“Es imposible que dejemos las armas antes de retirarnos de Turquía”
El comandante del PKK advierte a Ankara de que conservarán sus fusiles al replegarse
El primer puesto de control en la carretera aparece al poco de salir de Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, hacia las montañas Kandil, en el este. En total, habrá que cruzar ocho puestos del Gobierno Regional del Kurdistán en Irak. Pero ninguno de los peshmergas, como se hacen llamar estos milicianos kurdos, hace siquiera parar al conductor, miembro del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK, separatista en kurdo). Algunos incluso parecen conocerlo y lo saludan con una sonrisa.
La amplia autovía y los nuevos rascacielos a la salida de Erbil dejan paso a viejas carreteras de montaña. Tras pasar la localidad de Ranya y el lago Dukan, ya cerca de la frontera con Irán, el camino asciende sinuosamente hacia una de las montañas. Cerca de la cima, un memorial con fotos y una pequeña estatua recuerdan a siete civiles que murieron en esta carretera en agosto de 2011: dos mujeres, cuatro niños y un hombre. “Turquía, bombas”, dice indignado el conductor en inglés.
Ya en la cumbre, dos guerrilleros del PKK hacen guardia en su primer puesto de control junto a tres banderas de su organización. En una de las laderas hay un retrato gigante en blanco y negro de Abdalá Ocalan, su líder histórico. Aquí comienza el territorio del PKK en las montañas Kandil.
“Con ese desarme, Erdogan quiere poner el carro delante del caballo”
Varios jóvenes universitarios, liderados por Ocalan, fundaron el PKK en 1978. El grupo seguía un marxismo radical y revolucionario y su objetivo era un Kurdistán independiente. En 1984 se alzaron en armas contra el Estado turco, y el conflicto ya ha causado más de 40.000 muertes, la mayoría militantes y población civil kurda.
Más adelante, son visibles los restos de más bombardeos de la aviación turca. Los guerrilleros comenzaron a refugiarse en estas montañas en 1999, después de que Ocalan fuera detenido y declarara un alto el fuego que se mantendría hasta 2004. Los cazas del Ejército turco llevan bombardeando esta zona desde diciembre de 2007 y han matado a ocho civiles y a 11 guerrilleros, además de destruir casas y otras propiedades, incluyendo una mezquita y un centro juvenil, según el PKK. El último ataque ocurrió hace dos meses.
En las bases del PKK en Irak ya se encuentran más de 5.000 milicianos
En los últimos años, Ocalan y su grupo han moderado su posición y ahora reclaman una mayor autonomía para la región kurda del sudeste turco. En diciembre, el Gobierno reveló que llevaba meses conversando con Ocalan para buscar una solución al conflicto. El pasado 21 de marzo, en una carta leída durante la celebración del año nuevo kurdo, Ocalan declaró un alto el fuego y pidió a los militantes del PKK que se retiren del territorio turco, tal y como demanda el Gobierno.
“No podemos dejar las armas y entonces retirarnos, eso es imposible. Dejar las armas es lo último sobre lo que tenemos que discutir ahora que estamos iniciando este proceso”, asegura con voz calmada Murat Karayilan, reclinado en una silla de plástico.
“La nueva Constitución turca debe reconocer nuestra identidad”
Tras el arresto de Ocalan, Karayilan se convirtió en el comandante del PKK sobre el terreno. De 56 años y aspecto fornido, pelo y bigote canosos y cejas pobladas y oscuras, Karayilan aparece furtivamente en una casa a las afueras de un poblado en las montañas. Llega rodeado de cuatro guerrilleros jóvenes armados con fusiles AK-47 y él mismo lleva una pistola en la sobaquera. Los guerrilleros cierran las cortinas de la habitación y montan guardia junto a la puerta.
Todos van vestidos al modo tradicional kurdo. Pantalones abombados, una camisa y un cinturón muy ancho que llaman shutik y puede llegar a medir hasta 15 o 20 metros. En el caso de los guerrilleros, todo es de color caqui y además llevan otro cinturón y un chaleco militares.
“Hemos matado. Tendremos que crear una comisión de la verdad”
“Erdogan [el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan] quiere discutir el desarme al inicio del proceso, pero eso es como poner el carro delante del caballo”, continúa Karayilan, mientras un miembro del PKK hace las veces de intérprete. Asegura que hay “algo más de 2.000 militantes armados del PKK” en territorio turco, y que tras la retirada se unirían a los entre 5.000 y 6.000 que se encuentran en varios campamentos en las montañas iraquíes.
El líder guerrillero dice que se están discutiendo las condiciones del repliegue y que espera una nueva carta de Ocalan, que varios políticos kurdos van a llevarle a los picos Kandil en los próximos días. “Estamos en la primera parte del proceso, que es el alto el fuego y la retirada. Como segunda fase, tienen que venir los derechos constitucionales, que todos los grupos étnicos que viven en Turquía y todos los idiomas y credos puedan convivir, y esto se tiene que asegurar en la nueva Constitución, que tendría que ser como la Constitución española. La tercera fase es la de normalización, y en esta fase el PKK tiene que ser legalizado”, enumera Karayilan, que a ratos se balancea sobre las patas traseras de la silla.
“También querríamos que se establezca una comisión para la verdad y la reconciliación, porque nosotros también hemos matado a soldados turcos. A través de esta comisión, ambas partes, mutuamente, se pueden perdonar”, añade.
Turquía, la Unión Europea y Estados Unidos consideran el PKK como una organización terrorista. Además de esta acusación, en 2009 Washington calificó a Karayilan y a otros dos altos cargos del PKK como traficantes internacionales de droga. “Eso es una gran mentira y decir algo así sobre mí es inmoral. Si pueden mostrar cualquier mínima prueba de ello, lo aceptaremos”, responde con calma. El PKK asegura que no impone ningún impuesto revolucionario y que se financia a través de “donaciones voluntarias” de simpatizantes en Turquía y en la diáspora kurda.
Pero es esta cuestión del terrorismo la que enciende a Karayilan: “Ese es un tema muy importante: somos una organización que lucha y resiste para que el pueblo kurdo obtenga sus derechos como pueblo, como nación. El 90% de nuestras actividades son políticas. Solo el 10% son militares y, dentro de estas, no se puede encontrar ninguna actividad terrorista”.
Además de enfrentarse a soldados del Ejército, en el pasado, el PKK atacó objetivos turcos en este país y en el extranjero y ha realizado atentados suicidas. También ha secuestrado a profesores y otros trabajadores del Estado. En alguna ocasión, también ha raptado a turistas extranjeros en Turquía.
Por otro lado, el PKK ha sido acusado de secuestrar e incluso asesinar a kurdos de otros partidos políticos y a disidentes dentro de su propia organización. Karayilan lo niega entre sonrisas y dice que tales acusaciones son “propaganda negra” y “guerra psicológica” por parte de Turquía.
“Otros combatientes en el Kurdistán iraquí lucharon como nosotros, apenas hay diferencias. Y, sin embargo, Europa y Estados Unidos los consideran amigos, los consideran kurdos buenos, mientras que nosotros somos kurdos malos y terroristas”, relata con ironía. Los kurdos iraquíes lucharon contra el régimen de Sadam Husein tras la invasión estadounidense de Irak en 2003. Estados Unidos ha apoyado desde entonces al Kurdistán iraquí, que hoy es una región con altos niveles de crecimiento económico.
Karayilan dice que no tiene previsto enviar tropas a Siria a combatir junto a las milicias kurdas contra el régimen del presidente Bachar el Asad. El Gobierno turco y los propios rebeldes sirios dan por hecho que, en Siria, el Partido para la Unión Democrática (PYD, en kurdo) y su milicia armada son la contrapartida del PKK, algo que Karayilan también niega, aunque sí admite que el PKK ha ayudado y entrenado a esta milicia y que puede volver a hacerlo: “Si es necesario, apoyaremos a todos los kurdos en las cuatro partes del Kurdistán para que se conviertan en guerrilleros”.
Y si finalmente llega la paz, Karayilan reconoce que la reintegración de los guerrilleros, que como él pueden llevar hasta 14 años en las montañas, podría ser complicada. “Sabemos por las experiencias en otros países que es difícil. Pero nuestra guerrilla es diferente, somos muy ideológicos, para nosotros este entorno es como una universidad, damos mucha educación, constantemente, así que pensamos que la adaptación de nuestros guerrilleros a la vida civil será más fácil”.
El PKK se ha rodeado de una aureola de romanticismo. Muchos guerrilleros son titulados universitarios, también procedentes de la diáspora kurda, que lo dejaron todo por la vida en las montañas y la lucha armada. Los canales de televisión kurdos que emiten por satélite desde Europa muestran vídeos bucólicos de los guerrilleros marchando por las montañas, cantando y participando en bailes tradicionales. Aunque también hay críticos del PKK que consideran esta “educación constante” y esta propaganda como mero adoctrinamiento.
Karayilan se lanza en más de una ocasión a discutir el origen de la cuestión kurda, que él encuentra a principios del siglo XX con la división del pueblo kurdo entre los actuales Estados de Turquía, Siria, Irán e Irak, “cuando el desarrollo del sistema capitalista y la idea moderna del Estado nación llegaron a Oriente Próximo”.
También le gusta conversar sobre los inicios históricos de las guerrillas modernas, que sitúa precisamente en España. “Cuando las fuerzas de Napoleón entraron, los españoles organizaron guerrillas contra él”, argumenta sonriendo antes de dar por finalizada la reunión.
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