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Holanda concluye que un misil de fabricación rusa derribó al MH17

El Consejo para la Seguridad apunta que el proyectil fue lanzado desde el este de Ucrania, pero no se menciona quién lo hizo

Foto: reuters_live | Vídeo: REUTERS LIVE / MICHAEL KOOREN (REUTERS)
Isabel Ferrer

Un misil Buk de fabricación rusa, disparado desde el este de Ucrania, causó el 17 de julio de 2014 el desastre del vuelo MH17, donde perecieron 298 personas. Según el Consejo Holandés para la Seguridad, “el proyectil alcanzó el aparato por el lado izquierdo y fue lanzado desde algún punto al sureste de la localidad de Grabovo, con una superficie de 320 kilómetros cuadrados”. Los investigadores solo se centran en aspectos técnicos y por eso no señalan culpables.

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Sin embargo, después de presentar el informe ante el Parlamento, Tijbbe Joustra, presidente del Consejo, ha dicho al rotativo De Volkskrant “que si bien las líneas de demarcación fluctúan, el lugar estaba en aquel momento en manos de separatistas prorrusos”. Moscú niega cualquier relación con la tragedia y ha calificado el informe de falso. La Fiscalía General holandesa del Estado considera ahora los hechos un atentado, y su instrucción estará lista en 2016.

El Consejo criticó a las autoridades ucranias por no haber cerrado su espacio aéreo por precaución. “El día del desastre, 61 compañías aéreas de 32 países sobrevolaron los cielos del este de Ucrania. Hasta que fueron clausurados, cruzaron 160 aviones. El MH17 pasó a unos 10 kilómetros de altura y nadie consideró que hubiera riesgos”, señaló Joustra.

Ni el Gobierno holandés ni sus servicios de espionaje disponían de información sobre amenazas contra aviones civiles, “pero solo se pensó en términos bélicos, no de aviación comercial”, añade el informe. Sus autores provienen de Malasia, Ucrania, Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Australia y la propia Holanda, que perdió a 196 de sus compatriotas.

El Buk es en realidad una lanzadera rodante provista de un radar para detectar los aviones enemigos con un proyectil que supera en tres veces la velocidad del sonido. Dos milisegundos antes de que el Boeing 777 de Malaysia Airlines, que cubría la ruta entre Ámsterdam y Kuala Lumpur, fuera derribado, los micrófonos de a bordo registraron un pitido. “La grabación de la cabina de mandos se interrumpió de forma abrupta y solo se oye una ola de sonido procedente del exterior, correspondiente al momento del estallido”.

Explosión

Los investigadores han descartado un incendio o el impacto de un meteorito. Tampoco hubo problemas técnicos ni aparecieron restos de alcohol o drogas en los cadáveres de los pilotos. Como el misil destruye su objetivo con una explosión de proximidad —no por impacto directo— “miles de pequeños objetos metálicos chocaron contra la aeronave sin desintegrarla del todo en el aire”. Los pedazos de fuselaje, y los restos de las víctimas, acabaron esparcidos en un radio de 50 kilómetros cuadrados.

Antes de publicarse el informe, la empresa rusa Almaz Antey, fabricante de los misiles Buk, aseguró en Moscú que el Consejo holandés estaba equivocado. Joustra contestó enseguida que le resultaba “peculiar ver cómo hay gente que rechaza un documento sin conocerlo”. Para los 600 familiares de las víctimas (en total de 10 nacionalidades) la jornada fue muy dura.

En la base militar de Gilze Rijen, al sur de Holanda, se ha reconstruido la cabeza del avión, y muchos han preferido no verlo en persona. Para ellos, lo más importante es saber si sus seres queridos se dieron cuenta de lo que pasaba. Los expertos aseguran que los pilotos perecieron al instante. “Una parte de los pasajeros murió en el momento del impacto. La pérdida de presión del aparato dejó inconsciente al resto y ninguno pudo sobrevivir a la caída”. El Consejo lamentó asimismo “la mala coordinación de las instancias oficiales holandesas que afrontaron la crisis” y retrasaron hasta cuatro días la aparición de la primera lista de fallecidos.

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