De las viñetas hacia una reconciliación
Representantes musulmanes daneses defienden la libertad de expresión tras el intento de asesinato de un autor antiislámico
Fue un intento de asesinato fallido. El crimen sigue sin ser resuelto, pero ha reabierto un debate en Dinamarca en torno a la libertad de expresión que ya ha tenido consecuencias tangibles. Lars Hedegaard, periodista, polemista de 70 años famoso por sus ataques verbales a los musulmanes y el islam, se salvó por los pelos cuando un individuo disfrazado de cartero le intentó asesinar en la puerta de su casa en Copenhague a principios de febrero. Disparó una bala que le rozó la cabeza, se pelearon y el agresor huyó. Era el último de los atentados ocurridos en el país nórdico tras los graves disturbios en el mundo musulmán que siguieron hace seis años a la publicación de las viñetas de Mahoma. Pero ahora algunos de los directamente involucrados en aquella crisis han reaccionado de modo bien distinto.
“El ataque es aún peor si pretende impedir que Lars Hedegaard use su libertad de expresión”, declaró la primera ministra, la socialdemócrata Helle Thorning-Schmidt. El agresor no ha sido detenido —“tenía unos 25 años, era inmigrante o hijo de inmigrantes”, según la víctima— ni se conocen sus motivaciones pero el suceso abrió un viejo debate en el que musulmanes daneses que fueron clave en la propagación de la furia de sus correligionarios tras la publicación de las viñetas del profeta han expresado su arrepentimiento y defendido la libertad de expresión. Pero también se ha puesto sobre la mesa la figura de Hedegaard, un demagogo que fue condenado a una multa y después absuelto por decir que los musulmanes “violan a sus propios hijos. Se oye todo el tiempo. Las niñas de familias musulmanas son violadas por sus tíos, sus primos, sus padres”.
El Consejo Musulmán de Dinamarca, que gestiona la mayor mezquita del país y envió una delegación a Egipto y Líbano para llamar la atención sobre las viñetas publicadas en septiembre de 2005 en el diario Jyllands-Posten, entonó días después del último atentado un explícito mea culpa. “Si hubiéramos anticipado las ramificaciones humanas y materiales de nuestro viaje, nunca lo habríamos hecho. Fuimos un factor y pedimos perdón por los daños causados, precisamente porque estamos muy preocupados por la sociedad danesa”, declaró a la emisora pública DR Imram Shah, del consejo. Gracias a aquel viaje el mundo musulmán descubría las caricaturas de Mahoma, la región ardía con protestas que causaron un goteo de muertos y Dinamarca se convertía en víctima de ataques y boicots.
Ahmed Akkari, que participó en aquel viaje propagandístico, fue también claro en declaraciones, precisamente al periódico que publicó las polémicas viñetas: “Lamento haber facilitado el camino a esos imanes, asociaciones y grupos para promocionarse a expensas de [convertirse en] una grave amenaza a los derechos civiles”, declaró en febrero Akkari.
El Consejo Musulmán de Dinamarca insiste en que ya en 2006 hicieron públicas sus disculpas por el “coste humano y las consecuencias que sin querer causó el viaje”. Y que por tanto su postura no ha variado. Las grandes asociaciones islámicas danesas condenaron inmediatamente el intento de asesinato de Hedegaard. “En vez de centrarnos en lo importante, siempre nos ponemos agresivos y emotivos. Esto debe cambiar. No defendemos las opiniones de Hedegaard pero sí su derecho a hablar. Puede decir lo que le venga en gana”, declaró al diario The New York Times Qaiser Najeeb, un danés de 38 años hijo de afganos que participaba en una manifestación contra el atentado y en defensa de la libertad de expresión organizada por la franquicia local de un grupo pakistaní que, según el diario estadounidense, sigue la línea dura contra la blasfemia.
Hedegaard, que tras el atentado fue trasladado a una casa-escondite protegido por la policía, también ha estado en el centro del debate. Exdirector de uno de los principales diarios daneses, el izquierdista Information, representa una especie de “nacionalismo antimusulmán” que en Dinamarca alcanza desde la extrema derecha a la extrema izquierda, explica Heiko Henkel, de la Universidad de Copenhague. Este profesor asociado de Antropología no ve un cambio en la postura de sus compatriotas que rezan a Alá. En su opinión, el suceso revela otra cosa: “Que una mayoría de la sociedad danesa todavía ve muy difícil considerar a los musulmanes como parte de esta sociedad. En cambio, aunque ven a Hedergaard como un personaje muy conflictivo, incluso como un lunático, es un danés con una posición pública e incluso mucha gente que desaprueba firmemente sus vociferios xenófobos considera que están protegidos por la libertad de expresión”. Sostiene Henkel en una entrevista por correo electrónico que “cuesta imaginar que se toleraran semejantes ataques verbales sobre otras minorías como, digamos, los judíos”.
Pero no todos confían en la sinceridad de los representantes de los musulmanes daneses. Naser Khader, parlamentario del Partido Conservador danés hasta septiembre de 2011, es un destacado crítico. “Se han dado cuenta de que su respuesta a la crisis [de las viñetas] fue ineficaz y no cosechó los resultados que esperaban. Hoy utilizan a un responsable de prensa para hablar en su nombre, pocas veces oímos a sus imanes. Me gustaría creerles pero tienen un doble discurso. No me lo trago, es una puesta en escena”, sostiene en un correo electrónico este exparlamentario criado en Siria y emigrado a Dinamarca a los 11 años que durante muchos años ha sido uno de los principales políticos daneses de origen extranjero.
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