Juncker: “Es Turquía la que quiere unirse a la UE, no la UE a Turquía”
Los tres presidentes europeos censuran las acusaciones de nazismo del presidente turco contra Holanda
Turquía ha cruzado una línea roja en su relación con Europa. Las acusaciones de nazismo vertidas por el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, hacia Alemania y hacia Holanda por prohibir mítines de sus ministros en ambos territorios han tocado un punto extremadamente sensible para la Unión Europea. Los tres responsables de las grandes instituciones europeas se han unido este miércoles para censurar las palabras del líder turco, sumido en una creciente deriva autoritaria. “Estoy escandalizado por lo que se ha dicho desde Turquía. Nunca aceptaré comparaciones entre los nazis y los Gobiernos actuales”, ha resumido el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker.
La UE lleva tiempo molesta con la actitud del líder turco, un socio muy incómodo pero indispensable para mantener a flote el pacto migratorio firmado hace un año (y que en ningún momento ha incumplido). Pero las invectivas verbales de Erdogan se han acentuado con la proximidad del referéndum que celebrará en abril para intentar reforzarse aún más en el poder. Bruselas puede minimizar algunos acontecimientos internos turcos, pero salta como un resorte cuando se menciona el fascismo.
“Holanda es un lugar de libertad y democracia. Róterdam, la ciudad de Erasmo, fue brutalmente destruida por los nazis y hoy en día tiene un alcalde de origen marroquí. Si alguien ve nazismo en Róterdam es que está completamente fuera de la realidad”, ha subrayado el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, en una comparecencia ante el Parlamento Europeo en Estrasburgo. Tusk ha querido repetir su mensaje en holandés, con la mirada puesta en las elecciones que celebra hoy ese país fundador de la UE. Pese a la benévola descripción ofrecida por Tusk, los comicios se celebran en medio de una gran anomalía, con un candidato xenófobo y antieuropeísta como favorito (aunque con muy pocas opciones de gobernar).
La sesión de Estrasburgo estaba convocada para dar cuenta a los eurodiputados de la última cumbre europea, celebrada la semana pasada. Pero los tres presidentes comunitarios han querido incluir en sus intervenciones un toque de atención a Turquía. Incluso el de la Eurocámara, Antonio Tajani, que accedió al puesto en enero con la promesa de revertir el discurso combativo que mostraba su antecesor, Martin Schulz, para adquirir un perfil más neutro. “Ofender a Holanda es ofender a todos los ciudadanos europeos y los valores en los que nos reconocemos”, ha expresado Tajani en el arranque de la sesión parlamentaria.
Peligra el proceso de adhesión
Más allá de las declaraciones, en Bruselas se afianza cada vez más el convencimiento de que mantener a Turquía como aspirante a integrarse en la UE es una ficción. Juncker lo ha expresado así: “Lo único que hace quien así habla [en referencia a Erdogan] es distanciarse de la UE, no tratar de entrar. Es Turquía la que quiere unirse a la UE, no la UE a Turquía”, ha enfatizado, una frase recibida con aplausos en el hemiciclo.
El aviso lo ha lanzado también la alta representante para la Política Exterior Europea, Federica Mogherini, tras los excesos verbales de Erdogan a cuenta de los mítines turcos suspendidos en Europa. Por encima de la anécdota, la jefa de la diplomacia aludió el lunes a la categoría y dejó en el aire el mantenimiento del estatus de Turquía como país candidato si los ciudadanos aprueban en referéndum la reforma constitucional que propone Erdogan. Si esos cambios prosperan, “se evaluarán en el contexto de las obligaciones de Turquía como Estado candidato a la UE y como miembro del Consejo de Europa”. Es decir, habrá que examinar si esa Turquía de Constitución autocrática reúne los requisitos para mantenerse en la órbita de la UE.
El Parlamento Europeo ya pidió a finales de 2016 congelar el proceso de adhesión de Turquía -en la práctica paralizado- por el deterioro del Estado de derecho turco. Entonces los socios europeos lo desestimaron para no crispar aún más la relación entre Bruselas y Ankara. Además del interés estratégico que encierra Turquía, país socio de la OTAN y el más cercano al avispero de Oriente Próximo, hay una razón poderosa para intentar mantener las relaciones. Se trata del pacto migratorio del que esta semana se cumple el primer aniversario y que ha contenido casi completamente los flujos de refugiados y migrantes desde las costas turcas a las griegas. Europa no quiere ni oír hablar de una nueva crisis de llegadas. Y la palanca que las frena o las alienta está en manos de Turquía.
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