El ministro Margallo se ofrece como mediador a palestinos e israelíes
España ve en esta fiebre diplomática la oportunidad para recuperar el protagonismo perdido
La guardia de tráfico palestina tiene una ventaja: no pone multas (tampoco nadie las pagaría). Y un inconveniente: no tiene jurisdicción en las carreteras. Israel se reserva el control de las vías interurbanas en los territorios ocupados, así que la policía palestina se limita a las ciudades; en las que no hay semáforos y, cuando los hay, raramente funcionan.
Siete guardias civiles, encabezados por el teniente coronel Fernando Mora Moret, jefe del sector de tráfico de Andalucía, imparten un curso en la Academia de Policía de Jericó. Aunque no sean noticia, los muertos en accidente son más numerosos que las víctimas del conflicto palestino-israelí en Cisjordania. El curso, de mes y medio, forma parte de un programa de apoyo a las fuerzas de seguridad palestinas financiado por la cooperación española con ocho millones de euros desde 2008. Hasta 500 agentes recibirán una instrucción básica cuyo primer paso es concienciarles de que forman parte de un cuerpo policial al servicio de los ciudadanos. Ciudadano, una palabra que resulta tan ajena para los policías como para los palestinos en general, acostumbrados a ser tratados como apátridas en su propia tierra por el Ejército israelí. La situación de la policía palestina ilustra la dificultad de construir un Estado bajo ocupación extranjera: de los más de 300 vehículos donados en 2004 por España solo unos pocos funcionan todavía.
El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, se ha ofrecido como intermediario a israelíes y palestinos para reanudar unas conversaciones directas interrumpidas desde 2010. “Ofrecemos nuestra mediación, de todo corazón, si es deseo de las dos partes”, ha declarado en Ramala, junto a su homólogo palestino, Riad el Malki.
Margallo y Malki coinciden en que se ha abierto una “ventana de oportunidad”, la enésima, que esta vez como las anteriores pretende ser la definitiva. El secretario de Estado estadounidense, John Kerry, ha hablado seis veces con el presidente palestino, Mahmud Abbas, desde febrero (la última el domingo en Estambul). El día 28 se reunirán en Washington representantes de Catar, Egipto, Jordania, Palestina y Marruecos. Al día siguiente se verán con la Administración estadounidense. En un plazo de dos meses la Casa Blanca debe presentar una iniciativa de paz en la que los palestinos centran todas sus esperanzas. También España ve en esta fiebre diplomática la oportunidad para recuperar el protagonismo perdido en la zona. El ministro lleva al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, con quien se ve el martes, un mensaje de Abbas para que libere a los presos palestinos más veteranos. Está por ver si España tiene las “relaciones privilegiadas” con Israel de las que presume Margallo.
El proceso de paz de Oriente Próximo es un puzle en el que deben encajar múltiples piezas. También la de la unidad palestina. Malki asegura esperar un gesto de Hamás que permita poner en marcha la formación de un Gobierno de tecnócratas y la convocatoria de elecciones presidenciales y legislativas en 90 días. El acercamiento se ve propiciado por la dimisión del primer ministro palestino, Salam Fayad, enemigo acérrimo de Hamás, con quien Margallo se ha visto en Ramala.
El conflicto palestino-israelí parece moverse mientras el sirio permanece bloqueado. Pese al impacto causado por su visita a un campo de refugiados en Jordania, Margallo mantiene su rechazo a suministrar armas a la oposición siria, como quieren Francia y Reino Unido. “No sabemos cuál es la composición exacta del Ejército de Liberación Sirio, nos preocupa que las armas pudieran caer en manos inadecuadas”, argumenta, tras constatar la infiltración de la insurgencia siria por grupos yihadistas.
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