Una carrera (de taxi) para salvar unas elecciones
El primer ministro noruego se pone al volante para intentar reducir su desventaja en las encuestas
El primer ministro noruego, Jens Stoltenberg, tiene un problema. Con las encuestas en la mano, su partido, el Laborista, está a menos de un mes de dejar de ser la primera fuerza política del país en detrimento de la Derecha, el partido conservador. Si el 9 de septiembre las urnas confirman las previsiones de los sondeos, sería un vuelco político de primera magnitud: los laboristas han ganado todas las elecciones legislativas —con o sin mayoría absoluta— desde 1927. Para intentar darle la vuelta a los tres puntos de desventaja que tiene con su rival, la conservadora Erna Solberg, el primer ministro se ha puesto por unas horas al volante de un taxi de la capital, Oslo, en una iniciativa organizada con la colaboración del tabloide Verdens Gang. Los laboristas han publicado el vídeo completo en su página de YouTube.
"Oír la opinión de la gente es importante para mi trabajo como primer ministro", afirma Stoltenberg en el vídeo. "Y en los taxis, la gente realmente dice lo que piensa". La película, rodada un viernes de junio tras el despacho del primer ministro con el rey Harald, muestra las reacciones de los clientes tras darse cuenta de quién lleva el vehículo. “Así visto de espaldas usted se parece mucho a Stoltenberg”, comenta un pasajero.
Tras la incredulidad inicial, muchos de los viajeros han discutido con el primer ministro sobre los temas de la campaña. "Qué suerte tengo de encontrarle aquí", dice una mujer, "pensaba enviarle una carta". El vídeo muestra a Stoltenberg conversando con sus pasajeros sobre educación, los sueldos de los altos cargos empresariales y la política petrolera. “¿Está usted de acuerdo con mis ideas sobre el petróleo?”, pregunta un joven viajero. “No. Esas ideas son las de los socialistas”, responde el primer ministro refiriéndose al Partido de la Izquierda Socialista, uno de los socios de los laboristas en el Ejecutivo.
Gestos como el de Stoltenberg son generalmente bien vistos en una sociedad como la noruega, que tiene en el igualitarismo uno de sus valores más apreciados. Durante la primera crisis del petróleo, en 1973, el entonces rey Olav reaccionó ante la prohibición de conducir los domingos yendo en tranvía a esquiar. Estos valores se han mantenido aun después de que el descubrimiento de petróleo y gas cambiase para siempre la economía noruega, hasta entonces limitada por la falta de recursos naturales.
El maná negro ha despertado inquietudes acerca de cuan dependiente puede llegar a ser el país de un recurso escaso, contaminante y cuyas fluctuaciones de precio pueden dañar seriamente la economía. Los altos salarios de la industria del petróleo y del gas han convertido a Oslo en una de las capitales más caras del mundo. Y, al calor de un crecimiento económico envidiable (3,2% el pasado año, el más alto de Europa junto a Estonia), un paro inferior al 4% y una tradición de tolerancia y liberalismo, Noruega se ha convertido en uno de los destinos más deseados para inmigrantes de todas partes del mundo, entre ellos, cientos de españoles.
También pesa en el electorado noruego la reacción al doble atentado de Oslo y Utoya que acabó con la vida de 77 personas en julio de 2011. Un devastador informe que afirmaba que un acto como el de Anders Behring Breivik podría haberse evitado provocó la dimisión del jefe nacional de policía. La matanza de jóvenes laboristas en un congreso del partido hizo mella en la popularidad del Gobierno, a pesar de los elogios a la reacción moderada del propio Stoltenberg. Pero, sobre todo, pesa sobre el Ejecutivo el hastío de dos legislaturas en el poder. El mismo primer ministro reconoce en el vídeo que lleva "ocho años sin conducir", los ocho que lleva ocupando la sede de la presidencia del Gobierno.
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