Pakistán vive la esperanza del cambio ante las elecciones
Los electores, sobre todo los jóvenes, esperan que los comicios del día 11 traigan reformas
El próximo sábado Pakistán acude a las urnas para renovar la Asamblea Nacional y las cuatro provinciales, después de que por primera vez en su historia un Gobierno civil haya concluido su mandato. A pesar del escepticismo político, se ha extendido entre la población, en especial entre los jóvenes, la esperanza de que las elecciones marquen un giro en la trayectoria de violencia, corrupción y ausencia de desarrollo que desde hace años tiene al país al borde del abismo. “Necesitamos un cambio”, coinciden todos los entrevistados. Falta por ver hasta qué punto esa voluntad puede vencer la inercia del sistema.
Desde su fundación, en 1947, la política ha sido en Pakistán una cuestión de élites. Las elecciones, cuando los militares las han permitido, miden la capacidad de movilización de la red de lealtades de un puñado de familias que gestionan los partidos (y el país) como un negocio privado. A partir de los años setenta, la alternancia en el poder de la Liga Musulmana (PML) y el Partido Popular (PPP) se ha convertido en una rutina, al margen del ocasional reto de los partidos religiosos u otros de carácter local. El interés y la participación en los comicios han declinado en consecuencia. Hasta la reciente fiebre electoral ante las legislativas del 11 de mayo.
“El que un Gobierno civil haya completado por primera vez su mandato ha enviado un mensaje a la gente de que podemos salir adelante”, interpreta Khalid Rahman, director del Institute of Policy Studies. Como otros analistas, apunta además a la novedad que ha supuesto la entrada en juego de Imran Khan y su Movimiento por la Justicia (PTI por su nombre en urdu, Pakistan Tehreek-e-Insaf), aunque no cree que vaya a romper el bipartidismo.
A sus 61 años, el exjugador de críquet reconvertido en filántropo y devenido político, ha irrumpido en la campaña electoral con la promesa de un “nuevo Pakistán”. El lema, más cierta dosis de populismo aliñado de retórica antiestadounidense, ha captado el sentir de muchos jóvenes urbanos que comparten el malestar que articulan los partidos religiosos y su comprensión hacia los talibanes, pero aborrecen la politización del islam. Aunque también ha recurrido a un puñado de “elegibles” (caciques locales que aportan el voto seguro de sus acólitos, al margen del partido por el que se presenten), se ha esforzado por designar a menores de 40 años para el 35% de las candidaturas.
La ‘sharía’ es el sistema preferido
Mientras Estados Unidos y sus aliados occidentales se preocupan por el avance de los talibanes o la seguridad de las armas nucleares en Pakistán, lo que más temen los jóvenes de este país no es el terrorismo sino el aumento de los precios y la falta de trabajo. Tal es una de las conclusiones que se desprende del informe The Next Generation(La próxima generación), financiado por el British Council. El estudio, publicado el mes pasado, dibuja una generación conservadora, pesimista y desilusionada con la democracia. Aún así, la mayoría asegura que va a votar.
Conservadores. El 64% de los chicos y el 75% de las chicas encuestados se describen a sí mismos como conservadores/religiosos (frente a la alternativa moderado/liberal). Los porcentajes varían ligeramente entre quienes viven en zonas urbanas y zonas rurales. Tres cuartas partes de los 5.271 jóvenes que participaron se muestran preocupados por "la exposición a medios de comunicación, películas, música e ideas procedentes del extranjero. Significativamente, aquellos con acceso a la televisión por cable se declaran menos conservadores que quienes sólo disponen de canales convencionales.
Pesimistas. El 94% de los encuestados piensa que su país va en la dirección equivocada (frente al 50% que se manifestó en ese sentido en el primer informe, publicado hace cuatro años). Sólo uno de cada cinco confía en que su situación económica mejore durante el próximo año.
Desilusionados. Apenas un 14% tiene una opinión favorable del Gobierno y la Asamblea Nacional. Los partidos políticos quedan aún más abajo con un 11% y la policía ligeramente mejor con un 23%. Las instituciones más valoradas son el Ejército (77%) y las instituciones religiosas (74%). Con ese trasfondo, no es de extrañar que, al ser preguntados por el sistema político que prefieren, un 38% elija la Shariah, un 32% el gobierno militar y sólo un 29% se incline por la democracia. Sin embargo, el 62% declara que va a votar, con otro 12% en duda, lo que parece indicar que el rechazo no es tanto a la democracia como a su disfuncional versión local.
El astuto guiño a los jóvenes no es casual. La actualización del censo ha elevado los potenciales votantes menores de 30 años a un 31% de los 86,1 millones de inscritos, y llega hasta el 47% si se amplía el criterio hasta los 35 años. Por supuesto, el resto de los partidos ha tomado nota. Por primera vez, todos intentan atraerse ese significativo segmento.
“Que levanten la mano quienes tengan menos de 40 años. ¿Y menos de 30?”, exhorta a los asistentes a sus mítines Nawaz Sharif, de 63 años, que ya ha sido primer ministro en dos ocasiones. El líder del PML, el partido al que encuestas y analistas auguran el relevo de un PPP desgastado por cinco años de Gobierno inefectivo, trata así de demostrar que no todos los jóvenes están con el PTI.
Pese al ruido mediático que ha generado Khan, nada garantiza que los jóvenes vayan a acudir en masa a los colegios electorales, o a votar de forma distinta que el resto del electorado. De hecho, según una encuesta de la ONG Free And Fair Election Network (FEFAN), el segmento 18-35 años expresa una intención de votar nueve puntos por debajo de la media, el 58% frente al 67%. Son cifras altas si se tiene en cuenta que en los pasados comicios, en 2008, la participación fue de un 44,5%. En cuanto a las intenciones de voto, el mismo sondeo concluye que en todos los grupos de edad, el PML es el partido más respaldado, seguido del PPP y del PTI.
Nusrat Javeed, un destacado columnista, matiza el entusiasmo electoral. “Solo es visible en [la provincia de] Punjab, e Islamabad”, donde reconoce que Khan “ha infundido ilusión a los jóvenes urbanos de clase media”. Sin embargo, recuerda que hay dos provincias, Baluchistán y Khyber Pakhtunkha, en estado de guerra. “Allí, la gente tiene mucho miedo y no sabe si habrá elecciones; temen que más atentados obliguen a retrasar la cita”, asegura.
Punjab, la plaza fuerte de Sharif y su PML, alberga a casi la mitad de los 190 millones en que se estima la población de Pakistán y eso se refleja en la composición de la Asamblea Nacional. Por eso, Javeed teme que el resultado refuerce la división, con la provincia más desarrollada yendo en una dirección y el resto, en otra. El analista tacha al PTI de “rama política de los talibanes” y descarta que vaya a tener un efecto significativo sobre el escrutinio.
Tanto si se confirma como agente de cambio como si no, Imran Khan ha animado la campaña y puesto el foco sobre una nueva generación que, por el mero peso de su número, los políticos solo pueden ignorar a su propio riesgo. La radicalización político-religiosa no es en Pakistán una amenaza teórica.
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