_
_
_
_

La banalidad del mal

Lluís Bassets

Hay un momento en que hay que traducir la idea luminosa al lenguaje común. Para que lo entienda la gente, incluso a riesgo de convertirse en un tópico, un cliché. Es una paradoja: pensar es derribar ídolos, descartar tópicos, combatir contra el cliché, a veces hasta encontrar el cliché que sirva para combatir los clichés.

Eso es lo que ha sucedido con la idea de la banalidad del mal, elaborada por Hannah Arendt con motivo de su cobertura periodística del juicio en Jerusalén contra el nazi Adolf Eichmann, el gran contramaestre del Holocausto y responsable material del asesinato en masa de seis millones de judíos hace 50 años, de donde salieron una serie de reportajes en New Yorker y el libro Eichmann en Jerusalén, convertidos ahora en argumento del filme de Margarette von Trotta que lleva por título el nombre de la autora.

Nada tiene que ver la idea de la banalidad del mal con justificación alguna del nazismo ni con la desculpabilización de Eichmann, como insinuaban algunas de las críticas iniciales que recibió. Menos todavía con la banalización del nazismo, la execrable práctica tan frecuente estos días de utilizar los clichés del régimen hitleriano para descalificarse unos a otros, demostración flagrante de un punto en común, sea quien sea quien lo utilice, como es la exhibición de frivolidad moral, de vacuidad intelectual y de negación del pensamiento más opuesta a la ciudadanía responsable.

La expresión tiene en todo caso un primer y eficaz impacto semántico que desmiente la idea romántica de un mal profundo y enraizado, fruto de un pensamiento negativo y de un carácter satánico. Si lo que quería decir Arendt era que los resultados del mal no son banales, pero sus causas sí lo son, estamos más ante un argumento literario o periodístico que una verdad filosófica.

Eichmann en Jerusalén es un alegato en favor de la responsabilidad individual ante la justicia, complemento del rechazo a la justificación del crimen por la obediencia debida consagrado en los juicios de Nuremberg. La banalidad del mal es la incapacidad para pensar por cuenta propia, la obediencia mental como execrable acomodación del pensamiento a la jerarquía. Lo contrario, por tanto, al atrévete a pensar kantiano, ejercicio que la filósofa judía realiza con una radicalidad admirable cuando se trata de analizar el proceso en que se juzga al criminal que asesinó a los suyos.

No hay culpas colectivas, pero tampoco cabe buscar lo contrario, el ventajismo del mérito colectivo de un pueblo. Arendt confiesa en su correspondencia que no siente amor por el pueblo de Israel ni por ningún pueblo, solo por las personas. Señala también que son las atrocidades de los suyos las que más la mueven a la denuncia. Fue sionista bajo Hitler y luego partidaria de una Palestina binacional, con idénticos derechos para judíos y árabes.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

En Eichmann encontró el retrato inverso del ser humano pensante y consciente y del ciudadano libre y responsable. Cincuenta años después, su cliché sobre la banalidad del mal sigue siendo útil para combatir la estupidez política.

Comentarios

Coño, si este post se me ha escapado. Y todo por la retroactividad, qué es casi tan mala como la radiactividad. Pero ya que estoy aquí. Y dijo Ben Gurion: "Israel no necesita la protección de un tribunal internacional". No se pronunció sobre si el resto del mundo sí la necesitaría.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_