_
_
_
_

La Explanada de las Mezquitas se convierte en otro frente en Jerusalén

La Policía israelí mata a un palestino sospechoso del ataque a tiros a un judío en Jerusalén

Jóvenes palestinos lanzan cócteles molotov en Jerusalén.
Jóvenes palestinos lanzan cócteles molotov en Jerusalén.Mahmoud Illean (AP)

Jerusalén vive un nuevo episodio de máxima tensión alimentado por la violencia y el extremismo. El atentado que dejó herido muy grave a un activista de la ultraderecha nacionalista religiosa israelí, el posterior cerco policial y muerte del palestino sospechoso de perpetrar el ataque y la decisión israelí de decretar el cierre —insólito en 47 años— de la Explanada de las Mezquitas [conocida como templo del Monte para los judíos] dispararon las tensiones que agitan la ciudad en los últimos meses. Para el presidente palestino, Mahmud Abbas, este bloqueo es una “declaración de guerra contra los palestinos, sus lugares santos y la nación árabe e islamica”. Israel anunció anoche que reabrirá el recinto para el rezo de hoy.

Las muertes de adolescentes judíos y palestinos, la devastadora ofensiva israelí sobre Gaza y la ampliación de las colonias en territorio ocupado han derivado en los últimos meses en enfrentamientos constantes de un nivel desconocido desde la segunda Intifada (2000-2005).

Más información
Un coche embiste a ocho peatones y mata a una bebé en Jerusalén
El tranvía de Jerusalén se convierte en nuevo epicentro del conflicto
La fiscalía revisa el veto de que los palestinos tomen autobuses israelíes
Israel planea ampliar con mil casas más las colonias de Jerusalén Este

La nueva crisis explotó el miércoles, cuando hacia las once de la noche (una hora más que en la España peninsular) fue tiroteado en Jerusalén Yehuda Glick, un rabino y colono nacido en EE UU tan conocido como polémico. Glick, de 50 años, reivindica la reconstrucción del Templo de Salomón sobre el espacio que hoy dominan las mezquitas de Al Aqsa y La Roca, ubicadas en la denominada Explanada de las Mezquitas; el lugar donde la tradición judía ubica la piedra sobre la que Abraham iba a sacrificar a Isaac y el sancta santorum, la columna espiritual del templo. Glick es parte de un creciente movimiento político que presiona para cambiar el statu quo que rige en la Explanada de las Mezquitas desde la ocupación, en 1967. Autoridades religiosas jordanas gestionan el recinto —sagrado para el islam y el judaísmo y el lugar más sensible de la ciudad—, donde rezan los musulmanes. Los judíos pueden visitarlo pero no orar allí.

Glick, que ha sido detenido varias veces al tratar de acceder con objetos litúrgicos a la Explanada, salía de una convención anual para promover la presencia judía en el recinto sagrado cuando un motorista se le acercó, le preguntó su nombre y le disparó tres tiros. La moto se dio a la fuga pero hacia las cinco de la mañana una unidad especial antiterrorista accedió a una casa del barrio de Abu Tor —al lado del lugar del ataque— y asedió a Muatnaz Hijazi, de 32 años, que estuvo encarcelado entre 2000 y 2012, por “actividades terroristas”. Según el portavoz de la policía, Micky Rosenfeld, el palestino ofreció resistencia, disparó a los agentes, que lo mataron. La familia sostiene que lo sacaron de la cama y lo golpearon antes de dispararle, según la agencia palestina Maan. Su padre y su hermano fueron detenidos. Los datos de inteligencia, abunda Rosenfeld, apuntan a que Hijazi fue quien trató de asesinar a Glick, aunque la investigación sigue abierta. No obstante, nadie reivindicó el ataque. Varios medios locales apuntan un posible vínculo con la Yihad Islámica.

Israel cierra la Explanada de las mezquitas, aunque prevé reabrirla para el rezo del viernes

En paralelo, el Gobierno israelí desplegó un operativo especial de vigilancia, que se sumaba a los 2.000 agentes presentes en la ciudad después de que el día 22, un palestino arrollara a un grupo que esperaba el tranvía y matara a dos isralíes.

El Gobierno de Benjamín Netanyahu se escudó en la seguridad para decretar el cierre total de la Explanada de las Mezquitas, lo que no ocurría desde que en 1967 Israel ocupó Jerusalén Este, donde se ubica el recinto. En 2000, con la visita del entonces jefe de la oposición, Ariel Sharon, que inició la segunda Intifada, el bloqueo fue intenso, pero algunos ancianos pudieron entrar a orar.

La medida es inédita aunque los vetos temporales de los varones jóvenes o de mediana edad son frecuentes. Esta vez se impidió el acceso también a los turistas y a los 500 estudiantes de la madrasa, por lo que los musulmanes de la ciudad rezaron en la cercana Vía Dolorosa. Las autoridades prohibieron a los vecinos del barrio musulmán de la Ciudad Vieja salir de él y a los árabes del resto de la ciudad, entrar.

Nabil Abu Rudeina, portavoz del presidente palestino, declaró que los santos lugares son una “línea roja”. “Es un desafío descarado y una conducta peligrosa” y responsabilizó a Israel de la escalada. Netanyahu acusó, a su vez, a Abbas de alentar el enfrentamiento con “su incitación”, recordando unas declaraciones en las que éste reclamaba que se alejara a los judíos de Al Aqsa “a cualquier precio”. Ambos líderes coincidieron en pedir la mediación de la comunidad internacional.

El vaso no ha desbordado por una gota. La situación actual es fruto de meses de intenso desgaste de la convivencia forzada en la ciudad. La muerte, quemado vivo por israelíes, del adolescente palestino Mohamed Abu Jadair, incendió su barrio y los alrededores durante cinco días. Hubo 10 intentos de linchamiento de árabes y dos de judíos. Poco antes, habían sido hallados los cuerpos de tres israelíes en Cisjordania.

Inmediatamente comenzó la ofensiva sobre Gaza, que causó 2.200 muertos. Desde verano se han aprobado 6.800 nuevas casas en territorios ocupados. Ya en las últimas semanas, las severas limitaciones de rezo en Al Aqsa y de acceso a la Ciudad Vieja a los musulmanes para dejar paso a los judíos durante sus fiestas generaron enfrentamientos constantes.

El barrio predilecto de los colonos

El barrio palestino de Silwan y los asentamientos israelíes incrustados en él forman parte del rosario de graves desencuentros que ha llevado a Jerusalén a esta nueva crisis. Este barrio de Jerusalén Este, a los pies de la Mezquita de Al Aqsa y a sólo una calle del Muro de las Lamentaciones, se ha convertido en una diana de los colonos. Su cercanía al lugar más santo del judaísmo siempre ha sido un imán. Lo grave es que en las últimas semanas han llegado familias colonas a 35 apartamentos, con las que se ha duplicado hasta 500 personas la población judía de este barrio de 40.000 palestinos.

En septiembre, la asociación Ateret Cohanim, que compra casas para colonos en la Ciudad Vieja, se hizo con estas viviendas a través de intermediarios árabes. Los vendedores creían que los compraba un palestino residente en el golfo Pérsico. No todas las familias son propietarias legales, sino que algunas han ocupado viviendas que estaban sin vender. Se instalaron en plena noche, con escolta, y los palestinos de Silwan se encontraron con el nuevo problema al levantarse.

A diferencia de los grandes bloques de colonias, separados de otros municipios o barrios y en los que los judíos viven en comunidad, en Silwan —como también en Hebrón— se encuentran pared con pared con los palestinos, en medio de viviendas de árabes, rodeados de alambrada y banderas de Israel, protegidos por la policía e incluso con vigilantes pagados por el Ministerio de Vivienda.

La ONG Paz Ahora sostiene que más preocupante aún es la elevada presencia en el barrio de turistas religiosos que acuden a la Ciudad de David, levantada sobre algunos de los escasos restos de la época del rey sobre el que basan su historia los judíos, informa France Presse. Las excavaciones prosiguen.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_