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España, puertas abiertas

Lluís Bassets

Hay un torrente literario y filosófico para ayudarnos en la meditación posterior a las grandes derrotas, en pocas ocasiones tan necesaria como en una de tanta envergadura y trascendencia como la que Donald Trump ha propinado contra pronóstico a Hillary Clinton, a los demócratas, a las empresas encuestadoras, a la comunidad de periodistas, expertos y politólogos y al establishment de EE UU y Europa en su conjunto. La dimensión de la gesta es doble: por el peso de la superpotencia, con las consecuencias que acarreará en todo el planeta; pero también por su carácter de lección casi definitiva sobre las artes del poder, las elecciones y la democracia en una culminación difícilmente superable del momento populista que vivimos.

Artur Mas, el presidente emérito que quiso conducir a Cataluña hasta la independencia, ha sacado sus propias conclusiones —mal vistas, por cierto, desde su propio campo— al considerar a Trump, probablemente con justeza, como un espejo digno para los anhelos soberanistas. Aunque a algunos les duela la proximidad, Mas es de los que piensa que también para Trump todo está por hacer y todo es posible cuando se sabe aprovechar la oportunidad impensable que depara la buena fortuna. Esto, por cierto, no es exactamente populismo, sino maquiavelismo puro.


El buen político no es el que tiene buena suerte, sino el que crea las condiciones para que ruede la ruleta del azar y caiga de su lado. Busca la suerte y la aprovecha cuando la encuentra. Para lo primero, hay que saber desestabilizar, de otra forma el azar no se despliega. Para lo segundo, hay que tener buenos reflejos. Esta vieja lección es tanto más vigente cuando las batallas electorales se juegan en márgenes estrechos y victorias y derrotas se fraguan en el filo de la navaja.

Artur Mas lo sabe. Sabe del eterno empate que reflejan las encuestas entre partidarios y adversarios de la independencia y de la pérdida de impulso del movimiento que quiso encabezar en solitario. A pesar de las hojas de ruta circulares y prorrogadas o del referéndum declarado inevitable —sí o sí, siempre que la CUP apruebe los presupuestos—, tiene consciencia de que la actual batalla ya ha terminado y solo se puede mantener en el plano de las apariencias, de la post-verdad.

Así y todo, nada de lo que ofrezca el Gobierno de Rajoy recién instalado podrá disuadir al independentismo de sus propósitos. Todas las previsiones conducen a situarnos antes de un año en unas elecciones catalanas adelantadas, convocadas con intención y ruido constituyentes, en un nuevo escenario de confusión y de regreso al punto de partida de siempre, en el que las urnas electorales sustituyen a las consultas imposibles, antes de volver a empezar. Sin salida en Cataluña, y sin respuesta útil que llegue desde fuera.

En una tal parálisis, no exenta de peligros, caben pocos remedios. Uno es el que pueda surgir de una situación de inestabilidad extrema, como la de que los populismos aspiran a crear en Italia con Cinque Stelle y Francia con Marine Le Pen, con la pesadilla de una oleada extremista que liquide y abra en canal el proyecto europeo. La otra, por desgracia más improbable, la súbita aparición por primera vez de una oferta seria y sustancial de diálogo político por parte del Gobierno español que altere la hoja de ruta soberanista, divida a sus actuales componentes y obligue al menos a los más moderados a entrar en acuerdos eficaces y concluyentes.

Este es el remedio que sueñan y esperan los partidarios de la tercera vía entre el status quo y la independencia, catalanistas moderados a la búsqueda del independentismo desengañado —que ya existe— constituidos desde la pasada semana en la plataforma Puertas abiertas del catalanismo, de nombre que contrasta con las puertas a cal y canto con que el mundo exterior ha acogido hasta ahora, no tan solo al independentismo, sino también cualquier demanda de respuesta política.
Por más que siga el debate interior, la pelota está ahora en el otro tejado.

Dentro de Cataluña todo el pescado está vendido y es difícil que cambien las tendencias. Los resultados cosechados por Rajoy con su inmovilismo son toda una apología del status quo o como máximo de un reformismo minimalista, que encuentra la máxima comprensión en una población española tan hastiada con el proceso soberanista como lo están los propios catalanes. De ahí que sea en el conjunto de España donde se hace más perentorio el esfuerzo de persuasión.

Dejar las cosas como están, para que las arregle el paso del tiempo, es abrir espacios a la fortuna maquiavélica, esa oportunidad brindada por el azar que el príncipe sabe captar al instante cuando quiere crear el caos antes de vencer. Como Trump.

Comentarios

Trump es un líder con determinación, hizo una apuesta arriesgada, buscando el apoyo de un sector concreto de la sociedad americana, ciudadano de raza blanca con valores tradicionales, y muy descontento con la forma de Gobernar de un Partido Demócrata sometido a los intereses de minorías culturales que viven en los Estados Unidos. Minorías muchas de las cuales tienen más intereses y vínculos en el exterior que dentro del país. Hizo una apuesta arriesgada y gano. Mas carece de determinación, dice que voy pero luego rectifica, haciendo así, en mi modesta opinión mucho daño a la sociedad catalana, y causando también problemas al resto de España. En mi opinión el nacionalismo burgués catalán lidera únicamente un proyecto mediático, sin consistencia física real. Populismo, demagogia, son calificativos que se utilizan con mucha frecuencia para desacreditar al adversario político, muchas veces de forma incorrecta o incluso falsa. Tratados de libre comercio con terceros países, política de puertas abiertas a la inmigración exterior, etc. ¿Puede haber en la actual UE, con altos índices de paro, pobreza y desigualdad, algo más demagógico y populista que eso? No.No deja de ser curioso que partidos políticos de la órbita del comunismo internacional, como por ejemplo Podemos, se declaren ideológicamente contrarios a los tratados de libre comercio cuando ello beneficia a los países que los apoyan, por ejemplo China, cuyo gobierno está a favor del libre comercio mundial. ¿En contra de que tipo de tratados de libre comercio esta Pablo Iglesias? Seguramente, solo en contra del libre comercio entre países occidentales, por ejemplo, entre la UE y los Estados Unidos.
Y ahora Sarko pierde... La noche se pone más oscura, la pitonisa dice: "Cuidado con los idus de marzo" que en este caso son todos los días. Creo que viene otro terremoto que puede dar al trasto con la UE. En el mundo los italianos en el extranjero ya están votando y parece que el "No" gana. ¿Será posible que Italia huya de la UE que le metió un millón de africanos dentro? Nada es tan interesante como la política europea. Trump es un condenado por intervenir en Cataluña. Debería quedarse en su casa de pobre que tiene y no meterse en cosas ajenas.
Como la realidad es más alocada que la ficción, cada día presenta más y mejores cosas. La elección de Donal J. Trump como Presidente de USA ha causado más estragos mentales y emocionales en los democomunistas californianos salen con nuevos desvaríos. Los izquierdas californianos (que parecen ser los nietos de los hippies más drogados del universo, y con daños cerebrales causados por generaciones de abuso de alucinógenos) han decidido introducir una moción de dos puntos para la votación del 2018: La secesión de California de los Estados Unidos de América y peticionar a la ONU por aceptación y adhesión. En vista que Cataluña busca exactamente lo mismo y en gran similitud de condiciones, (quiebra fiscal, sentimiento de superioridad, incompetencia gubernamental, ignorancia popular de todo, y penetración total por extranjeros extranacionales,) PROPONGO una UNIÓN California y Cataluña, y al mismo tiempo que se invite a Puerto Rico (otro estado fallido gobernado por izquierdas y en quiebra,) y a Cuba junto con su apéndice bolivariano Venezuela. Auguro un éxito planetario con la elección de Zapatero como rey, y Garzón como primer ministro. Pepiño es otro prospecto junto con Maroto, y como ministro de la economía la Famiglia Pujolone. Estoy tan orgulloso de mi idea que para verla triunfar estoy dispuesto a ceder crédito a quién sea necesario, con una condición: quiero el carnet de identidad y pasaporte número UNO. Tengo unos nombres para el nuevo país, pero el mejor creo que es Calicoña. .

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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