Un buen chico con malas compañías
Adebolajo, autor del ataque, es un británico de origen nigeriano que se convirtió al islam radical influido por las guerras de Irak y Afganistán
Michael y Kirk eran amigos del alma cuando iban a la escuela, la Marshalls Park School de Romford, en Essex, al noreste de Londres. “Michael estaba en todos los cumpleaños de mi hermano. Recuerdo una vez que no tenía dinero para comprar una tarjeta de felicitación y a última hora robó una”, explicaba Grant, de 26 años y hermano de Kirk, al diario británico The Sun.
El tiempo los separó y la vida los llevó por caminos opuestos. Kirk Redpath se enroló en el Ejército. Era cabo lancero y tocaba el tambor en el primer batallón de la Guardia Inglesa. Su vida saltó por los aires al estallar una bomba bajo el vehículo acorazado en el que patrullaba al oeste de Basora, en Irak, el 9 de agosto de 2007. Tenía 22 años.
Su amigo del alma, Michael Adebolajo, se hizo famoso el miércoles pasado, cuando se dejó filmar con las manos ensangrentadas minutos después de matar a machetazos a otro soldado británico, también tamborilero, Lee Rigby.
Como tantas veces antes, el autor o coautor aparente de un asesinato que ha conmovido a Reino Unido, y ha devuelto la pesadilla del terrorismo que Londres padeció el 7 de julio de 2005, es descrito ahora por sus amigos del pasado como un chico pacífico, agradable, bromista, inteligente, buen estudiante. Luego llegarían las malas compañías, los porros, el choriceo con la banda de nuevos amigos. Hijo de una familia católica de origen nigeriano, sus amigos no le recuerdan especialmente devoto. Por eso les sorprendió su conversión al islam. Una conversión que algunos sitúan al final de su adolescencia y otros cuando estaba ya en la Universidad de Greenwich.
Sea como fuere, Michael Adebolajo acabó siendo atraído por el fanatismo islamista, influenciado sin duda por las guerras de Irak y Afganistán. Ahora se han recuperado viejas imágenes en las que Michael, que por entonces se hacía llamar Muyahid (combatiente, en árabe), aparece manifestándose junto a otros islamistas en 2007 frente a la comisaría de Paddington Green. O se recuerda su arresto un año antes en los juzgados de Old Bailey cuando intentó con otros reventar el procesamiento de un islamista por odio racial e incitación a la violencia durante las protestas por las caricaturas de Mahoma publicadas en Dinamarca.
Ninguna de esas imágenes concuerda con el Michael que recuerdan sus amigos de la infancia y primera juventud, cuando casi todos sus amigos eran blancos, él jugaba al fútbol de centrocampista y se bebía alguna que otra cerveza, aunque nunca mostró por el alcohol el gusto que luego mostraría por la marihuana.
El Michael que recuerda Grant Redpath, hermano del uniformado muerto en Irak. “No sé qué ha pasado con él porque era muy tranquilo, el chaval más majo del mundo. Pero sé que si mi hermano estuviera vivo intentaría que recuperara el sentido común”. O el que recuerda Justine Rigden, una peluquera de Essex de 26 años que también en el Sun asegura que fue su novia cuando eran quinceañeros. “Era muy amable y muy educado y no hay nada que me hiciera pensar que podría acabar haciendo una cosa así. Nadie se lo puede creer. Era un chico de lo más normal”, asegura.
Su madre sí intuyó algo. El niño bueno que nació el 10 de diciembre de 1984 en Lambeth (sur de Londres) y que sacaba buenas notas en el colegio, empezó a cambiar en la adolescencia a ojos de esta devota católica. Ibotoye Adebolajo había llegado con su marido, Anthony, desde Nigeria. La familia vivía en Romford y luego en Hornchurch, en Essex. Pero cuando Michael empezó a frecuentar lo que a ojos de esta mujer estricta y amable, según la han definido ahora sus antiguos vecinos, solo podían ser malas compañías, se trasladaron a Saxilby, en Lincolnshire.
Pero Michael se volvió enseguida a Londres, a estudiar en la Universidad de Greenwich, donde muy probablemente se radicalizó y empezó a mezclar la religión con la política. No le deben faltar dotes de persuasión, y los medios londinenses aseguran que su influencia llevó también a la religión musulmana a su hermana Blessing y a su hermano Jeremia.
Otros, como el ayatolá radical Omar Bakri Muhamad, líder del ahora prohibido grupo extremista Al Muyahidin, se atribuyen a sí mismos la conversión del propio Michael. “Solíamos tener un tenderete en una calle de Londres, en el que hablábamos del sentido de la vida a la gente que pasaba por ahí. Se paró a hablar con nosotros y le invitamos a unirse al islam”, asegura en unas declaraciones desde Beirut al diario The Telegraph. “Me acuerdo de él porque es un converso. En aquella época había muchos conflictos en el mundo, especialmente Irak y Afganistán. Le hablamos de eso y simpatizó con el pueblo musulmán. Tenía poco más de 20 años, era un chico callado que no hacía muchas preguntas. Solía venir a nuestras sesiones abiertas de charlas y discursos”, asegura.
Con el paso del tiempo, Adebolajo acabó pasándose al otro lado de esos tenderetes de propaganda. Se le veía a menudo en el que unos islamistas suelen instalar en la calle mayor de Woolwich, no muy lejos de donde sería asesinado el tamborilero Lee Rigby. “Le vi el otro día frente a la tienda de todo a 100 gritando cosas sobre la guerra santa”, explica en el Telegraph un hombre de 51 años que dice llamarse Tom. “Se ha pasado tres semanas calle arriba, calle abajo, gritando y predicando. Era una señal evidente de que había un loco rondando”, reflexiona otro vecino de la zona, Mayur Petel, de 29 años.
Un loco que los servicios de inteligencia pensaban que no era peligroso. Se equivocaron.
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