“Voto para mostrar a los enemigos que estamos unidos”
Unos 50 millones de iraníes están convocados a las urnas en las elecciones presidenciales
A las nueve de la mañana, ya había una veintena de mujeres y otros tantos hombres esperando para votar en sus respectivas mesas de la mezquita de Shah Abdul Azim, en Rey. No parece casualidad que tres de los seis candidatos hayan elegido para votar esta localidad del sur de Teherán. Los conservadores Said Yalilí y Mohamed Qalibaf lo han hecho en esa misma mezquita con hora y media de diferencia, y el reformista moderado Hasan Rohaní, en la cercana del Imam Reza. Todos han pedido una alta participación para elegir al sucesor del presidente Mahmud Ahmadineyad.
Mahmud Qasiminejad es uno de los 50,5 millones de iraníes con derecho a voto. Ha esperado durante casi media hora para ejercerlo.
“Lo hago por mi país, para mostrar a los enemigos que estamos unidos. He votado en todas las elecciones”, explica. A sus 64 años, este funcionario retirado no tiene empacho en confiar que ha votado por Qalibaf, el actual alcalde de Teherán.
Rey, con casi un millón de habitantes, es una ciudad-dormitorio donde viven muchos funcionarios y trabajadores de la capital. Es la primera vez que un aspirante a la presidencia la elige para venir a votar. Parece un guiño de los candidatos a la clase obrera urbana que constituye casi la mitad de los votantes.
A falta de un censo electoral, los iraníes pueden votar en el colegio electoral de su elección. Esto hace muy difícil estimar la participación, ya que una gran asistencia a algunos de ellos no quita para que otros estén prácticamente vacíos. Así, por ejemplo, la mezquita de Lorzadeh, cerca de la plaza de Khorasan, estaba muy concurrida a mediodía, mientras que una escuela situada a pocas calles de distancia estaba casi vacía. En la primera, las cámaras de televisión transmitían en directo las votaciones y contaron con la presencia de Gholam-Ali Hadad-Adel, el candidato conservador que retiró su candidatura.
Observaciones circunstanciales de varios observadores que estuvieron presentes en las elecciones de 2009, permitían afirmar que la concurrencia era similar o ligeramente más alta en los barrios del Sur y el Este de Teherán. Sin embargo, parecía menor en zonas del Norte como Saadat Abad y Tajrish.
“Espere a la tarde. Los iraníes no somos votantes madrugadores”, advertía Fatemeh en Rey.
De hecho, es habitual que el cierre de los colegios, oficialmente previsto para las seis de la tarde, se prolongue dos y tres horas más. En esta ocasión, hay rumores de que podría extenderse hasta la medianoche. El Ministerio del Interior se ha comprometido a facilitar los resultados siete horas después de que termine la votación.
También se celebran de forma simultánea comicios para renovar 126.000 miembros de los consejos locales, pero todo el mundo sabe que la atención está centrada en quién será el nuevo presidente.
Los nombres de los candidatos no vienen impresos, sino que deben escribirse a mano. Tras presentar su shenashnamé (una especie de libro de familia, pero individual), el votante recibe dos papeletas, una para el presidente y otra para los consejos locales. Pero antes, los encargados de la mesa tienen que anotar sus datos en las matrices que quedan como comprobantes del voto y que servirán para determinar la participación.
No hay cabina para preservar el secreto del voto, algo que no parece molestar a la mayoría. Hombres y mujeres acuden con sus listas ya preparadas y se limitan a copiarlas en la papeleta correspondiente. Después, las depositan en la urna con tapa azul (para presidente) o con tapa roja (para la municipalidad).
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