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OBITUARIO

Billie Sol Estes, el estafador que pudo torcer una presidencia

El empresario se enriqueció gracias a su amistad con Lyndon B. Johnson

Billie Sol Estes, durante una de las jornadas del juicio que le llevó a prisión en 1962.
Billie Sol Estes, durante una de las jornadas del juicio que le llevó a prisión en 1962.CORBIS

Billie Sol Estes (Clyde, Texas, 1925) parece un personaje salido de la más calenturienta película de los hermanos Coen. Empresario que labró su fortuna con la venta de un cordero, predicador laico que tronaba contra la inmoralidad del baile y señor feudal de la Texas profunda, supo aprovechar las penurias financieras del campo, sus contactos políticos y las lagunas legislativas para hacerse de oro. Cuando sus alambicados amaños se pusieron al descubierto, emprendió una fuga hacia adelante en la que estuvo a punto de llevarse la carrera política del 36º presidente de los Estados Unidos de América, Lyndon B. Johnson. El pasado 14 de mayo, Estes fallecía en la localidad texana de Granbury a los 88 años de edad.

Nacido en una granja, Estes tenía 13 años cuando sus padres le regalaron un cordero. Vendió la lana, compró otro, empezó a criar ganado, especuló con trigo y cuando, con apenas 20 años, fue llamado a la marina mercante durante la II Guerra Mundial ya había acumulado un capital de más de 400.000 euros a su valor actual.

Después de licenciarse, se dedicó a negociar excedentes de guerra y en 1951 se mudó a la pequeña localidad texana de Pecos, donde se estableció en un barracón prefabricado y empezó a comercializar con artículos para la agricultura. Pronto se le ocurrió una operación más lucrativa: como el Departamento de Agricultura Federal pretendía frenar la superproducción de algodón, impuso un sistema de cuotas por unidades agrícolas. Solo en el caso de que el Gobierno expropiara terrenos algodoneros para proyectos de interés público era posible incrementar las cuotas de producción. Estes se dedicó a localizar productores a los que el Gobierno había expropiado para hacerse con sus cuotas, que transfería a sus propios terrenos. Como Estes engrasaba generosamente la maquinaria del Partido demócrata, gozaba del respaldo de Johnson, un poderoso senador por entonces, que además le ayudó a embolsarse millones de dólares con la compraventa de silos para el grano al Gobierno de EE UU.

Estes también consiguió hacerse con el monopolio del mercado de fertilizantes texano, lo que inspiró su negocio más lucrativo: financiar a los agricultores la adquisición de tanques de fertilizante. Él mantenía la propiedad de los tanques y los granjeros le pagaban una cuota por su uso. Estes utilizaba las hipotecas sobre los tanques como garantía para obtener créditos de los bancos. Lo que hacía redonda esta operación es que los tanques eran pura fantasía; Estes pagaba una pequeña suma a los agricultores que se sumaban a su estafa y se embolsaba los créditos que la banca concedía sobre una garantía inexistente. En el plazo de pocos años, Estes se había hecho con la totalidad de los negocios viables de la ciudad y era aclamado como uno de los emprendedores más prometedores del país.

A comienzos de los sesenta las cosas empezaron a torcerse cuando Henry Marshall, funcionario de la agencia que supervisaba los subsidios agrícolas, empezó a investigar las operaciones del empresario. Aunque se intentó quitarle de en medio con una promoción a Washington, Marshall no se dejó comprar. Cuando en junio de 1961 fue encontrado con cinco tiros en su estómago, su muerte se consideró un suicidio.

Ese mismo año, Oscar Griffin, director del Pecos Independent, desenmarañó en una serie de artículos —que le valieron el Pulitzer— la estafa de los tanques de fertilizante, Estes, propietario del otro periódico local, trató de asfixiar económicamente a la competencia bajando los precios de la publicidad; pero el daño estaba hecho: el 6 de abril de 1962, Estes y varios asociados fueron llamados por un gran jurado federal. Fue defendido por John Cofer, abogado de Lyndon B. Johnson en un escándalo de compra de votos en las elecciones que le habían llevado al Senado en el año 1948. Las escamas de Cofer no le valieron de mucho a Estes, que fue condenado a 24 años.

El juicio fue un escándalo nacional que pudo costarle la vicepresidencia a Johnson, que sin embargo obtuvo el respaldo de John F. Kennedy. Veinte años después de los hechos, Estes, testificando voluntariamente bajo condición de inmunidad, afirmó que desde 1950 Johnson subcontraba el trabajo sucio a un tal Mac Wallace, que era quien había asesinado a Marshall. Pero eso no era todo: afirmó también que Wallace había sido uno de los tiradores que asesinaron a Kennedy. Cuando Johnson accedió a la presidencia, un olvido piadoso cubrió la investigación y los lazos con Estes, que saldría en libertad condicional en 1971, aunque volvería a ser encarcelado en 1974 por fraude fiscal. Ninguna de las afirmaciones que realizó sobre Johnson, y que reiteró en libros, artículos y entrevistas, pudo ser comprobada forma convicente.

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