Los demócratas se enfrentan a Trump sin un líder ni una estrategia definida
El partido se debate entre una política obstruccionista similar a la del Tea Party o una pragmática
El Partido Demócrata sigue en el diván. Convaleciente aún de las heridas de la derrota electoral de noviembre, llega al primer mes de presidencia del republicano Donald Trump sin un líder ni una estrategia definida. Los demócratas buscan un difícil equilibrio. El activismo cívico contra Trump crece en las calles de Estados Unidos y las bases progresistas presionan a favor de una política de bloqueo absoluto. La cúpula del partido sabe que no puede ignorar ese clamor pero se resiste a escorarse demasiado a la izquierda ante el riesgo de diluirse y alienar a sus votantes moderados, consciente de que algunos votaron a Trump en las elecciones.
En esta nebulosa, intenta mover los hilos Chuck Schumer, que es lo más parecido a la figura de líder de la oposición. El veterano senador por Nueva York dirige la bancada demócrata en la Cámara Alta, donde modula la votación a los nominados al Gobierno de Trump y a la agenda legislativa republicana. Pero no hay un mensaje uniforme. Los senadores Bernie Sanders y Elizabeth Warren son el altavoz del ala más izquierdista. Y el partido busca encontrar su propio discurso: el próximo fin de semana se celebran elecciones primarias para escoger al presidente del Comité Nacional Demócrata.
La ola de malestar en las calles contra Trump también salpica a los demócratas y amenaza con sobrepasarlos. Ha habido protestas frente a la casa de Schumer en Nueva York reclamándole mayor obstrucción a los nominados de Trump. También en oficinas de otros senadores. En su primer mes en la Casa Blanca, el republicano ha sufrido dos protestas masivas: una de colectivos de mujeres y otra contra su veto migratorio. Ninguna ha sido impulsada por los demócratas.
“La gente está diciendo: ‘Vuestra responsabilidad es resistir ante este presidente’. Es lo que dice la base, donde está la energía y es bueno que presione a los cargos electos”, sostiene Michele Jawando, vicepresidenta del Center for American Progress, un think tank en Washington de la órbita demócrata. “Los cargos tienen que representar nuestros intereses porque somos nosotros los que estaremos afectados”.
Jawando esgrime que la agenda rupturista de Trump ha unificado a los demócratas y los ha alentado a adoptar una posición más severa. “No es tanto obstruir sino resistir. Es patriótico porque [las medidas de Trump] son inconstitucionales y están fuera de control”, dice.
El paisaje actual tiene ecos de 2009. Un mismo partido tiene el control del Congreso y la Casa Blanca. Entonces, el dominio era demócrata. La oposición republicana hizo del obstruccionismo a Barack Obama su seña de identidad. El objetivo declarado era lograr que fuera un presidente de un solo mandato. No se consiguió, pero los republicanos recuperaron en las elecciones legislativas de 2010 una de las dos cámaras del Congreso, impulsados por la ola de enfado del subgrupo del Tea Party. Desde entonces, la agenda legislativa de Obama quedó varada.
Crecen ahora las voces que abogan porque los demócratas copien la técnica de bloqueo del Tea Party para tratar de recuperar el control de una de las dos cámaras legislativas en las elecciones de 2018. Tres exasesores de congresistas han creado un manual, llamado Guía Indivisible, que insta a los votantes a replicar el modelo republicano de presión local y constante a los cargos electos para que escuchen su malestar. “Creemos que proteger nuestros valores, vecinos y a nosotros mismos requerirá adoptar una resistencia similar ante la agenda de Trump, pero construida en los valores de inclusión, tolerancia y justicia”, escriben.
El partido más votado
Michael Traugott, investigador del Centro de Estudios Políticos de la Universidad de Michigan, enfatiza que, en el proceso introspección demócrata, no puede olvidarse una realidad: Hillary Clinton obtuvo unos tres millones de votos más que Trump, pero el republicano ganó los comicios por la traslación de los votos según el peso de los Estados. Trump logró movilizar el voto rural y de la clase trabajadora blanca, mientras que Clinton logró menos respaldo del esperado entre las minorías raciales y jóvenes urbanos que catapultaron a Obama.
“Los demócratas son el partido de la mayoría”, subraya el experto. Sostiene que los demócratas no deberían preocuparse mucho por las elecciones presidenciales de 2020 sino centrarse en recuperar el poder en el Congreso y los Estados que perdieron durante la presidencia de Obama. “No creo que el estilo del Tea Party pueda ayudarlos mucho, lo que deberían intentar es reclutar a candidatos fuertes contra senadores republicanos en 2018”, argumenta.
Traugott cree que el objetivo inmediato de los demócratas es hacerse notar en las votaciones de leyes en el Senado, donde los republicanos necesitan algunos apoyos.
Los demócratas han logrado retrasar la aprobación de la mayoría de nominados del Gobierno de Trump ante la desesperación del presidente y han prometido una oposición feroz al plan de derogación de la reforma sanitaria de Obama. Schumer es un negociador flexible. Conoce bien a Trump: los dos son neoyorquinos y el presidente le hizo donaciones en el pasado. Y se ha mostrado abierto a apoyar algunas de sus iniciativas, como un plan masivo de infraestructuras.
Michigan es un buen termómetro para los demócratas. Trump fue el primer republicano desde 1988 en ganar el Estado. Lo hizo por un margen estrechísimo a caballos del voto blanco rural. El experto Traugott sostiene que el declive demográfico blanco juega en contra de Trump y que con su política antimigratoria no podrá ampliar la base de votantes. “Los demócratas podrán electrizar a los votantes de una manera que no podían en 2016. Esa será la mejor manera de competir”, dice.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.