¡Todo el poder para los sóviets!
Una amplísima asamblea de militantes, lo que más se puede parecer a los consejos de obreros y de soldados que proliferaron por Europa en la segunda década del siglo pasado, decidirá hoy domingo si Artur Mas debe ser investido presidente de la Generalidad de Cataluña. Pronto hará cien años de aquel momento especial y peligroso en que se instalaron unos consejos en Turín y Munich, Berlín y Budapest, con el propósito de destruir el orden burgués e instaurar uno nuevo, proletario y revolucionario. Algunos fracasaron y fueron duramente reprimidos, otros tomaron el poder por las armas durante pocos días, pero ninguno se hizo tan famoso como el consejo —sóviet en ruso— de Petrogrado, almendra fundadora de la Unión Soviética, una de las dos experiencias totalitarias más sanguinarias y tenebrosas del sanguinario y tenebroso siglo XX.
Parece que ahora están aquí de nuevo, esta vez afortunadamente sin fusiles ni bayonetas, más bien con pocos obreros y ningún soldado, muy pacíficos y desorganizados, pero con un espíritu similar a la hora de romper las instituciones de la democracia representativa y desbordar el Estado de derecho hasta tomar el poder en nombre de un mito que no ha cambiado: el del pueblo soberano, que en este caso es el pueblo catalán.
La presidencia que la asamblea popular puede otorgar a Mas no es tan sólo una frágil magistratura tasada en el tiempo y en propiedad sin poderes de disolución, sino también cuarteada y compartida con tres presidentes de unas comisiones que configuran la presidencia y el gobierno corales anunciados desde el primer día por la CUP. La pulsión asamblearia se traslada así al ejecutivo, aunque la dispersión de poder dará lugar a una auténtica tetrarquía, una antigua figura que la riquísima tradición política catalana aún no había ensayado.
JxSí no ha intentado ni siquiera montar una apariencia de aprobación o de rechazo en paralelo el mismo día del acuerdo, preparado bajo la vigilancia benevolente de la CUP sin aprobarlo, siempre a expensas de la decisión asamblearia. Al final, tres meses después, todo el poder es para la asamblea, consejo o sóviet de Sabadell. Chapeau por la astucia de los maquiavelos del bolchevismo catalán y vergüenza imborrable para los dirigentes de JxSí y sobre todo el presidente Mas, que ha mostrado su desnuda impotencia y su brutal irresponsabilidad. No será presidente ni siquiera con los votos de la CUP: será, como máximo, un tretarca vergonzante. Y si la CUP le rechaza, mejor que no vuelva a probarlo en las elecciones de marzo, cuando le harán la cama sus amigos de Esquerra Republicana.
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