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Ninguno, menos Bibi

Netanyahu se dispone a consagrar su política con un cuarto mandato como primer ministro

Netanyahu visita el Muro de las Lamentaciones.Foto: atlas
Juan Carlos Sanz

Sonreía mientras cantaba victoria. Parecía feliz al lado de su inseparable esposa, Sara, sobre la tribuna del Likud en Tel Aviv ya entrada la madrugada del miércoles. Celebraba el éxito de su partido en las legislativas cuando los sondeos a pie de urna todavía reflejaban un empate con el candidato laborista, Isaac Herzog. Sin duda ya sabía que iba a ganar, pero Benjamin Netanyahu saboreaba aún mucho más su triunfo contra los sondeos, que preveían su derrota, y sobre todo el fracaso de la derrota de la campaña de la oposición, empeñada en apearle del poder a toda costa bajo el lema Cualquiera, menos Bibi. “Netanyahu solo nos traerá más de los mismo”, advertían los analistas políticos de la izquierda.

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Ahora es el mismo Netanyahu que fue el primer ministro más joven de la historia de Israel entre 1996 y 1999 el que aspira a convertirse en el jefe de Gobierno que más tiempo ha ejercido el poder, con su tercera victoria electoral consecutiva desde 2009. Nieto de un rabino e hijo de un historiador, Netanyahu (Tel Aviv, 1949) vivió y estudió en Estados Unidos antes de alistarse para combatir en la guerra de los Seis Días (1967) y participar en operaciones de comando en la Guerra del Yom Kipur (1973).

Se graduó más tarde en la Universidad de Harvard. Embajador de Israel ante la ONU, ministro de Asuntos Exteriores, titular de Finanzas, líder del Likud…, con más de tres décadas de experiencia política a la espalda, Netanyahu ha demostrado tener suficientes recursos como para ganar unas elecciones que a finales de la semana pasada responsables de su partido daban por perdidas.

La muerte de su hermano mayor Jonatan en la operación del aeropuerto de Entebbe (Uganda) contra un grupo palestino que había secuestrado en 1976 a un centenar de pasajeros israelíes le dejó una profunda huella y marcó su política de lucha sin cuartel contra el terrorismo internacional.

Bajo sus sucesivos Gobiernos los asentamientos judíos se han expandido en Jerusalén Este y Cisjordania, donde hoy viven unos 650.000 colonos. Su compromiso en la recta final de la campaña de no permitir la creación de un Estado palestino si se mantenía en el poder parece haber estado detrás de su avance en las urnas, a la vista del desplome de los partidos que tradicionalmente concentran el voto de los colonos.

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Al volver a ser elegido jefe de Gobierno en 2009, tras una década de travesía del desierto como socio menor de coaliciones o líder de la oposición, Netanyahu se mostró a favor de la solución de los dos Estados en un discurso pronunciado en la Universidad de Bar Ilan. Pero abandonó esa doctrina, defendida por la comunidad internacional como salida al conflicto palestino, y hace un año dio por cerrado el diálogo directo con la Organización para la Liberación de Palestina. Durante su último mandato Israel mantuvo en Gaza su operación militar más larga (50 días) desde la guerra con países árabes que siguió a la independencia de Israel en 1948.

En el ojo del huracán de su última campaña electoral se ha situado el polémico discurso que pronunció el pasado día 3 ante el Congreso de Estados Unidos, en un abierto desafío a la negociación nuclear emprendida por la Administración de Barack Obama con el régimen de Teherán. El presidente de EE UU tendrá que seguir lidiando hasta el final de su mandato, a comienzos de 2017, con un primer ministro israelí que se ha mostrado más cercano a la oposición republicana que a la Administración demócrata.

Visceral, aunque con sentido del humor, como ha demostrado en sus vídeos de propaganda electoral, el líder del Likud es un liberal convencido en materia económica, que ha reducido el peso del gasto del Estado en Israel para impulsar el crecimiento. Pero en sus últimos seis años de Gobierno las desigualdades sociales se han extendido en el país, según los informes de la OCDE. La carestía de la vida y el elevado coste de la vivienda desataron en 2011 un amplio movimiento de indignación social sin precedentes en Israel.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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