Todo está por hacer y todo es posible. Estamos ante un nuevo comienzo. Empieza una época nueva. ¿Una revolución? No exactamente.
El primer trazo que define la política exterior de Donald Trump y la nueva geometría de las relaciones internacionales que empezará a surgir de su victoria es la incertidumbre. Nos adentramos en territorio desconocido. El presidente electo de los Estados Unidos se ha manifestado como un proteccionista y un revisionista radical en políticas comercial y emigratoria y en alianzas de seguridad, y como un ignorante en materia tan peligrosa como la proliferación nuclear y el uso del arma atómica. Eso tiene remedio: las opiniones se cambian y de lo que no se sabe se aprende. Pero mientras no suceda, la incertidumbre permanece y hace su trabajo de erosión, que alimenta la espiral de la desconfianza: sobre el futuro de la Alianza Atlántica, de los tratados comerciales como el NAFTA y TTP, las organizaciones internacionales, desde la OMC hasta la propia ONU, o los acuerdos de reanudación de relaciones con Cuba y de control nuclear con Irán.
Nos quedaremos cortos si pensamos que Trump puede cambiar. En su discurso de aceptación como presidente electo ya ha demostrado que puede hacerlo. Primero, ha contado que Clinton le ha felicitado, sin llamarla crooked (corrupta) ni pedir la cárcel para ella, ha elogiado su campaña y le ha agradecido “los servicios prestados a este país”. Luego se ha cobrado los elogios quitándole el eslogan de campaña, together (juntos), para propugnar la unión después de sembrar la división. El mensaje es nítido: en la campaña se pueden decir unas cosas y luego desde la Casa Blanca convendrá hacer otras. Esto no significa que el cambio sea a mejor o que se vayan a hacer bien las cosas; significa que serán otras, distintas. De cara al mundo, al papel que tiene EE UU en el orden internacional y en la gobernanza global y al conjunto de alianzas y acuerdos internacionales, se supone que también puede cambiar. Si ya ha empezado a hacerlo en su noche electoral, podrá hacerlo luego cuantas veces le convenga. Sus posiciones son volátiles. Incertidumbre sobre incertidumbre, por tanto.
Trump no cambiará porque tenga un programa oculto más moderado. No lo tiene. Por no tener no se le conocen ni ideas ni asesores que las tengan, más allá de las cuatro ideas esquemáticas y eficaces, casi todas ellas radicales e inquietantes, con las que ha armado la retórica de su campaña: expulsar inmigrantes, construir vallas en las fronteras, erigir protecciones a la industria y el comercio estadounidense, cuestionar las alianzas y compromisos internacionales, procurar más por los intereses propios y menos por los de los aliados y regresar a un pasado idealizado en el que los Estados Unidos eran grandes y ricos.
Trump cambiará. En primer lugar, porque está en su naturaleza profundamente adaptativa. Y en segundo lugar, porque a pesar de que tenga 70 años y una carrera entera de multimillonario a sus espaldas, su falta de experiencia en gestión política y pública le obligará a aprender en el Despacho Oval; pero mientras aprenda, la ecuación que suma sus ideas escasas, nulas o perversas y su oportunismo desbordante arroja un resultado de mayor incertidumbre todavía sobre su presidencia. Además de desconocido, el camino que emprende se adentra en la oscuridad más absoluta.
Hay algo en lo que no cambiará, que no puede cambiar: su carácter, su capacidad para despreciar, acosar e insultar, ampliamente demostrada durante la campaña, tanto por los medios propios, exhibiéndola en sus mítines y en sus tuits, como por medio de las denuncias de sus adversarios. Podrá reprimirlo o encauzarlo. Pero estará allí, agazapado bajo su tupe teñido de rubio y dispuesto a salir en cualquier momento, cuando sea necesario, como el escorpión con el aguijón de su cola. Un carácter así da mucho juego, como se ha visto en la campaña porque suscita las simpatías de muchos votantes. De quienes comparten parecidas características de su personalidad o de quienes consideran que todo vale para el buen fin de ganar las elecciones, como es el caso de muchos y respetables dirigentes republicanos.
Puede dar juego incluso en las relaciones internacionales, donde encontrará con frecuencia creciente personajes salidos de un molde similar. Rodrigo Duterte, por ejemplo. El bocazas y faltón presidente de Filipinas seguro que se entenderá mejor con Trump que con Obama, que se ponía a tiro de sus insultos intolerables solo con pensar en su elegancia y su correctísima y culta oratoria. En este tipo de carácter reside un fallo de difícil enmienda, que su turbulenta y a veces obscena campaña ha descubierto al mundo entero. Carece de gran número de las llamadas virtudes romanas que se exigía al máximo magistrado del imperio. Solo para mencionar tres de las más imprescindibles y que adornan ostensiblemente a Obama: la auctoritas del sucesor es escasa, pero su dignitas y gravitas son nulas.
A Trump le falla un valor profundamente apreciado en un mundo tan conservador como el que vivimos y que tiene que ver también con el carácter: la previsibilidad. En su discurso de aceptación de la victoria ha dicho que Estados Unidos procurará por sus intereses en el mundo pero será una potencia benévola, que tratará honestamente a los otros países. Nada sobre el respeto a las alianzas, los compromisos internacionales y los valores compartidos. Los países socios y amigos de EE UU tienen todos los motivos para preocuparse. Cuanto más socios y amigos, como es el caso de Japón o de Alemania, más preocupación.
Incluso las potencias que mayor provecho van sacar de la inhibición de Estados Unidos en el escenario internacional, como es el caso de China o Rusia, tienen motivos de preocupación en lo que concierne a la estabilidad económica y geopolítica. Pero también será una ventana de oportunidad para quienes desean avanzar sus peones en el tablero global e influir en la creación de un orden internacional en el que cuenten con más y mejores palancas de acción, y todavía más para las fuerzas o países con vocación insurgente.
Obama ha sido el presidente que más se parece al actual mundo multicultural y multipolar. Este nuevo presidente blanco, protestante y anglosajón, además de xenófobo, es el anti-Obama, la reacción al ascenso de países y clases medias emergentes del antiguo Tercer Mundo. Estos días ha hecho fortuna en las redes una cita de Antonio Gramsci sobre las crisis revolucionarias con la que se quiere explicar el fenómeno de Trump e incluso presentarlo como el momento en que todo va peor antes de que todo vaya mejor: “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en este claroscuro surgen los monstruos”. La frase es de la época de ascenso de los fascismos.
Respecto a la gobernanza y al orden internacionales, estamos ante una página en blanco. Es verdad que todo está por hacer y todo es posible. Es un nuevo comienzo, una época nueva. Hay una revolución que está en marcha, pero es reaccionaria, y va en sentido contrario a las revoluciones democráticas, pues mira hacia el pasado y se propone quitar libertades y derechos. Es una contrarrevolución, en definitiva.
Comentarios
Nueva Alborada de hombres Libres de Ideologías Enfermas comienza en los EEUU…“Estados Unidos procurará por sus intereses en el mundo pero será una potencia benévola, que tratará honestamente a los otros países.” Lluis Bassets, es verdad lo que dice, pero no en el sentido de voz que como ideólogo de izquierda Lluís quiere asignarle. La verdad es que si el mundo quiere que los EEUU continúe protegiendo la soberanía de UE, las alianzas de los países internacionales (OTAN) y del resto del mundo, que creo entender que es su mayor preocupación, dejemos la demagogia barata, apoyemos al electo D. Trump, mire que si no paramos el desorden mundial, el mundo quedara si pan ni pedazo… Ya vea Lluís, en el estado deplorable que deja el país y el mundo de Mr. Obama. Esta elección 2016 deja, una vez más, en evidencia que la gloria de los EEUU como nación de poderes infinitos se debe al esfuerzo de hombres y mujeres tenaces como los que votaron por Donald Trump, por hombres como los que vivieron en el pasado y cambiaron el curso de la historia de la nación que es ahora y para salvedad de millones de seres humanos (ej.: segunda GM y la Guerra Fría.) por el sacrificio de sus guerras, sangre e inventiva de su colectivo nacional, solo ellos pudieron traer la grandeza de los EEUU en menos de 300 años (y la envidia y el odio de sus enemigos). El “Destiny Manifiest” del viejo Monroe, aún vive, no muere a pesar de que el mundo-enemigo de esta nación quiere verla de rodillas pidiendo perdón (algo de eso hizo Obama en Venezuela, Cuba y otros lugares). El pueblo americano, millones de almas lo ha demostrado hace dos días anulando el voto de la política de la izquierda norteamericana, básicamente, fue un consenso nacional de rechazo. Los EEUU no es nación perfecta, su política y sus instituciones son cosas mundanas como las de cualquier país, hecha por hombres mortales para protegerse de los embates sociales, y de la maldad, la mala fe y para mantener su producción cultural, por tanto no es perfecta, pero su sacralidad final a la que le confiere su colectivo nacional le pertenece solo a ellos con su voto final ¿No fue eso lo que sucedió hace dos días con el repudio de la política de ObamaHillary? Si el presidente electo, Donald Trump cumple lo prometido entonces no serán cuatro años sino ocho –para bien o para mal, pese al que le pese y eso es lo que hay ahora, hay que respetarlo y darle su tiempo.
Estimado Señor Bassets, He leido su post varias veces para no perderme ningún punto. Tengo el placer de informarle que da gusto descubrir que sin importar tiempo ni lugar, hay cosas que nunca cambian, y entre ellas está su vitriolo en contra de la Libertad y Democracia. Su diátriba contra el señor Trump es identica a sus diatribas contra el presidente Bush con unas cuantas diferencias minúsculas: El señor Trump es PRESIDENTE ELECTO, y como tal no está en funciones. Todas sus acusaciones, unas verdaderas y otras malentendidas, pues suenan a vitriolo más que a razonamiento cavilado. "Nos adentramos en territorio desconocido." ¿Me puede explicar a quién se refiere ese "Nos"? Según entiendo, fue USA quien ha elegido presidente, y no España. ¿cree usted que el Pueblo de América debe elegir sus presidentes de acuerdo a gustos y deseos españoles o europeos? Estoy seguro de conocer la respuesta de la inmensa mayoría de Americanos. "... como un ignorante en materia tan peligrosa como la proliferación nuclear y el uso del arma atómica." ¿Puede usted un español con tal experiencia? ¿Ignorante peor que Obama, o un Bush, o un Zapatero antes de entrar en funciones? Ya me entra la duda si usted es serio. América prefiere a Trump y sus ideas, especialmente dejar de ser el bobo que se deja estafar por la NATO y ONU, China y otros países del Tercer Mundo. América está harta de estar harta, y ya se cansó, así que a PAGAR lo contratado a la NATO, o USA dejará solos a los morosos. A cumplir los acuerdos internacionales o América hará lo mismo. Nada de sentarse ante la bandera Americana, ni retirar tropas sin notificar, ni insultar, ni andar pidiendo, y pagando, por perdones de traficantes de armas, ni cerrando mercados con estándares piratas, ni robando a empresas Americanas como Francia y Alemania. Esta vez, Trump pondrá manos en la balanza. Señor Bassets, hay que tener cuidado de no morder la mano del amo, no sea que no podamos ir de viaje a Miami Beach o New York. Le recuerdo que la Ley Migratoria existe. Obama la suspendió por fiat y por fiat la restituirá Trump. Ingresar a territorio Americano solo es derecho para los Americanos, para el resto del mundo es un PRIVILEGIO concedido a placer de la Nación. El acuerdo migratorio con Europa es revocable de inmediato, y ya ha sido puesto en peligro por acciones europeas. Es un nuevo día en América... Es mejor observar y no hostilizar. No sea que el "ignorante" dé lecciones de urbanidad, modales y respeto.
Creo que es equivocado considerar que Estados Unidos es una especie de República Bananera en la que una persona puede llegar a ser su presidente sin tener claros planes que aplicar. En mi opinión, detrás de Trump hay proyecto, nuevas políticas, que recibirán el apoyo no solo del Partido Republicano sino también de parte del Partido Demócrata, el futuro lo confirmara o desmentirá a partir del próximo 20 de Enero.Donald Trump ha ganado las elecciones presidenciales a Hilary Clinton, el próximo 20 de Enero de 2017 se convertirá en el 45 presidente de los Estados Unidos. La victoria de Trump puede parecer una sorpresa si tenemos en cuenta los resultados de las encuestas sobre intención de voto que se han difundido en los últimos meses, pero no si observamos la evolución que ha tenido el voto en los últimos años en los Estados Unidos. Los resultados de las elecciones de Noviembre del 2014, legislativas y a Gobernador, supusieron para el Partido Demócrata (PD) una debacle, una importante caída en apoyo electoral. El Partido Republicano (PR) se hizo con el control de la Cámara de Representantes y del Senado, además gano las elecciones a Gobernador en 36 estados. El PR gano las elecciones a Gobernador incluso en feudos tradicionalmente del PD, como Maryland y Massachusetts. Además, la victoria de Trump confirma, al igual que ha ocurrido en procesos electorales realizados en otros países, que los sondeos electorales ya no son lo que eran, sus resultados suelen ser equivocados por un alto margen de error, seguramente por muchas razones, entre las que se encuentran la intención de las empresas que los realizan de manipular al electorado y una elevada y difícilmente identificable tendencia a mentir de los encuestados.Evidentemente, la victoria de Trump supone el fin de dos cosas. Primero, el fin de lo que se ha denominado la Obamania. La victoria de Trump representa de forma clara el fin de la Obamania, pues a pesar de que las encuestas dicen que el presidente Obama llega al final de su segundo mandato con un alto nivel de popularidad, sus políticas no han sido aceptadas mayoritariamente por el electorado americano, provocando la derrota de Hillary Clinton, y el debacle del Partido Demócrata. Al Partido Demócrata le va a costar mucho recuperar los votos y el poder perdido durante casi 8 años de gobierno de la Administración Obama. También supone el fin de la defensa de la globalización económica, globalización económica impulsada con diferentes políticas durante la era de la Administración Clinton. Globalización económica que ha sido muy dañina para los denominados países desarrollados occidentales, provocando decadencia, empobrecimiento, incrementando la desigualdad, destrucción de empleo, desorbitante incremento de la deuda pública, etc., todo ello, principalmente, debido a aplicarse políticas partidarias de la libre circulación de personas, bienes y capitales a nivel mundial. La victoria de Trump supone cambio, un cambio significativo e importante. El pueblo americano al votar a favor de Trump se ha declarado a favor de otras políticas totalmente distintas a las que viene aplicando en los últimos casi 8 años la Administración Obama. Muchos analistas políticos se han apresurado en vaticinar que Trump no podrá aplicar muchas de las medidas que ha prometido a sus votantes. Tal vez, personalmente creo que si podrá aplicar muchas de ellas y por tanto va a haber tanto a nivel nacional como internacional un antes y un después de Tump. Independientemente de lo que las políticas de la futura Administración Trump supongan para los Estados Unidos, estas van a marcar tendencia, van a suponer nuevas modas políticas que pasaran a ser defendidas mayoritariamente en Occidente. Personalmente, creo que la victoria del Partido Republicano, la victoria de Trump, y más concretamente la victoria de sus propuestas, son una buena noticia desde una perspectiva europea, pues en Europa necesitamos de forma urgente aplicar muchas de las medidas que propone Trump. Medidas como son un mayor proteccionismo del tejido económico y empresarial nacional, limitar la entrada de inmigrantes, fortalecer la defensa y la seguridad, combatir la deslocalización de empresas, y poner límites al libre comercio. La victoria de Trump supondrá el comienzo de una nueva era para Occidente.
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Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).