La campaña pone en cuestión el modelo de la política británica
El Gobierno no tiene ningún escenario previsto ante una posible división
La élite política británica, lo que en el argot se llama simplemente Westminster, parece haber sido cogida completamente por sorpresa por el auge de los independentistas escoceses en las últimas semanas. Así como hay bancos y grandes empresas que han preparado planes de contingencia, el Gobierno no ha preparado ningún escenario en el caso de una victoria del sí en el referéndum del 18 de septiembre. Y, sin embargo, la secesión de Escocia no solo tendría un gran impacto económico y geopolítico, con consecuencias en la Unión Europea y especialmente en países con tensiones territoriales como España, sino que pondría al propio Westminster patas arriba.
Las consecuencias serían a corto, medio y largo plazo. La víctima inmediata podría ser el primer ministro, David Cameron. Con casi tantos enemigos dentro como fuera de sus filas, los medios británicos creen que el ala derecha del Partido Conservador aprovecharía la crisis para presionar por la dimisión de Cameron y afrontar las elecciones de 2015 con otro candidato, porque para los tories sería traumático que Reino Unido se rompiera con un primer ministro de su partido.
A medio plazo, sin embargo, los más perjudicados por la secesión serían los laboristas, porque eso les privaría de una cuarentena de diputados elegidos en Escocia, donde la presencia de los conservadores en las elecciones legislativas suele ser irrelevante. Ello haría más fácil que los tories se hicieran a menudo con la mayoría absoluta en Westminster.
“Lo que no está tan claro es qué ocurriría con los lores escoceses en la Cámara”, advierte Matt Williams, profesor de Política en el Pembrodge College de la Universidad de Oxford. “Es una cuestión que tendrá que abordarse, porque hay muchos lores que son escoceses de nacimiento, aunque seguramente tendrán el derecho legal a permanecer. Habrá muchos interrogantes sobre la legitimidad de su posición si siguen allí”, asegura.
“Otro de los aspectos es el impacto que tendrá en otras partes de Reino Unido y más específicamente en Irlanda del Norte. Aunque en Gales el impacto será menor, la independencia de Escocia generaría una situación extraordinariamente difícil en Irlanda del Norte, porque la población republicana empezaría a ver la posibilidad de poder tener su propio referéndum y la población unionista se sentiría muy insegura, lo que podría traer un cierto grado de violencia”, añade.
A más largo plazo, Williams opina que, sea quien sea el ganador, “el referéndum ha puesto el modelo bajo un severo escrutinio, y cuestiona las relaciones entre Westminster y el resto del país”. “Es un modelo muy antiguo de democracia parlamentaria que se basa en el principio de que el Parlamento es la fuente última de la ley, pero, de hecho, está siendo rechazado por una amplia parte de la población en el referéndum. Y, en parte, es rechazado porque es visto como antidemocrático. Después del referéndum habría que afrontar eso sea cual sea el voto, pero creo que este Gobierno no haría nada a nivel constitucional, y que harían como si no hubiera pasado nada”, concluye el profesor de Oxford.
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