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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Desfile de modelos

Tras el fracaso del ejemplo turco, primero en Egipto e incluso en Turquía, solo en Túnez prospera un partido demócrata musulmán

Lluís Bassets
El nuevo jefe de Gobierno de Turquía, Binali Yildirim, y el presidente, Recep Tayyip Erdogan, el pasado domingo en Ankara.
El nuevo jefe de Gobierno de Turquía, Binali Yildirim, y el presidente, Recep Tayyip Erdogan, el pasado domingo en Ankara.AFP

Hace cinco años, cuando se produjeron las revueltas árabes de 2011, la experiencia de Turquía permitía argumentar acerca de la compatibilidad entre islamismo político y democracia, gracias a Recep Tayyip Erdogan y su Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP). Desde que alcanzó el Gobierno por las urnas en 2002, había protagonizado una década prodigiosa de modernización, crecimiento económico, construcción de infraestructuras, apertura de negociaciones para ingresar en la UE e incluso sujeción del poder militar al poder civil. Era el modelo turco, en el que el islam parecía compatible con la democracia, las libertades y la economía de mercado y, por supuesto, la OTAN, y que algunos pretendieron imitar en los países que se sacudían de encima a las dictaduras militares, como Egipto o Túnez.

Uno de estos partidos, el tunecino Ennahda (“renacimiento” en árabe), presidido por Rachid Ghannuchi, ha celebrado su congreso este pasado fin de semana precisamente para reafirmarse en su evolución democrática y constituirse como un partido político, democrático y civil, que deja para la mezquita la práctica religiosa y no quiere inmiscuirse en la vida privada. En los mismos días en que Ennahda reunía a sus militantes en Túnez, el AKP hacía lo propio en Ankara, en su caso para nombrar al nuevo primer ministro, Binari Yildirim, que sustituye a Ahmed Davutoglu, caído en desgracia ante Erdogan.

La auténtica prueba democrática es la alternancia. El talante democrático de un partido solo se comprueba en los hechos, cuando cede el poder a otro partido para que gobierne. El turco AKP todavía no ha conocido esta experiencia, y a juzgar por los propósitos presidencialistas de Erdogan, que quiere perpetuarse hasta 2023, fecha del centenario de la República, su voluntad de conocerla es más bien escasa. Ennahda, en cambio, cedió voluntariamente la jefatura del Gobierno en 2013 y ahora participa en un Gabinete de coalición como socio minoritario a pesar de que es el primer partido de Túnez.

El primer fracaso del modelo turco se produjo en Egipto, el país de donde surgieron los Hermanos Musulmanes, la cofradía más influyente en todo el mundo árabe e islámico con su proyecto de islamización de la sociedad previa a la toma del poder político. Sucedió allí lo que ha sucedido tantas veces anteriormente, en la propia Turquía o en Argelia, y es que las botas de los militares se impusieron a los votos de los islamistas, aunque también contribuyó la ineptitud de los Hermanos egipcios, asentados en una mayoría exigua e incapaces de gobernar para todos y de hacer una Constitución en la que todos cupieran.

Lo que no supieron hacer los Hermanos egipcios ha sabido hacerlo Ennhada, que ganó las primeras elecciones, participó en la elaboración de una Constitución inclusiva, en la que se garantiza la libertad religiosa y la separación entre religión y política, y se ha transformado ahora en lo más parecido a un partido demócrata musulmán, el equivalente de la democracia cristiana europea. El islam no es la solución, como decían los Hermanos egipcios. Turquía ya no es el modelo, como pretendía Erdogan. El modelo y la solución, por el momento, hay que buscarlos todavía en Túnez, allí donde empezó todo en diciembre de 2010 y el único lugar donde todavía se mantiene alguna esperanza.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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