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2. Liquidar la burocracia

La crisis ahonda el malestar por los despilfarros y las ineficiencias Reino Unido lidera el impulso para lograr ahorros

El presidente de la Comisión Europea, Jose Manuel Durao Barroso (d), se dirige al Parlamento Europea, el 16 de abril de 2013.
El presidente de la Comisión Europea, Jose Manuel Durao Barroso (d), se dirige al Parlamento Europea, el 16 de abril de 2013.PATRICK SEEGER (EFE)

Hace unos días, dos de las principales figuras de la Comisión Europea, el finlandés Olli Rehn y la luxemburguesa Viviane Reding, hicieron un viaje de 10 horas de ida y vuelta entre Bruselas y Estrasburgo, para informar sobre varias decisiones políticas recientes y responder a preguntas en uno de los mayores edificios de la ciudad francesa, el del Parlamento Europeo.

En una semana diferente, desde luego, habrían podido hacer eso mismo con un paseo de solo 10 minutos desde sus oficinas de Bruselas. Pero esa semana la sede del Parlamento en la capital comunitaria estaba semivacía debido al cansino sistema que hace que los parlamentarios europeos deban pasar 14 semanas de 4 días laborables al año en Estrasburgo.

La UE cuenta con unos 56.000 empleados y sus costes administrativos están alrededor de 9.000 millones de euros

“Es un procedimiento ridículo, despilfarrador e ineficaz”, dice Edward MacMillan-Scott, un parlamentario británico que lleva mucho tiempo haciendo campaña para que se ponga fin a esta costumbre.

La reforma de la UE, sus estructuras, instituciones, salarios y prebendas es una idea que, como es natural, encuentra buena acogida en una población cansada de soportar medidas de austeridad y deseosa de que sus autoridades prueben una dosis de su propia medicina. En total, la UE cuenta con unos 56.000 empleados y unos costes administrativos de alrededor de 9.000 millones de euros anuales.

David Cameron se ha propuesto hacer temblar los cimientos de la UE, sus estructuras y sus instituciones, sus retribuciones y sus beneficios. Si sabe jugar sus bazas con astucia, conseguirá muchos aliados partidarios de recortes y simplificaciones en Holanda, Escandinavia y Alemania, siempre que oriente su estrategia hacia reformas futuras, y no a revocar de forma retroactiva lo ya establecido.

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En medio de todo eso, el circo parlamentario es un blanco fácil y, como es de esperar, los británicos están al frente de la campaña para acabar con el traslado mensual. Se habla, por ejemplo, de utilizar los edificios existentes en la ciudad francesa para trasladar allí el Tribunal Europeo de Justicia desde Luxemburgo y la Corte Penal Internacional desde La Haya, con lo que Estrasburgo se convertiría en la “Ciudad de la justicia europea”.

Más sustancial es la reforma prevista para el año que viene, cuando se celebren las elecciones al Parlamento Europeo y se establezca una nueva Comisión Europea, el órgano ejecutivo con sede en Bruselas, que da trabajo a unas 30.000 personas.

La Comisión tiene 27 comisarios, cada uno responsable de un área política, desde el comercio hasta la ayuda humanitaria. Pero no son 27 porque existan 27 áreas políticas definidas, sino porque hay 27 países en la UE, y cada uno necesita tener a su propio representante en el órgano supremo.

Es muy probable que el año próximo llegue a su fin el mandato del ex primer ministro portugués José Manuel Barroso, al frente de la Comisión desde hace un decenio, y eso repercutirá en todos los demás puestos. Los alemanes están deseosos de cambiar las cosas.

“En Berlín se está hablando de crear puestos de subcomisarios”, dice un funcionario alemán. “Pero nadie debe tener la sensación de que es de segunda o tercera categoría”.

Es difícil transformar la burocracia de Bruselas, pero se está extendiendo el consenso de que el próximo año ofrece una oportunidad de las que solo se ven, como mucho, una vez cada 10 años. La última ocasión se produjo cuando Neil Kinnock era comisario para la reforma administrativa, entre 1999 y 2004.

“Se avecinan cambios. Y quizá sean importantes”, dice el alto funcionario. “Existe la expectativa de que los Estados miembros presionen mucho a la nueva comisión para que cambie las cosas. Los últimos años han estado dedicados a absorber a los nuevos miembros en el sistema (12 desde 2004). Ahora ha llegado el momento de reexaminar la Comisión”.

Pero eso no quiere decir necesariamente el traslado mensual del Parlamento. Estrasburgo ingresa alrededor de 20 millones de euros anuales por la invasión mensual de eurócratas; esa invasión deja en la ciudad una huella anual de carbono de 19.000 toneladas, procedente de los trenes, aviones, coches y camiones llenos de los papeles necesarios para mantener engrasada la maquinaria legislativa europea, y cuesta alrededor de 180 millones de euros anuales.

“Es ridículo. Pero inevitable. Los franceses no van a renunciar nunca a ello”, dice un alto funcionario de la UE.

Casi todos los eurodiputados perferirían acabar con el circo ambulante y quedarse en el vasto y moderno edificio del Parlamento en Bruselas. El pasado mes de octubre, tres de cada cuatro votaron tener una sola sede. Pero el Tratado de Lisboa les obliga a reunirse en Francia 12 veces al año. Los únicos que pueden cambiar ese requisito son los Gobiernos nacionales. Todos tienen poder de veto. Y el presidente François Hollande dice exactamente lo mismo que su predecesor, Nicolas Sarkozy, aunque su tono sea algo menos estridente: “Non”.

“Los franceses no renunciarán nunca a ello, a no ser, claro está, que se les dé algo importante a cambio, dentro de un gran paquete de reformas”, dice el funcionario.

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