Japón enciende su primer reactor nuclear tras el desastre de Fukushima
La mayoría de la población se opone al regreso a la energía atómica
El barbecho nuclear de Japón ha terminado. Tras meses de comprobaciones, este martes se ha encendido el primer reactor, después de dos años de parón absoluto a raíz de la catástrofe de Fukushima en marzo de 2011, el peor desastre atómico del mundo en un cuarto de siglo. La central de Sendai, en la isla de Kyushu, en el sur del país, espera poner en funcionamiento un segundo reactor en octubre.
“El reactor número 1 de la planta de Sendai ha empezado a funcionar a las 10.30 (03.30 hora española)”, ha confirmado la compañía Kyushu Electric Power, propietaria de la central. El artefacto, de 31 años de antigüedad y de 890 megavatios, tardará unas doce horas en calentarse y no empezará a generar electricidad hasta dentro de dos o tres días. Si todo transcurre según lo previsto, alcanzará su plena potencia en unos 10 días. Tras una última revisión de seguridad, en septiembre podrá comenzar su uso comercial.
El encendido de los reactores es uno de los asuntos más sensibles y que más divide a la sociedad japonesa. El Gobierno del primer ministro Shinzo Abe insiste en la necesidad de recuperar la energía nuclear para la solvencia económica del país y recuerda que las nuevas normas de seguridad bajo las que deben operar los reactores son mucho más estrictas que antes. Pero encuestas como la publicada el lunes por el diario “Mainichi Shimbun” apuntan que aproximadamente un 57% de la población rechaza la energía nuclear. Solo un 30% la apoya.
Abe no atraviesa su mejor momento para tratar de persuadir a sus ciudadanos. Su popularidad se encuentra en el momento más bajo de su mandato, en el 32%, muy lejos de la aceptación superior al 50% de que gozaba hace apenas ocho meses, tras renovar con facilidad su mandato en unas elecciones anticipadas. A su resistencia a retomar la vía nuclear, los votantes suman sus dudas sobre la iniciativa del primer ministro para dar un mayor papel en el exterior a las fuerzas armadas niponas.
Los partidarios de acabar con el parón alegan que Japón es un país con escasos recursos energéticos y necesita la energía nuclear para evitar costosas importaciones de fuentes alternativas. Otros, como el gobernador de la prefectura de Kagoshima, donde se encuentra la central de Sendai, apoyan el encendido por los beneficios económicos que pueda aportar a su región, incluidos generosos subsidios. Las compañías eléctricas han ejercido también fuertes presiones ante las pérdidas que les causaba la compra en el extranjero de combustibles fósiles y la adaptación de sus plantas nucleares a unas medidas de seguridad mucho más exigentes.
Quienes se oponen defienden la potenciación del sector de las energías renovables y alegan preocupaciones sobre la seguridad. Es palpable el temor a una segunda catástrofe como la de Fukushima Daiichi. Los escapes radiactivos tras el fallo de la central a raíz de un terremoto y tsunami devastadores obligaron a la evacuación de 160.000 personas. La gran mayoría aún no ha regresado. Por seguridad, el resto de las centrales japonesas fueron apagando sus 48 reactores. La última, Oi, en el oeste del país, echó las llaves en septiembre de 2013.
La energía nuclear “no trae nada bueno, es mejor que no se reanude. 100.000 yenes al mes (unos 730 euros, la ayuda que la propietaria de Fukushima Daichi, Tepco, paga mensualmente a cada uno de los afectados) no merecen la pena”, dice Chikako Katayose, una jubilada que reside ahora en Iwaki, a unos 50 kilómetros de la central, tras verse obligada a abandonar su hogar en Narahamachi, en la zona de exclusión de 20 kilómetros a la redonda en torno a la planta atómica.
Los contrarios al fin del parón se han manifestado con regularidad en Tokio o frente a la propia central de Sendai. Las protestas continuaban incluso este martes ante la residencia oficial del primer ministro y ante la planta nuclear. Entre otras cosas, los concentrados denunciaban su preocupación sobre unos planes de evacuación de esa zona en caso de desastre que, según aseguran, son insuficientes.
Las normas obligan a que los gobiernos locales en las áreas donde se encuentre una central nuclear deben diseñar planes de evacuación para los residentes en 30 kilómetros a la redonda de la instalación. Pero muchas de estas plantas se encuentran en lugares aislados y donde buena parte de la población, entrada en años, necesitaría asistencia especial para poder huir.
“Los planes de la prefectura son poco realistas”, asegura al diario “Japan Times” Katsuhiro Inoue, concejal del Partido Comunista de Japón en el Ayuntamiento de Satsumasendai, la localidad donde se encuentra la planta de Sendai.
Hoy día Japón cuenta con 43 reactores considerados operables. En total, 25 de ellos en 15 plantas han solicitado permiso para volver a funcionar. Por el momento, el organismo regulador solo ha declarado aptos a 5, repartidos en 3 centrales nucleares.
Según el catedrático retirado de Física Nuclear en la Universidad de Hiroshima y superviviente de la bomba atómica Hiromi Hasai, “la decisión de retomar o no la energía nuclear debe corresponder a los japoneses. Pero para decidir deben tener toda la información posible, y eso incluye toda la información sobre los riesgos de la energía nuclear”.
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