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El bronce de una luchadora iraní en Río conquista a los ayatolás

El éxito de Kimia Alizadeh en taekwondo desata una euforia en Irán que los clérigos no pueden ignorar

La iraní Kimia Alizadeh Zenoorin, tras ganar el bronce en Taekwondo en Río 2016.Vídeo: LAURENCE GRIFFITHS (GETTY IMAGES)

La euforia de Irán por el bronce de la luchadora de taekwondo Kimia Alizadeh en los recientes Juegos Olímpicos de Río ha impulsado un giro en las actitudes de los grandes ulemas de ese país hacia el deporte femenino. Tras el éxito, que ha convertido a Alizadeh en la primera iraní con una medalla olímpica, el coste social de seguir ignorando el potencial deportivo de las mujeres se ha hecho demasiado alto. Ahora prefieren ver su participación como una oportunidad para fomentar el velo islámico en las competiciones internacionales.

“Agradezco a las deportistas que lucieron el velo islámico con orgullo ante todo el mundo, y en especial, a la que con el chador brilló como abanderada de la delegación iraní”, ha declarado el líder supremo, el ayatolá Ali Jameneí, en su mensaje de reconocimiento al equipo nacional.

De forma tácita, también invita a otros altos clérigos a mostrarse más tolerantes ante la presencia de las mujeres en competiciones de ese calibre. Aunque la máxima autoridad de la República Islámica siempre ha defendido la presencia de las iraníes en los campeonatos internacionales, ha seguido habiendo voces en contra. El que una mujer abanderara la delegación nacional en los Juegos Olímpicos de Pekín, en 2008, fue tachado por algunos ayatolás de contrario al islam.

“Que las mujeres participen en competiciones internacionales y exhibirlas en países extranjeros contradice los principios islámicos (…) Ahora no solo las envían a este tipo de eventos, sino que les permiten abanderar al resto de los deportistas”, censuraba entonces el gran ayatolá Ahmad Alamolhoda, imam de plegaria de la ciudad Mashhad.

Sin embargo, en esta ocasión, ese influyente clérigo ha hecho la vista gorda a que una deportista, la arquera Zahra Nemati, encabezara la delegación olímpica de su país. Además, ha utilizado su cuenta de Instagram para felicitar a Alizadeh por el éxito olímpico. Incluso le asegura que él no ha declarado nada en su contra: “todo lo que se me atribuye [al respecto] en el ciberespacio es pura mentira”. Alamolhoda concluye el mensaje dando su visto bueno a la presencia de las mujeres en los campeonatos internacionales en “espera de futuros éxitos”.

Esta actitud y las alabanzas de los sectores más conservadores al triunfo de la joven luchadora contrastan con las quejas del ayatolá Javadí Amolí contra los éxitos de las luchadoras de karate en los Juegos Asiáticos de 2014. Las palabras de quien es una de las fuentes de emulación más veneradas y seguidas por los chiíes de Irán se convirtieron en portada de muchos periódicos y revistas. “La perfección de la mujer es su maternidad (…) No es una virtud para nuestras mujeres dar una patada, pegar a alguien y traernos una medalla”, aseguraba.

Muchos iraníes discrepan. “En los bajorrelieves preislámicos se ve a las chicas jugando al polo junto a los hombres, estas limitaciones son un paso hacia atrás para nuestra sociedad”, opinaba un diplomático iraní tras la noticia del triunfo de Alizadeh en Río. Los periódicos la bautizaron como “la alquimista que convirtió el bronce en un metal más precioso que el oro”. Las redes sociales se llenaron de mensajes de felicitación.

Pero aún persisten muchos obstáculos para el acceso de las iraníes al deporte en igualdad de condiciones con los hombres. Uno de los más llamativos es la prohibición de que asistan a los estadios para ver partidos de los equipos masculinos de fútbol, voleibol u otras disciplinas. Aprovechando el tirón del éxito de Alizadeh, la vicepresidenta para Asuntos de la Mujer y la Familia, Shahindokht Molaverdi, ha vuelto a recordar el tema.

“Pasados 36 años de la revolución, el sistema debe encontrar una fórmula para la presencia de las mujeres en los estadios”, defendió durante una entrevista televisada el pasado jueves. No pretende, precisó, que “todos los estadios les abran sus puertas, pero se debe posibilitar que asistan a algunos deportes en el marco de los principios religiosos, legales y del sentido común”.

Sin hacerse ilusiones respecto al futuro del deporte femenino, las declaraciones de los ulemas apuntan a que la primera medalla olímpica lograda por las iraníes ha aumentado el coste de ignorar sus capacidades y méritos. Esto es especialmente cierto entre los jóvenes, que anhelan una apertura en el terreno social, aún muy marcado por la tradición machista. Resulta significativo que un ayatolá como Alamolhoda, que hace pocos años afeaba la presencia de las mujeres en las competiciones internacionales desde la tribuna de las plegarias de viernes, ahora haya cambiado de opinión y la difunda por un canal tan distinto como su cuenta de Instagram.

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