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Israel quiere vetar las pieles, salvo para los ultraortodoxos

La presión religiosa dificulta que el Estado hebreo se convierta en país pionero en la prohibición

Juan Carlos Sanz

En el tórrido clima de Oriente Próximo no parece difícil resistirse a la tentación de prescindir de un abrigo de visón. Los templados inviernos tampoco ayudan a lucir un gorro de zorro plateado. Así que cuando los diputados animalistas proponen periódicamente en la Knesset la prohibición de la producción y el comercio de pieles, en Israel se echan las campanas al vuelo para anunciar que el país se dispone a dar un paso pionero en el mundo. Al menos desde 2010, el Estado judío lleva intentado convertirse en la primera nación en vetar la importación de las pieles de animales salvajes o en cautividad desollados.

Pero estas buenas intenciones se topan desde entonces con el shtreimel, el vistoso sombrero de pieles cilíndrico que los hombres casados jasídicos portan en el sabbat y otras festividades judías. Una prenda que puede llegar a costar más de 5.000 euros en una fina peletería. La presión de los ultraortodoxos, cuyos dos principales partidos forman ahora parte de la coalición de Gobierno del primer ministro Benjamín Netanyahu, ha bloqueado las iniciativas de los legisladores.

Un nuevo proyecto de ley de prohibición que está circulando este mes por los pasillos de la Knesset exime al shtreimel y a otros artículos “usados en la tradición religiosa” del veto general, que tampoco será de aplicación al cuero, la lana y otros productos derivados del ganado, camellos incluidos. ”La crueldad con los animales está prohibida en la Torá [textos sagrados judíos]”, ha advertido la diputada laborista Merav Michaeli, una de las promotoras de la ley, según el diario Haaretz. “El uso de pieles no es una necesidad, sino un símbolo de estatus económico”, reza la presentación parlamentaria de su iniciativa.

Israel importa de China el 95% de las pieles que se venden en apenas media docena de peleterías en todo el país, y que facturan en su conjunto en torno a un millón de euros al año. Una encuesta encargada por la organización protectora Dejad Vivir a los Animales aseguraba en 2010 que el 86% de los israelíes respalda la prohibición de la producción e importación de pieles. Con este alto grado de oposición ciudadana, en un clima poco adecuado para su uso y para un mercado tan insignificante resulta difícil de entender por qué el veto aún no ha entrado en vigor, en especial tras la exención acordada a los gorros jasídicos.

Un programa de investigación del Canal 1 de la televisión israelí reveló en 2015 que el lobby de la industria peletera internacional, encabezado por la Federación Internacional de Comercio de Pieles, había pagado viajes a Dinamarca –en clase preferente y con alojamiento en hoteles de lujo– a varios diputados de la Knesset en un intento de buscar aliados para frenar la ley de prohibición de la producción del comercio de pieles.

Aunque se trata de una cuestión menor para la sociedad israelí, el supuesto mal ejemplo que conllevaría el primer veto podría ser seguido por otros países con un importante mercado interno del sector. Por ello los grupos de presión no dudaron en contratar agencias de relaciones públicas de Israel con buenos contactos en el Gobierno y el Parlamento, que organizaron visitas a sinagogas de la comunidad judía en Copenhague a fin de justificar la visita de los parlamentarios ante la Comisión de Ética de la Knesset.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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