La excanciller Delcy Rodríguez preside la Asamblea Constituyente
Como exministra fue beligerante en la defensa del proyecto de Maduro ante la comunidad internacional
Delcy Rodríguez, la beligerante excanciller de Venezuela, fue elegida este viernes presidenta de la Asamblea Constituyente. Como ministra de Relaciones Exteriores, un cargo que ocupó hasta el 21 de junio pasado y que dejó para ser candidata, defendió con firmeza la iniciativa del Gobierno ante las numerosas críticas de la comunidad internacional. Es hija de Jorge Antonio Rodríguez, un líder de la Liga Socialista —donde militaba un joven Nicolás Maduro— que murió torturado en 1976 cuando la policía política de la época lo investigaba por su participación en el secuestro de un empresario norteamericano, y hermana de Jorge Rodríguez Gómez, alcalde del municipio caraqueño de Libertador. Es una de las personas con más poder en el círculo oficialista.
La excanciller pertenece al grupo chavista más vinculado a los negocios. En público mantiene un discurso más radical, pero en privado su postura es más suave. De hecho, Rodríguez y su hermano están más abiertos a las negociaciones y así se ha mostrado, por ejemplo, en las conversaciones para excarcelar a Leopoldo López y concederle arresto domiciliario (una medida que fue revertida esta semana) en las que ambos participaron.
"Juro por nuestra Constitución madre, juro defender a la patria de cualquier agresión o amenaza", expresó Rodríguez, de 48 años, al tomar posesión de su cargo, con una bandera venezolana y la Constitución en la mano. La Constituyente se instaló en medio de cuestionamientos por un supuesto fraude en las elecciones y el rechazo de la oposición y la comunidad internacional.
Rodríguez se despidió del Ministerio de Exteriores con las botas puestas: en plena Cumbre de la Organización de Estados Americanos (OEA) celebrada en Cancún (México), entre el 19 y 21 de junio. Allí mostró su tono más combativo al lanzar varios dardos a sus pares: al canciller de Costa Rica lo llamó "analfabeto político"; al de Perú, "perrito simpático"; a México le recordó el asesinato de periodistas o la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa; sobre la OEA dijo que maneja una agenda oculta que encabeza "de forma perversa Luis Almagro", el secretario general, a quien acusa de "promover la violencia en el país".
Las potencias latinoamericanas no pudieron con Venezuela en ese cónclave. La OEA sufrió un nuevo revés en su intento de condenar de manera unánime la actuación del régimen de Maduro. La declaración promovida por México y auspiciada por los principales Gobiernos de la región necesitaba 23 votos a favor para ser aprobada, pero solo contó con 20 aprobaciones, 5 votos en contra y 5 abstenciones. La entonces canciller, que asistió a la Asamblea en Cancún, pese a que había asegurado que nunca más regresaría a la OEA, celebró el resultado.
Venezuela había llegado con una delegación de casi 20 personas, la más numerosa. La presión fue total. Rodríguez, en su última misión como canciller, se vio con todas las delegaciones y consiguió una reunión con los países de la Comunidad del Caribe (Caricom) en pleno, algo que no se le concedió a México. El as bajo la manga de la diplomacia sigue siendo el petróleo.
El discurso de la flamante presidenta de la Constituyente fue similar al de su etapa de canciller: rechazó la "interferencia extranjera" y fustigó a Estados Unidos, que impuso sanciones a Maduro y otros 13 funcionarios, acusados de quebrantar la democracia, corrupción o violación de derechos humanos. "Imperio, salvaje y bárbaro, no te metas con Venezuela, que Venezuela jamás desmayará ni se entregará", expresó durante la ceremonia. "A la comunidad internacional, no se equivoquen con Venezuela. El mensaje está claro, muy claro: los venezolanos resolveremos nuestro conflicto, nuestra crisis, sin ningún tipo de interferencia extranjera, sin ningún tipo de mandato imperial", prosiguió Rodríguez. Antes, entre agosto de 2013 y octubre de 2014, fue ministra de Comunicación.
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