Waco: el corazón del odio paranoico contra Hillary Clinton
La matanza de la secta davidiana en 1993 está en el origen de las teorías conspirativas sobre los Clinton. Allí vive aún un predicador que idolatra a Trump
La carretera que atraviesa Waco, en Texas, está llena de iglesias a ambos lados, congregaciones baptistas en su mayoría en una de las zonas más religiosas del Estado. Una de esas congregaciones, en 1993, colocó el nombre de Waco para siempre en el imaginario global. El nombre completo era Asociación General de la Rama Davidiana de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Para el resto del mundo, fueron la secta de los davidianos. En 1993, un intento del Gobierno federal de investigar a la secta por compra venta de armas acabó en un tiroteo, que dio lugar a un asedio, que terminó en un pavoroso incendio en el que murieron casi 80 personas, incluidos 18 niños y el líder davidiano, David Koresh.
Hoy en aquel lugar llamado Mount Carmel, a 15 minutos en coche de Waco, se levantan de nuevo tres casas y una capilla. Los únicos habitantes son un hombre llamado Charles Pace y su familia. El pasado miércoles por la tarde estaba haciendo arreglos en su casa. Pace se unió a los davidianos en los años 70. Aquí vivió una vida dedicada a la exploración espiritual hasta que se fue de la congregación a mediados de los 80 por discrepancias con Koresh. Básicamente, Koresh decía que era el Mesías, y Pace no lo creía. No estuvo en el asedio, vino aquí después.
“Aquí Trump es muy popular”, decía Pace. Ha levantado un pequeño altar a la entrada donde están los nombres de todos los fallecidos en el asedio del FBI. Sobre una de las lápidas, hay un cartel que dice: “Clinton a prisión 2016”. Es un lema de la campaña de Trump. Debajo pone: “Los Clinton ordenaron a la Delta Force matar a Koresh y a sus seguidores”.
Es en este punto cuando la conversación con Pace se vuelve rara. “Hillary era la que daba las órdenes, ella era la que presionaba a su marido para que interviniera”. Pace cree que el presidente Bill Clinton, que llevaba un mes en el cargo y heredó una investigación que llevaba meses, ordenó que no quedara nadie vivo entre los davidianos. La razón, según esta teoría, era que David Koresh sabía cosas de la corrupción del presidente.
La matanza de Waco está en el origen de todas las teorías conspiranoicas de la derecha alternativa (la “alt-right”, que mencionó la propia candidata) que odia con furia a los Clinton, y especialmente a Hillary. Se mezcla con la desconfianza del Gobierno, con la versión más radical del derecho a llevar armas y con teorías esotéricas sobre el Nuevo Orden Mundial. Estas teorías pueblan Internet en varios documentales y además les dio pábulo el comentarista Roger Stone en un libro. Stone es ahora uno de los asesores más cercanos a Trump. El candidato republicano, sin embargo, jamás se ha pronunciado sobre estas cosas ni sobre los davidianos.
La resistencia de los davidianos en abril de 1993 provocó una ola de apoyo de grupos extremistas antigobierno. Entre ellos estaba Timothy McVeigh, que planeó la destrucción del edificio federal de Oklahoma en venganza por la tragedia de Waco, exactamente dos años después. “Oklahoma fue un trabajo interno. Lo hicieron ellos”, dice Pace, que es una enciclopedia de las conspiraciones de las últimas dos décadas.
Pero además, Pace asegura que Trump es el David Koresh de nuestro tiempo. Está luchando contra el imperio y su arma es la verdad. “Trump está haciendo lo mismo que Koresh pero a escala mundial. Está yendo contra el Nuevo Orden Mundial y exponiendo sus mentiras”. Asegura que si Trump pierde, “habrá estados que se van a secesionar”. Y cuando Clinton intente establecer su imperio establecerá la ley marcial.
Charles Pace es la versión más extrema del odio furibundo de la derecha extrema hacia los Clinton y el establishment. Antes de hacerse fotos va a cambiarse. Quiere salir con una camiseta anti-Clinton.
Solo nueve personas salieron con vida de Mount Carmel. Uno de ellos es Clive Doyle, que hoy tiene 76 años y sigue viviendo en la ciudad de Waco. Doyle relata cómo logró saltar a ciegas, en medio del humo y con la piel cayéndosele a tiras, por un agujero en la pared que habían hecho los tanques del FBI. Había vivido en la congregación desde 1966 y aún hoy está convencido de que Koresh era el hijo de Dios. Esa es la razón por la que no se lleva bien con Pace y no ha vuelto a vivir en Mount Carmel.
Doyle sí estaba allí, estuvo a punto de morir por una decisión de la Administración Clinton, y sin embargo rechaza todas las teorías conspiranoicas. No deja de criticar la actitud del FBI, las “mentiras y errores” que provocaron la tragedia. ¿Por qué no salieron? “Era nuestra casa. Habíamos visto al Gobierno entrar matando como en las profecías de la Biblia”. “Tienes que entender la mentalidad de los religiosos que se separan del mundo: el mundo es el enemigo. No le entregas tus hijos al enemigo”. Los davidianos estaban convencidos de estar en una situación como los asedios religiosos de la antigüedad.
Desde entonces, Doyle ha visto como el lugar iba siendo colonizado con los años por estos grupos extraños. “Todos los 19 de abril (el día del asalto) organizo allí una ceremonia de recuerdo. Un año recibí una carta de unos que se llamaban República de Texas diciendo que querían hablar en el memorial. Al día siguiente, me llama otro de la República de Texas con lo mismo y le digo que sí pueden hablar. Se presentó allí un montón de gente armada y me dijeron que no les había contestado a su carta. Resulta que hay tres grupos distintos que se llaman República de Texas y se odian entre ellos”.
“Llevo años diciendo que puedo estar de acuerdo con mucho de lo que dicen estos patriotas de las armas, pero son muy radicales y cabreados”, dice el davidiano Doyle. “Si alguno de estos llega al poder nos echa de Texas o nos convierte en esclavos. Estoy viendo lo mismo en estas elecciones”. Él, que sí se podría considerar víctima directa del presidente Clinton, no tiene nada contra ellos. “Los Clinton heredaron esta situación y tomaron malas decisiones”, dice, en contraste con los derechistas que idolatran el asedio de Waco.
Doyle no votará, no cree que se pueda votar a alguien a quien no conoces. Mantiene intactas sus convicciones davidianas. Afirma que sigue esperando la resurrección de David Koresh.
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