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La defensa de los catalanes

Lluís Bassets

Muchos son los que dicen que defienden a Cataluña. Pocos los que piensan en la defensa de los catalanes. El gasto militar nunca está de moda. Su popularidad es nula y menos en estos tiempos tan agradecidos para la demagogia.

“Esa manía de continuar gastando en defensa y de recortar en cambio mucho más el Estado de bienestar es muy difícil de entender”, declaró el portavoz del Gobierno catalán y consejero de presidencia, Francesc Homs, en su conferencia de prensa del 29 de enero. Él es el hombre del contacto permanente con los periodistas, también del cuidado y subvención del periodismo, y hay que ser comprensivo en consecuencia con su tarea sistemática de cultivo e instigación de los instintos más a ras de tierra.

Homs es también el hombre de la proyección exterior de Cataluña, después del presidente se entiende, hasta el punto de que tenía previsto exhibir en el título de su departamento el rótulo de Relaciones Exteriores, aunque luego por inexplicables e inexplicadas peripecias de última hora se quedó sin tan brillante denominación, aunque al parecer no sin su contenido. Nadie más en el Gobierno, a excepción de Artur Mas, tiene por su posición teórica el punto de vista que corresponde a la defensa de los catalanes, es decir, al gasto público en el mantenimiento de su seguridad ante hipotéticos peligros exteriores.

Estamos hablando de un Gobierno que ha convertido la independencia de Cataluña en objetivo de su acción, por lo que necesariamente debería entrar en sus preocupaciones que los catalanes no se queden inermes en algún momento de la transición nacional prometida. El presidente aventuró en los primeros compases del proceso que dicha seguridad exterior quedaría confiada a la Alianza Atlántica, cabe suponer que a través de la aportación que hace el ejército español ya que no entraba en los propósitos presidenciales, al menos entonces, la incorporación del capítulo del hard power, el poder duro, en el tipo de soberanía plena a la que se aspira.

Ahora resulta que el consejero de Presidencia quiere ir más lejos y lamenta el excesivo gasto que hace el ejército español en defensa y lo contrapone a los recortes del Estado de bienestar, capítulo en el que precisamente el anterior Gobierno catalán, del que también era portavoz, obtuvo y exhibió notas de máximo y precoz podador, configurándose así una filosofía de la seguridad al menos curiosa, en la que no se prevé gasto alguno propio y se critica en cambio el gasto de quienes hasta ahora han venido cubriéndola.Es difícil saber a qué corresponde esta actitud, porque los datos de la realidad no acompañan a tanto buenismo antimilitarista.

Sin necesidad de extenderse mucho, recordemos la crisis bélica en Mali y la implicación de los intereses catalanes en ella, a través sobre todo del gas argelino, pero también de las estrechas relaciones con la entera región, donde ciudadanos catalanes han sufrido secuestros. Hay que recordar todavía más cuál es la situación del gasto público en defensa en el conjunto de Europa y en el presupuesto español, donde se está produciendo, como resultado de la crisis, una caída en picado paralela al aumento en recursos militares en todo el mundo emergente. Basta con recordar como ejemplo que solo para España el gasto militar se ha reducido la cuarta parte en los cuatro años de crisis.

Tampoco acompañan al señor Homs quienes tienen ideas y buenas sobre estos temas en su propio partido, como Jordi Pujol sin ir más lejos, a quien pertenece esta ristra de preguntas a propósito precisamente de la crisis maliense: “¿Quiere Europa tener un peso en la política mundial? ¿En las grandes decisiones? ¿Para contribuir a la seguridad mundial o aunque solo sea para defender los intereses europeos? ¿O piensa dejar los temas de la seguridad totalmente en manos de Estados Unidos?”. Pujol tiene claro, y así lo explica en un reciente artículo en la web de su fundación, que “no se puede jugar un papel importante en el mundo sin una cierta potencia militar, y últimamente hay que añadir que sin ello tampoco se puede combatir al terrorismo a gran escala”.

Queda por saber si la actitud de Homs y de Mas es parte de la ruptura generacional con el pujolismo, directamente fruto de la adhesión al ideario de Oriol Junqueras o una mera concesión circunstancial a la facilidad del momento.

Comentarios

Yo siempre he dicho que si fuera catalán y me plantearan la independencia tal y como lo hacen muchos independentistas catalanes sería favorable. Cogiendo todo lo bueno y descartando cuidadosamente todo lo malo ¿como no ser favorable?. Con la Otan protegiendo el flamante nuevo pais desinteresadamente sin necesidad del engorroso y antieconómico tramite de mantener un ejército, (como por cierto tienen que hacer todos los demás paises miembros). Y exactamente la misma filosofia tipo "embudo" en todos los ámbitos, incluido el deportivo (con selección propia pero reservandonos el derecho de que los clubes sigan jugando la liga española). Que digo yo que los otros también tendrían algo que decir.
Yo vivo en un barrio "rico" y estoy a ver si convenzo a mis vecinos que el ayuntamiento nos roba, pagamos más impuestos de media que en los barrios pobres y después invierte parecido en unos y otros. P... redistribución!!!
Está claro que en este mundo material nadie da nada gratis con lo que una Cataluña independiente si quiere el paraguas de la OTAN tendrá que dar algo a cambio y a mí solo se me ocurren tres maneras: Ejército, dinero o bases.
Por desgracia, el ejército hace falta. Otra cosa es que sea bien utilizado por quienes lo dirigen. Si Cataluña se independiza, digo yo que necesitará una organización militar adecuada a sus necesidades. Y está claro que viendo a cómo está el kilo de tanque y el de avión en el mercado, les saldrá bastante más caro fuera de España que dentro. Otra cosa es que decidan no tener ejército, como el Vaticano, y supongo que como otros miniestados. Pero cuidado, que igual se independizan y les acaba invadiendo Andorra, si es que tiene ejército, claro.
Y es que la independencia son más cosas que el buen hombre no cuenta... y ahí no digo más.
En su pérdida del norte es lógico que CIU caiga en la enfermedad infantil de la demagogia populista, pero no deja de resultar asombroso cuando una de las principales empresas catalanas es Gas Natural. En Fin. Independencia, ¡cuántas tonterías se dicen en tu nombre¡
No entiendo el artículo. El texto que el autor atribuye a Homs no me parece contradictorio: ¿no se puede criticar que el presupuesto de defensa español no sufra los recortes que sufren otras parcelas básicas de gobierno? Eso no significa, entendámonos, que no se asuma que la seguridad tiene un precio. A mi parecer, la crítica de Bassets a Homs, en este caso y artículo, y desde mi punto de vista no cuadra la argumentación. A mi parecer, el autor del artículo ha pensado primero en criticar a Homs, a CIU, y luego ha intentado argumentar la crítica fabricando una contradicción falsa.
Qué buena pinta tiene su último libro sobre la extinción del periodismo, "El último que apague la luz", aunque si me permite, más que extinción del periodismo es extinción de uno de los contenedores del periodismo. En lo demás, sigue igual, contar lo que ocurre, si bien, otra pequeña gran diferencia, hay una interactividad que antes no existía, no tan prolífica ni tan instantánea. Por lo demás, yo siempre he pensado, en esta convivencia papel-red, que es el primero el que impide que el segundo se haga adulto, en lo rentable.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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