Los siete vicios terrenales
En tiempos de crisis se redoblan las carencias de las redacciones, pero algunas no son de obligado 'cumplimiento'
En tiempos de crisis, cuando casi cualquier inversión es difícilmente rentable, se redoblan las carencias de las redacciones, pero algunas no son de obligado cumplimiento y su eliminación mejoraría el funcionamiento de los periódicos. He elegido aquí siete vicios terrenales igualmente predicables tanto para el impreso como el digital.
1. La capacitación. El periodismo es un aprendizaje constante, pero es en los primeros años cuando se adquieren unos hábitos con los que conviviremos para siempre. En mi curso anual de Cartagena con la Fundación de Gabo pido que los alumnos no tengan más de tres o cuatro años de experiencia porque para luego es tarde. Y los diarios gastan cada vez menos en la capacitación de sus periodistas. Saben que es bueno y luce bastante contratar a algún profesional conocido para que dé una charla a la redacción, una mañana entera si hay suerte, o a lo sumo, talleres de unos días. Pero una vez cumplido el ritual se olvida lo aprendido, porque la parte de la redacción que no ha asistido a esos ejercicios espirituales, se come a los afortunados. Corolario: todo lo que no sea crear un núcleo o fuerza de arrastre mayoritario que se imponga a la inercia pre-existente no basta. China inventó la pólvora y la imprenta, pero como creaciones de la Corte, sin fuerza de arrastre social. Esto es lo mismo: la dicha de unos pocos será la indiferencia o incluso reticencia de los más.
2. La experiencia. Una redacción es una combinación alquímica de seniors, veteranos en sazón y jóvenes con ganas de devorar el mundo. Cada periódico tiene su peso atómico, con lo que mal podemos establecer una receta de proporciones precisas, pero las estrecheces reinantes impulsan hacia una sustitución de periodistas más que probados por jóvenes inexpertos, que por sí solos no resuelven la ecuación. La inversión en personal de calidad sigue siendo la más rentable para cualquier empresa.
3. Unidades de investigación. Nadie lo discute. El periodismo de investigación es una de las respuestas a la crisis. Hace ya muchos años que se crearon los primeros equipos, que se mantienen o han caído en relativo desuso porque investigar es caro. Pero la proliferación de esos equipos tuvo un rebote malsano. Como ya había quien investigaba las secciones dejaron de hacerlo y el resultado fue que la investigación se convirtió en un lujo, cuando es toda la redacción, o por lo menos los reporteros, quienes deben dedicarse a ello. En algunos diarios de América Latina he propuesto que se dividiera la redacción en dos bloques: el diarismo y la investigación, como vasos comunicantes en los que el primer elemento debería ir reduciéndose, tanto cuanto pudiera crecer la investigación, hasta alcanzar ese peso atómico ideal para cualquier publicación.
4. Cultura. El desmedro de nuestros diarios quizá se nota más en la sección de Cultura que en ninguna otra, reducida frecuentemente como está a una cartelera de actos, gacetillas que limosnean el anuncio, cuando si hay una sección donde la investigación, esto es auscultar el fenómeno venidero con la oreja pegada al suelo, es Cultura. Menos noticias puntuales y más artículos de fondo y entrevistas a quien lo merezca, para esa espeleología periodística de lo que no se ve, como hacen los anglosajones.
5. Internacional. Aquí solo podemos llorar. Material de agencias no siempre bien cortado y pegado, para dar al lector una visión innecesaria de la realidad. Y quien no tenga medios propios, como son corresponsales y enviados, que no se canse, porque lo que se pueda contar lo han hecho ya televisiones y radios, aparte de los periódicos que sí poseen esos medios. Inviértase en secciones donde se pueda hacer la diferencia: local, nacional, cultura, sociedad -si alguien sabe en qué consiste- y déjese un espacio reducido para contar escueta pero dignamente lo que pasa en el mundo.
6. Agenda propia. Va de suyo que tiene que ver con el periodismo de investigación, del que es la resultante. Y su objetivo es colocar en el mercado periódicos que no se confundan con la competencia y permitan decir al lector que las cuestiones que le interesan las encuentra solo en 'su' periódico, lejos de esa cotidianeidad donde las publicaciones se distinguen principalmente por quienes atacamos y quienes nos atacan.
7. La publicidad. En estos tiempos nadie puede permitirse el lujo de rechazar un anuncio. Pero eso no debería equivaler a someter el trabajo de redacción a un yugo que lo daña gravemente. El publicitario ni debe aparecer por la redacción y si tiene cosas que decir es a los responsables editoriales a quienes debe referirlo, para que ellos determinen la conducta a seguir. Cada uno en su casa y Dios en la de todos.
Y un remate genérico. Un periódico bien dirigido se mueve en dos grandes dimensiones. La horizontal que es la del debate en la redacción sobre lo que hay y como contarlo, y la vertical, que es la de la toma de decisiones cuando se ha agotado, con acuerdo o sin él, la fase asamblearia. Y entonces toca la erradicación de esos siete vicios terrenales.
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