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La UE evita hablar de golpe de Estado y pide avanzar

Los socios europeos lo consideran un mal menor si se restaura la democracia

Lucía Abellán
La representante de la política exterior de la UE, Catherine Ashton, durante una reunión con representantes de  países del Golfo Pérsico.
La representante de la política exterior de la UE, Catherine Ashton, durante una reunión con representantes de países del Golfo Pérsico. HAMAD I MOHAMMED (REUTERS)

El lenguaje diplomático disecciona la realidad y la reconstruye para adaptarla a los intereses propios. En ocasiones, esa adaptación puede llegar a ocultar la esencia misma de los hechos. Algo así ha ocurrido en Egipto. Los hechos certifican un golpe de Estado que ha arrebatado el poder a un presidente elegido por las urnas, Mohamed Morsi. La interpretación de la diplomacia europea —y de buena parte del mundo— se centra en lo preocupante del episodio y en la necesidad de superarlo cuanto antes. Sin rastro de condena, ni siquiera mención, al golpe de Estado.

Conscientes del peligroso precedente que esta actitud puede sentar, los dirigentes europeos se esfuerzan en subrayar su defensa de la democracia y la urgencia de que Egipto retome de inmediato esa senda. Los grandes países de la Unión Europea, con diferencias tan notables en otros asuntos de política exterior como la guerra en Siria, han empleado un lenguaje sorprendentemente unánime en este caso.

El derrocamiento de Morsi supone “un serio revés para la democracia” que “pone en peligro” la transición democrática, señaló Guido Westerwelle, el ministro de Asuntos Exteriores alemán. Su homólogo británico, William Hague, comenzó por aclarar que Reino Unido “no apoya las intervenciones militares para resolver las disputas en los sistemas democráticos”. Pero añadió pragmáticamente: “Esto ha ocurrido [...] Ahora lo importante es que haya una rápida vuelta al proceso democrático”.

El presidente francés, François Hollande, ha sido uno de los pocos líderes europeos que ha accedido a hablar directamente del golpe en Egipto sin delegar el mensaje en su ministro de Exteriores. En un viaje a Túnez, Hollande situó lo ocurrido como un final casi inevitable de las multitudinarias protestas. “Es un fracaso cuando se depone a un presidente elegido democráticamente. Es un fracaso cuando la población se alza y reúne a millones de personas para pedir el fin del mandato de un presidente”.

Esta es, a grandes rasgos, la reflexión que guía los pasos del Servicio de Acción Exterior de la Unión Europea. El representante especial para los países del Mediterráneo, Bernardino León, lo argumenta sin ambages: “Es cierto que ha habido una intervención militar y que se ha retirado a un mandatario que había ganado unas elecciones legítimas. Pero la cuestión es saber qué alternativa había. Cuando salen a la calle entre cinco y siete millones de personas —y hasta 20 según algunas estimaciones—, existe un gran riesgo de guerra civil. La Unión Europea ha hecho miles de esfuerzos durante meses para reconducir la situación pero no ha sido posible”.

Esa unidad política y social en torno al militar que ha tomado el mando, Abdul Fatah Al Sisi, explica la permisividad europea con lo ocurrido. León, enviado especial comunitario a las primaveras árabes, subraya el hecho de que no solo los liberales y los jóvenes se hayan opuesto a Morsi, sino también sectores más integristas como los propios salafistas. Y asegura que la UE irá afinando su lenguaje en función de cómo evolucionen los acontecimientos en El Cairo. “Hay que volver a poner el país en manos de los políticos”, concluye.

Europa acogió a Morsi con entusiasmo por la ruptura que supuso con el totalitarismo de Hosni Mubarak, pero la deriva autoritaria que empezó a adoptar pocos meses después de llegar al poder defraudó las expectativas. Soterradamente, Bruselas considera lo ocurrido como un mal menor siempre que el proceso concluya con unas elecciones u otra salida democrática. Una postura similar adoptó el jueves el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen: “No creo que lo más importante sea etiquetar lo que ha pasado, sino buscar soluciones”.

Este episodio difiere mucho de otras asonadas contra el poder establecido, que la UE ha condenado enérgicamente. El caso más reciente es el de Malí. La alta representante comunitaria para la Política Exterior, Catherine Ashton, no tuvo problema en emplear la palabra golpe de Estado en su comunicado contra la toma de poder por parte de los islamistas. Incluso en el turbio derrocamiento que sufrió en 2009 Manuel Zelaya, entonces presidente de Honduras, los ministros de Exteriores comunitarios emitieron un mensaje de repulsa, a pesar de que también entonces se produjo una criticada tibieza internacional.

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Sobre la firma

Lucía Abellán
La redactora jefa de Internacional de EL PAÍS ha desarrollado casi toda su carrera profesional en este diario. Comenzó en 1999 en la sección de Economía, donde se especializó en mercado laboral y fiscalidad. Entre 2012 y 2018 fue corresponsal en Bruselas y posteriormente corresponsal diplomática adscrita a la sección de España.

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