Italia despliega a los militares para evitar nuevas tragedias en el Mediterráneo
Roma triplicará las unidades navales de patrulla en el Canal de Sicilia "No podemos esperar a Europa", dice el primer ministro Letta
De todas las pancartas que los vecinos de Lampedusa han fabricado con retales de sábanas viejas, hay una que ni denuncia la indiferencia de Europa hacia el drama de la inmigración ni pide a sus políticos que, para venir a hacerse la foto, mejor sería que se quedasen en Roma. Es la pancarta más sencilla, está colgada junto a la pescadería del puerto nuevo y se refiere a una decepción: “No nos sentimos italianos”. Italia está orgullosa de Lampedusa, de la solidaridad hacia las víctimas demostrada por sus habitantes, pero el sentimiento no es mutuo. Hasta el anuncio realizado por el primer ministro, Enrico Letta, de que, a partir de hoy, “una misión militar humanitaria italiana” patrullará el Canal de Sicilia para evitar que se siga convirtiendo en “un cementerio”, ha sido acogido con escepticismo. Letta ha convocado hoy una reunión urgente con los ministros de Defensa, Exteriores e Interior para fijar los detalles de la misión militar que tiene previsto enviar en las próximas horas.
Un ¡a buenas horas, mangas verdes! bastante lógico. Solo en una semana se han recogido 400 muertos de las aguas que rodean la isla. ¿Cuántos desde que —el pasado mes de febrero— la alcaldesa, Giusi Nicolini, pidiera auxilio a Bruselas? ¿Cuántos desde que —el pasado 8 de julio— el papa Francisco utilizara su gran poder mediático para denunciar desde aquí las terribles repercusiones de “la globalización de la indiferencia”? Durante el anuncio, que se produjo durante un coloquio organizado por el diario La Repubblica en el que también participó el presidente del Parlamento europeo, Martin Schulz, Letta dijo que “se triplicará” la presencia de la Armada en el Canal de Sicilia. Actualmente, según la agencia Reuters, Italia tiene desplegados en la zona tres buques, apoyados por cuatro helicópteros, y dos aviones con capacidad para la vigilancia nocturna, además de las patrulleras de la Guardia Costera.
Enrico Letta, que se definió “el más europeísta entre los europeístas”, admitió que el drama continuo de los naufragios no puede esperar hasta que Bruselas decida reaccionar. “Debo decir que Frontex [la agencia europea para las migraciones] tiene la sede en Varsovia y solo entiende de un tipo de inmigración, no de la que provoca tantas muertes en el mar. Se necesita por tanto una sede de Frontex con un pie sobre el Mediterráneo. Pero no podemos esperar a que Europa tome decisiones y luego las ponga en práctica. Es una cuestión que hay que resolver ya y nosotros vamos a hacer nuestra parte. Puedo anunciar que el lunes [por hoy] partirá una misión militar humanitaria italiana, naval y aérea, para dar la mayor seguridad posible a la parte del Mediterráneo que en estos días se ha transformado en una tumba. Dedicaremos mucho dinero, triplicaremos las unidades navales y aéreas implicadas actualmente en el Canal de Sicilia”.
No deja de ser significativo que el anuncio del primer ministro se produjese al mismo tiempo que el presidente de la República, Giorgio Napolitano, llamaba a la alcaldesa de Lampedusa para asegurarle que Italia, y sobre todo el Gobierno, no iba a dejar abandonada a la isla. Una nota de la presidencia dejaba constancia de que, durante la larga y emotiva conversación mantenida este fin de semana entre Giorgio Napolitano y Giusi Nicolini, se habían tratado temas tan concretos como el traslado de los casi 400 ataúdes hacia cementerios de Sicilia, la atención a los supervivientes —hacinados en un centro de acogida sin las mínimas condiciones de habitabilidad— y la atención a los escasos familiares de las víctimas que, desde diversos lugares de Europa, están llegando a Lampedusa para identificar a sus seres queridos. Aunque un buque de la Armada se llevó ayer de Lampedusa la mayor parte de los ataúdes, aún continúan en el hangar del aeropuerto convertido en morgue las labores de identificación de los últimos cuerpos rescatados del mar. El inconfundible olor de la descomposición impregnaba todavía anoche los alrededores del aeropuerto.
“¿Que si todos estamos de acuerdo con lo que dice la pancarta?”, responde uno de los pescadores jubilados que, a mediodía de ayer, observaba las maniobras del buque naranja que, dos veces al mes —cuatro en verano—, trae el agua potable a Lampedusa, “pues, si no todos, sí el 90%. Pero no solo porque hayan tardado en venir a ayudar a esta pobre gente, sino por la ley esa que nos está convirtiendo en la vergüenza de Europa”. El resto asiente. Dicen que “la ley esa” —la llamada Bossi-Fini, que convierte en delincuentes a los inmigrantes sin documentación— no puede sostenerla nadie que haya conocido de cerca el drama de los inmigrantes.
“Que digo yo”, explica otro de los jubilados, “que si tuvieran un mínimo interés en el problema —en el de los inmigrantes y en el nuestro— ya hubiera venido por aquí alguien del Gobierno, a preguntar al menos, a escuchar…”. Eso es justamente lo que otro italiano de la misma quinta, el presidente Giorgio Napolitano, de 88 años, propuso el sábado por la noche: una representación del Ejecutivo tiene que instalarse en Lampedusa. Si a Enrico Letta le parece que la política de inmigración no puede dirigirse desde una oficina en Varsovia, a Giorgio Napolitano tampoco le parece que desde un palacio de Roma pueda devolvérsele a los vecinos de Lampedusa la tranquilidad y el orgullo de sentirse italianos.
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