Ejército-Marina, el gran derby de fútbol americano
Trump acude al tradicional partido de las fuerzas armadas, que ganó el Ejército después de 14 años
Dos de los elementos más patrióticos de Estados Unidos se unieron este sábado en Baltimore: las fuerzas armadas y el fútbol americano. Una inyección de patriotismo a través del deporte estrella estadounidense, el fútbol americano. Tras 14 años ganando, la marina perdió en un partido ajustado, de poca calidad deportiva, con un ambiente repleto de halagos a las fuerzas armadas.
La rivalidad entre la marina y el ejército es máxima. Es una relación amor odio: amor a la patria que les une y a la que “defienden”, pero odio sobre el terreno de juego y competitividad por ser la mejor entidad de las fuerzas armadas estadounidenses. La marina había ganado el partido durante los últimos 14 años, pero eso no asustó al ejército, cuyos seguidores cantaban incesantes: “Go Army, beat Navy” (Vamos ejército, ganar a la marina). El partido, aunque es uno más de la liga, se trata como una final.
El camino que llevaba al estadio de los Baltimore Ravens, con capacidad para 71.000 personas, estaba escoltado por vehículos militares y carpas llenas de panfletos promocionando programas militares. Dentro del estadio, centenares de aficionados esperaban sentados dos horas antes del pitido inicial, bajo el sol, a un grado centígrado de temperatura, y bebiendo a sorbos cervezas o chocolate caliente.
La rivalidad se encargan de alimentarla los estudiantes de ambas academias (universidades), la de la marina y la del ejército, que viajan desde sus respectivos campus para asistir al duelo de manera obligatoria. Todos perfectamente uniformados, saltaban en sus trajes oficiales animando a sus equipos y gritando cánticos en contra de los rivales.
Media hora antes del comienzo del partido, empezó el show. Cuatro paracaidistas de la marina y cuatro del ejército descendieron sobre el estadio haciendo piruetas. Uno de ellos llevaba atada al pie una enorme bandera estadounidense que surcó los cielos hasta aterrizar suavemente sobre el césped del M&T Stadium. Acto seguido, cuatro helicópteros apache del ejército sobrevolaron el estadio. La marina no se quedó corta. Respondió con cuatro aviones F-35 sutilmente coordinados que pasaron por encima del arena con calculada simetría.
El partido empezó y el primer cuarto lo interrumpió el presidente electo Donald Trump, que decidió acudir al encuentro para mostrar su “apoyo a las fuerzas armadas”, según anunció horas antes el magnate a través de Twitter. Con poca calidad deportiva, ambos equipos se batieron en un partido rocoso que no se decidió hasta el último cuarto, en el que el ejército marcó un touchdown que le ponía 21 a 17 en el marcador. A dos minutos, la fiesta en las filas del ejército era incontrolable. “14 años, por fin”, exclamaban en las gradas.
El árbitro pitó y el protocolo desapareció. Los miles de estudiantes del ejército, saltaron las gradas y bajaron al campo para festejar con los jugadores y otros aficionados. Luego vino el himno, primero el de la marina. Todos pararon, se quedaron inmóviles sobre el campo y escucharon. Acabó y de vuelta a los gritos y el jolgorio. Mientras, los aficionados de la marina vaciaban las gradas, seis horas después, diciendo: “No pasa nada, comenzaremos nuestra próxima racha de 14 victorias el año que viene”.
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