee.

Aunque la cifra es irrisoria en contraste con los 239.700 empleados domésticos extranjeros que trabajan en la ciudad-Estado asiática (la mayoría, unos 125.000 y sobre todo mujeres, de Indonesia, pero también procedentes de Filipinas, Sri Lanka o Myanmar, de acuerdo con datos oficiales de diciembre), la medida se enmarca en un contexto de alerta terrorista inédita en el sudeste asiático, lo que en un país súper controlado como Singapur equivale a extremar precauciones. La alarma se debe a la situación en Marawi (sur de Filipinas), donde grupos vinculados a ISIS luchan contra el Ejército filipino, y al temor de que yihadistas de la región que viajaron a Irak y Siria regresen tras las derrotas en Oriente Próximo.

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De este modo, además del cursillo previo, el Ministerio de Recursos Humanos ha anticipado que estará en contacto periódico con los trabajadores domésticos y que también se establecerán vías de comunicación con el Consejo Islámico y el Grupo de Rehabilitación Religiosa de la isla.

“Haremos más para sensibilizar a los trabajadores domésticos de los valores plurirreligiosos de Singapur”, añadió Lee.

Si bien el Gobierno singapurense defiende que el seguimiento a los empleados domésticos también busca favorecer su integración en el país, no ha tomado medidas sobre otras circunstancias que lo dificultan. Indonesia, Filipinas y Myanmar (Birmania) han prohibido en el pasado el suministro de trabajadores domésticos a Singapur alegando condiciones laborales abusivas. Reclaman que sus ciudadanos puedan vivir por su cuenta (actualmente tienen que hacerlo en casa de los empleados) y que se ajusten sus horas de trabajo y libren en festivos (muchos solo descansan, si acaso, un día a la semana). Su sueldo suele rondar los 500 dólares al mes, mientras la renta per cápita nacional es de cerca de 53.000 dólares, según el Banco Mundial, y sus derechos no están recogidos por el Acta de Empleo que regula la vida laboral en Singapur.

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