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Columna
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El califato contra Europa

La mejor defensa de la libertad es mediante el ejercicio de la libertad

Lluís Bassets

El califato ya está aquí. Sus experimentados matadores ya han actuado dentro de Europa para que nos enteremos de sus propósitos, el primero y más importante, terminar con nuestra libertad, la libertad de los europeos, un bien que solo apreciamos cuando lo perdemos.

Sus guerreros han alcanzado el corazón de la libertad de expresión, el consejo de redacción entero de Charlie Hebdo, la revista satírica que más ha destacado en la defensa de esta libertad que necesariamente debe alcanzar a los personajes, los símbolos y las creencias de todas las religiones. La libertad no es divisible y debe incluir necesariamente el derecho a la demolición de religiones y mitos. Esto y no otra cosa es Europa, y el día que renunciemos a esa libertad, Europa ya no será Europa, sino otra cosa, un territorio colonizado por el fanatismo.

Europa debe defenderse de los guerreros del califato. Con el Estado de derecho, por supuesto. También con todos los medios policiales e incluso militares si hace falta. Pero siempre dentro de la ley y del respeto a los valores y a los principios liberales sobre los que se ha construido, la defensa a ultranza de la libertad de expresión entre los más destacados.

El califato quiere terminar con la libertad de los europeos y su actuación violenta lo busca por dos caminos, igualmente perversos ambos. El de la renuncia a la libertad, mediante la imposición de legislaciones restrictivas a la libre expresión de las ideas, incluido el derecho irrenunciable a la blasfemia: solo las personas tienen honor y derecho a defenderlo en los tribunales, no lo tienen los dioses, los símbolos o los mitos, sean cristianos o judíos, islámicos o laicos. El otro camino, aparentemente en el otro extremo, es la utilización de medios mimetizados de los terroristas, es decir, restringir el Estado de derecho y las libertades políticas, admitir la tortura y el secuestro, con la excusa de que todo ello sirve para mejor combatir al terrorismo, como hizo Bush en su día con el fracaso que todos conocemos.

El futuro de Europa, en contra de lo que piensa el Frente Nacional francés o los alemanes de Pegida (Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente), depende de la llegada de inmigrantes en grandes proporciones en los próximos años, que en una buena parte serán ciudadanos de religión islámica. Si no somos capaces de integrar y respetar a esos inmigrantes, Europa desaparecerá.

Nadie como los islamófobos europeos hacen mejor el juego al califato, con el que coinciden en su idea de un islam rigorista basado en una lectura literal del Corán, pero deben ser sobre todo los propios musulmanes y sus representantes, así como los Gobiernos más significativos, como el turco o el saudí, quienes se distancien de forma convincente de esta forma salvaje de entender su religión.

Los asesinos gritaban que habían vengado al profeta y que Dios es grande. ¡Vaya profeta debe ser el que ellos dicen defender con la muerte a sangre fría! ¡Cómo debe ser ese Dios cuya grandeza exaltan con sus manos manchadas de sangre! Nadie decente puede dejar de blasfemar contra profetas y dioses de tal calaña, y eso es lo que va a suceder con mayor intensidad a partir de ahora.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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