El laborismo de Corbyn busca salvar la cara en su primer examen electoral
El retroceso que auguran las encuestas a la oposición en las elecciones municipales y regionales en Reino Unido no parece amenazar la continuidad del líder
Jeremy Corbyn, el veterano socialista que asumió hace siete meses el liderazgo del laborismo aupado por el desencanto y la rabia antiausteridad, se enfrenta este jueves a su primer gran examen en las urnas. Con un Gobierno dividido debilitado, las elecciones municipales y regionales brindan a la oposición una oportunidad de oro para crecer. Pero los sondeos le auguran un retroceso. Los rebeldes parecen haber descartado un desafío al constatar que el apoyo a Corbyn en las bases sigue intacto. Solo una debacle en Londres podría disparar la acción.
Los comicios entre elecciones generales suelen deparar castigos al Gobierno. La última vez que un partido en la oposición perdió apoyo en unas elecciones no generales fue en las municipales de 1985, cuando el auge de la alianza entre los liberales y el escindido Partido Social Demócrata hirió al laborismo de Neil Kinnock. Incluso oposiciones débiles, como la del conservador Iain Duncan Smith o las de los laboristas Michael Foot y Ed Miliband, saborearon éxitos municipales antes de caer en las generales.
Al éxito de Miliband en las municipales de 2012 contribuyó la presentación de unos impopulares Presupuestos, los terceros del todavía canciller del Exchequer, George Osborne, que pasaron a la historia como las cuentas de la “ruina para todos”. Pero los presentados el pasado mes de marzo no se quedaron cortos en impopularidad: los recortes llegaron incluso a provocar la dimisión del ministro de Trabajo, el propio Iain Duncan Smith, que acusó al Gobierno de “traicionar a los pobres”.
Además, el partido conservador en el poder se encuentra sumido en una cruenta batalla interna, dividido ante el referéndum por la permanencia del país en la Unión Europea del próximo 23 de junio. El NHS, el intocable servicio de sanidad pública, está en pie de guerra después de una serie sin precedentes de huelgas de los médicos. Y, por si fuera poco, la popularidad del primer ministro pasa por horas bajas después de haberse visto forzado a admitir, acorralado por los papeles de Panamá, que se benefició de un fondo offshore de su padre.
Las encuestas, sin embargo, predicen que el partido de Gobierno ganará apoyos en las elecciones de este jueves y la oposición cosechara su peor resultado en 31 años. En Escocia el laborismo sigue perdiendo apoyo y, por primera vez desde los años 50, podrían verse superados por los conservadores, que liderarían la oposición al todopoderoso nacionalismo de Nicola Sturgeon. En Gales los laboristas retendrían su mayoría en la Asamblea, aunque con importante pérdida de escaños. Y en Inglaterra, podrían perder casi dos centenares de representantes en los consejos municipales.
Jeremy Corbyn prometió el martes que no perderá escaños en las elecciones locales. Se trata de un desafío a las encuestas que deja claro dónde habrá que medir el éxito o fracaso de la oposición. Pero hay quien, desde sus propias filas, le acusa también de escasa ambición. El diputado Michael Dugher, recurrió al inevitable símil futbolístico antes de que se consumara el reciente milagro de la Premier League. “Como el Leicester, deberíamos estar luchando por el título”, escribió en Twitter el pasado 24 de abril. “En vez de eso, sonamos como el Villa, resignados al descenso”.
Un mal resultado en las elecciones de este jueves no parece suficiente, no obstante, para que los diputados críticos con Corbyn, que salió elegido en septiembre con más apoyo entre las bases que entre el aparato del partido, se decidan a lanzar la ofensiva para derrocarlo como líder que lleva gestándose desde que salió elegido. La empresa de sondeos YouGov advirtió de que Corbyn sigue muy por delante de cualquier candidato alternativo entre las bases del partido.
Por lo menos, el campo parece despejado de amenazas para Corbyn hasta el referéndum sobre la permanencia en la UE del próximo 23 de junio. Todos coinciden en que cualquier batalla por el liderazgo sería una distracción irresponsable ante la gravedad de la decisión que deben tomar los británicos
Solo una derrota en Londres podría acelerar los acontecimientos. El candidato laborista, Sadiq Khan, llega con una cómoda ventaja sobre su contrincante tory, Zac Goldsmith. Todo indica que este jueves saldrá elegido como el primer alcalde musulmán de una capital occidental. Pero, tras una cruenta campaña que ha acabado centrada en la raza y la religión, está por ver el efecto negativo que pueda tener en las aspiraciones de Khan el reciente escándalo de antisemitismo en las filas del Partido Laborista.
Mientras tanto, el movimiento ciudadano que aupó a Corbyn al liderazgo no muestra signos de flaqueza. Sigue dispuesto a demostrar que el giro a la izquierda del laborismo no es cíclico, sino que está aquí para quedarse.
El escándalo del antisemitismo pasa factura
El ruido sobre un desafío al liderazgo de Jeremy Corbyn volvió a oírse después de que el líder se viera envuelto, en plena campaña electoral, en una agria polémica por el supuesto antisemitismo en el seno de su partido. La semana pasada salieron a la luz los comentarios antisemitas escritos en Facebook en 2014 por una diputada laborista. Corbyn reaccionó suspendiendo de militancia a la diputada al día siguiente. Pero la cosa se agravó cuando Ken Livingston, exalcalde de Londres y viejo amigo del líder, la defendió y añadió otro comentario aún más inapropiado. Corbyn suspendió también a Livingston y puso en marcha una investigación interna para depurar un problema que acecha desde hace tiempo a ciertos sectores del partido. Reaccionó tarde, según sus críticos.
El candidato a la alcaldía de Londres, el musulmán Sadiq Khan, que se enfrenta al conservador Zac Goldsmith (judío), dijo que la polémica había perjudicado a su campaña y que se sentía “muy descontento” con la manera en que Corbyn y su equipo habían manejado la crisis. El miércoles, la candidata laborista a ministra principal de Escocia, Kezia Dugdale, aseguró que la furia desatada por el asunto ha perjudicado también sus propias opciones.
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