EE UU y Reino Unido envían buques con ayuda a Filipinas
Docenas de países y organizaciones se comprometen a enviar decenas de millones de dólares, pero la situación sobre el terreno es caótica
Estados Unidos ha decidido acudir con toda su potencia en ayuda del país aliado Filipinas, que lucha contra el mayor desastre natural de su historia desde el viernes pasado, cuando las islas centrales del archipiélago fueron devastadas por el supertifón Haiyan o Yolanda. El secretario de Defensa, Chuck Hagel, ha ordenado al portaaviones nuclear George Washington que se dirija a toda velocidad a Filipinas para colaborar en los trabajos de rescate, asistencia y reparto de ayuda.
El buque, que se encontraba en Hong Kong, tenía previsto levar anclas este martes y llegar a la zona del desastre en dos o tres días, junto con dos cruceros y un destructor. La tripulación que estaba en tierra recibió orden de regresar al barco antes del fin del permiso. Al grupo, se unirá un barco de suministro logístico, que ya se encuentra de camino. Reino Unido ha enviado un buque de guerra desde Singapur, dotado con plantas desalinizadoras de agua, y un avión de transporte militar.
Casi 10 millones de personas –alrededor del 10% de la población de Filipinas- se han visto afectadas por el desastre, y 660.000 han perdidos sus hogares, según Naciones Unidas, que ha puesto en marcha una campaña para recabar fondos.
El despliegue del George Washington –con 5.000 marineros y marines y más de 80 aeronaves- aportará una ayuda inestimable a las labores de emergencia. Además de servir de plataforma de despegue para los vuelos de reconocimiento y distribución de ayuda, cuenta con plantas de depuración de agua, con capacidad para producir 1,5 millones de litros al día, y equipos médicos. El agua potable es una de las prioridades en las catástrofes naturales, ya que es imprescindible para los hospitales y evitar que las víctimas beban agua contaminada, fuente potencial de epidemias.
Las autoridades locales filipinas se han visto desbordadas en algunas zonas por la magnitud de la catástrofe. Los equipos de rescate están intentando aún llegar a poblaciones y aldeas que se quedaron aisladas. Los trabajos se ven dificultados por el nivel de destrucción -carreteras cortadas por corrimientos de tierras, árboles y postes de la luz caídos- y la falta de comunicaciones telefónicas y suministro eléctrico. El tifón Haiyan tocó tierra con nivel 5, el máximo de la escala Saffir-Simpson. Barrió el archipiélago de este a oeste, con vientos de 314 kilómetros por hora y rachas de 378, que devastaron todo a su paso. Seis islas se vieron gravemente golpeadas.
A medida que pasan los días, crece el balance oficial de víctimas. Según el Consejo de Gestión de desastres de Filipinas, es de 1.774 muertos, 2.487 heridos y 82 desaparecidos a las 10 de la mañana (siete horas menos en la España peninsular) de este martes. El informe asegura que están afectadas 6,9 millones de personas en 39 provincias. Pero se da por descontado que los números serán mucho más altos, dado que áreas gravemente afectadas por el tifón aún no han sido contactadas. Solo en la ciudad de Tacloban (capital de la provincia-isla de Leyte) y sus alrededores, las autoridades locales hablan de 10.000 muertos.
Lo que ha ocurrido más allá se desconoce en buena medida. “Nos esperamos lo peor. A medida que tenemos más y más acceso, vemos que más y más gente ha sido matada por este tifón”, ha asegurado John Ging, director de operaciones humanitarias de la ONU. Ging ha afirmado que en muchos lugares hay cadáveres esparcidos, y que es necesario enterrarlos rápidamente para evitar un desastre sanitario.
Los esfuerzos de ayuda internacional están comenzando a acelerarse. Docenas de países y organizaciones han comprometido decenas de millones de dólares, pero la situación sobre el terreno es caótica en algunas zonas, con saqueos y pillajes de gente desesperada por encontrar comida y agua. Algunos afectados también están acumulando alimentos repartidos, con intención de venderlos al mejor postor.
Al menos una docena de aviones de carga de Filipinas y Estados Unidos llegaron a Tacloban –una ciudad de unas 220.000 almas- el lunes. El ejército del país asiático asegura que ha enviado 66 toneladas de ayuda desde el sábado. Un contingente inicial de 90 marines estadounidenses está ya sobre el terreno.
El presidente filipino, Benigno Aquino, declaró el lunes el estado de desastre nacional, a la vista de la devastación causada por Haiyan, para acelerar las labores de rescate, asistencia y rehabilitación y controlar el precio de los productos básicos. Además, aseguró que el Gobierno ha aprobado fondos adicionales para que puedan ser utilizados de inmediato en ayudar a la población y las zonas afectadas.
Al mismo tiempo, Aquino ha desplegado cientos de soldados y policías para restaurar el orden. Dos aviones de carga C130 han aterrizado a primera hora del martes en Tacloban con varias docenas de soldados, entre ellos, una unidad de las fuerzas especiales, lo que indica la preocupación por posibles conatos de violencia.
Tras el terremoto y el tsunami del océano Índico, en 2004, que afectó a 14 países y provocó unos 230.000 muertos y desaparecidos -la mayoría de ellos, unos 170.000, en Indonesia-, Estados Unidos realizó un gran despliegue naval de ayuda, incluido el portaaviones USS Abraham Lincoln. Indonesia puso inicialmente reparos para que los marines estadounidenses bajaran a tierra, por diferencias políticas; algo que no ocurrirá en Filipinas, aliado de Estados Unidos en el Pacífico. La contribución norteamericana en esta ocasión puede servir de mensaje a Filipinas y otros países asiático de la intención estadounidense de ratificar su peso en la región, al calor de la estrategia del presidente Barack Obama de bascular sus políticas exterior y económica hacia Asia.
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