La Casa Blanca más blanca, rica y masculina de Donald Trump
El republicano tiene el gabinete menos diverso de las últimas décadas
La Casa Blanca ocupada durante los ocho últimos años por un presidente negro que quería a una mujer como sucesora vuelve a convertirse, con Donald Trump, en un lugar donde el poder se concentra en manos de blancos, en su mayoría hombres y, también, en buena parte muy ricos y muy conservadores. El gabinete que ha elegido el nuevo presidente republicano es el menos diverso y más elitista que tiene Estados Unidos en décadas. Solo dos mujeres tienen rango de ministro en su equipo, y ninguna de sus carteras está entre las principales, como tampoco lo está la que ocupará el único afroamericano en el gobierno. Por primera vez desde 1988, no habrá ni un solo un hispano en el gabinete. Buena parte de los nuevos dirigentes son multimillonarios.
Una Casa Blanca muy blanca
De los 15 puestos en el gabinete de Trump con rango de ministro, 13 son blancos. La única excepción la componen el nominado a secretario de Vivienda, Ben Carson, que es afroamericano, y su colega de Transporte, Elaine Chao, de origen taiwanés.
Trump no solo ha preferido nombrar a blancos —y en su gran mayoría hombres— para los puestos de máximo poder que debe confirmar el Senado; también lo ha hecho en su entorno más inmediato, los asesores que tendrá a su lado todo el día en las inmediaciones del Despacho Oval. Ahí estarán el general blanco, islamófobo y afín a Rusia Michael Flynn, nombrado asesor de Seguridad Nacional del presidente; Reince Priebus, nuevo jefe de gabinete; Steve Bannon, el exjefe de campaña de Trump y agitador de la derecha más extrema del país, que será su estratega jefe; Jared Kushner, el yerno de Trump y su nuevo asesor especial, o Kellyanne Conway, también jefa de campaña y ahora “consejera” del presidente.
En sus ocho años al frente de la Casa Blanca, Barack Obama, primer presidente negro de EE UU, puso en algunos de los puestos más relevantes a afroamericanos, como sus dos fiscales generales, Eric Holder y Loretta Lynch. Su mano derecha todos estos años, Valerie Jarrett, también es negra, al igual que su secretario de Transporte, Anthony Foxx. Y contó con varios hispanos, como sus secretarios de Trabajo, Tom Perez, y Vivienda, Julián Castro, así como algunos de sus más estrechos asesores, como Cecilia Muñoz, consejera en temas de política interna.
Su predecesor, el republicano George W. Bush, fue el primero en elegir a un afroamericano, el general Colin Powell, para uno de los puestos más importantes de la Casa Blanca, el de secretario de Estado. Su sucesora no solo fue una mujer, sino además también negra, Condoleezza Rice.
El poder, cuestión de hombres
Además de Trump y su vicepresidente, Mike Pence, el poder máximo se concentra en un puñado de puestos del gabinete estadounidense y todos ellos, en la era Trump, estarán ocupados por hombres (y blancos). Si acaban confirmados por el Senado, como parece, el responsable de la diplomacia norteamericana será nuevamente un hombre, Rex Tillerson, al igual que el jefe del Pentágono, James Mattis, el secretario del Tesoro, Steve Mnuchin, el secretario de Seguridad Nacional, John Kelly, y el fiscal general del país, Jeff Sessions, sobre quien pesan duras acusaciones de racismo y xenofobia.
Hacía décadas que el máximo poder no estaba tan “masculinizado”. Además de poner a una mujer como fiscal general, Janet Reno, Bill Clinton fue el primer presidente que nombró a una mujer como secretaria de Estado, Madeleine Albright. Condoleezza Rice en la era Bush y Hillary Clinton en la de Obama aseguraron la presencia femenina en la cúpula de la diplomacia estadounidense. Obama también apostó por una mujer, Janet Napolitano, para ocupar la cartera de Seguridad Nacional en su primer mandato, y por otra, Lynch, para dirigir el Departamento de Justicia en sus últimos años, en los que otra mujer, Penny Pritkzer, fue además secretaria de Comercio, un puesto clave para algunas de sus políticas internacionales más fundamentales, como la normalización de relaciones con Cuba. Fueron también dos mujeres, Kathleen Sebelius y Sylvia Mathews Burwell, las encargadas de defender, al frente del Departamento de Sanidad, el proyecto estrella de Obama, su reforma sanitaria ahora amenazada por Trump.
Un equipo de multimillonarios
El gabinete de Trump vale su peso en oro, casi literalmente. El magnate que hizo campaña clamando contra Wall Street y que prometía acabar con la corrupción en Washington está compuesto por un equipo que tiene una riqueza combinada de 14.500 millones de dólares, según las cuentas de la cadena NBC. Dicho de otra forma, suman más riqueza que la que acumulan los 43 millones de hogares más pobres del país, que a su vez suponen más de un tercio de los hogares estadounidenses.
Aunque todos los presidentes de la era reciente han contado con multimillonarios en sus gabinetes, el de Trump bate récords. Es, según esta emisora, 30 veces más rico que la Casa Blanca de George W. Bush. Entre sus miembros más ricos, más allá del propio Trump: el subsecretario de Comercio, Todd Ricketts, cuya fortuna se valora en 5.300 millones de dólares; la secretaria de Educación, Betsy DeVos (5.100 millones), el secretario de Comercio, Wilbur Ross (2.500 millones), la directora de la Oficina de la Pequeña Empresa de la Casa Blanca, Linda McMahon (1.600 millones). El futuro jefe de la diplomacia tampoco puede considerarse desafortunado: acaba de recibir una indemnización de 180 millones de dólares de la empresa que dirigía hasta finales del año pasado, la petrolera ExxonMobil. Las fortunas de otros miembros de su gabinete, muchos de ellos altos ejecutivos de grandes empresas, también se cuentan por decenas de millones.
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