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Columna
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París como revulsivo

Usemos este 11-S europeo como revulsivo de una Europa ensimismada que ha dejado de creer en sus posibilidades

Francisco G. Basterra

La condena del ataque a las libertades sufrido en París, en el corazón de la Europa de la Ilustración, no ha sido seguido por otra condena a los musulmanes que viven entre nosotros, solo el 4% de la población europea, una cifra que destroza el argumento de la supuesta islamización del Viejo Continente. La sensata respuesta de la ciudadanía europea es la contraria a la buscada por los terroristas que perpetraron la matanza. Franceses de origen musulmán, educados en la escuela laica, buscaban la polarización, la respuesta de la ley del Talión. Y no lo han logrado. Un primer triunfo de la civilización sobre el oscurantismo tras un horrendo ataque contra nuestra común humanidad, que cobija por igual a musulmanes, judíos, cristianos, o ateos.

Destaca la reacción del alcalde, holandés de origen musulmán, de Rotterdam. “Si no te gusta la libertad de la que disfrutamos aquí, haz la maleta y lárgate”. Nada más. No responderemos con vuestras armas. Un tuit que ha circulado entre la población musulmana en Europa reclama el antiguo principio de Voltaire: “Soy Ahmed, el policía muerto. Charlie ridiculizaba mi fe y mi cultura, y morí defendiendo su derecho a hacerlo”. Los criminales han logrado el efecto contrario: reafirmar la unidad nacional en Francia y en Alemania.

Tanto Hollande como Merkel han admitido que el islam forman parte de sus países y su cultura, herejía para el Frente Nacional (FN) y para los islamófobos de Pegida. En la gran marcha de París hemos visto un nuevo patriotismo democrático, republicano, inclusivo, frente al nacionalismo de exclusión del FN. En Berlín, el presidente del Consejo Central Musulmán garantizó su compromiso incondicional con la sociedad abierta alemana. ¿Cabe reconciliar el islam con la libertad de expresión?

El sentimiento de unidad y humanidad compartida decaerá pronto. Reflexionemos sobre las medidas excepcionales: policiales, de inteligencia, vigilancia más intrusiva aún en las comunicaciones, que Europa se propone adoptar en la lucha contra el yihadismo. Sin sobreactuar y solo con autorización judicial. Para ser capaces de mirarnos en el espejo. Ejercemos el derecho a la legítima defensa. Usemos este 11-S europeo como revulsivo de una Europa ensimismada que ha dejado de creer en sus posibilidades, palanca para un renacimiento de la UE como bastión de valores universales.

Los 1.600 millones de musulmanes no son culpables pero hay un problema de extremismo en el islam, que no es monolítico. Ni la libertad ni el pluralismo son valores exclusivamente europeos. Hace 20 años, Salman Rushdie le decía a EL PAÍS que lo que ocurría —y ocurre aún— en los países islámicos es una confrontación entre el fundamentalismo y la modernidad, una lucha por saber quiénes son los dueños de las palabras; la misma que tuvo lugar en Europa en el siglo XVIII. También entonces la libertad debió establecerse en contra de los poderes religiosos. ¿Puede reformarse el islam sin abrazar el laicismo?

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