La FIFA pide a Israel que excarcele a un futbolista palestino en huelga de hambre
El futbolista de Gaza recibió permiso de Israel para viajar a Cisjordania, pero luego fue detenido
Mahmud Sarsak, jugador de la selección nacional palestina de fútbol, no pudo imaginarse hace casi tres años que sería arrestado por acudir a su cita con el fútbol. Le detuvieron cuando se dirigía desde su Rafah natal (en sur de la Franja de Gaza) al paso fronterizo de Erez, que limita con Israel, con el objetivo de desplazarse hasta Cisjordania. Sarsak, que tiene ahora 25 años —los tres últimos detenido en una cárcel israelí—, había recibido un permiso por parte de la Administración Civil del Ministerio de Defensa israelí, por lo que se sentía seguro de poder viajar para jugar con el equipo del campo de refugiados de Balata (adyacente a la ciudad de Nablus, en el norte de Cisjordania). Muchísimas veces los jugadores palestinos tienen problemas para desplazarse incluso dentro Cisjordania, y los partidos se suspenden porque el equipo de una ciudad no puede llegar a otra debido a los controles o registros del ejército. Nada suele decir la FIFA. Pero ahora están en juego la vida de un jugador y el organismo que dirige el fútbol mundial ha perdido su liberación.
Las llamadas internacionales por parte del presidente de la FIFA, Joseph Blatter, y del relator especial de la ONU para los Territorios Palestinos, Richard Falk, parecen haber surtido efecto y la huelga de hambre de Sarsak podría terminar este jueves. Según el abogado que le representa, Mohamed Yabarin, el jugador habría aceptado que se le administren leche y otros fluidos para esperar a una revisión judicial de su caso.
Mahmud Sarsak estudiaba informática, carecía de antecedentes penales y no tenía una afiliación política conocida
Sarsak estudiaba informática, carecía de antecedentes penales y no tenía una afiliación política conocida. Aun así, fue arrestado en aplicación de la “ley de combatientes ilegales” y puesto bajo detención administrativa, una fórmula heredada del Mandato Británico que permite mantener a un sospechoso detenido durante periodos de seis meses de forma indefinida. Otra característica de esta figura jurídica es que la fiscalía militar no presenta pruebas contra el sospechoso (las supuestas evidencias quedan en el ámbito de los servicios de seguridad) ni tiene lugar un juicio. Por esta razón, y tras los precedentes sentados por los presos Jader Adnan, Hana Shalabi y Thaer Halahleh (aunque en estos casos siguiendo una agenda política, al estar vinculados con Yihad Islámica), Sarsak decidió ponerse en huelga de hambre hace ya 92 días, lo que constituye todo un récord de aguante.
El pasado 10 de junio, y ante el grave deterioro de salud experimentado por Sarsak, la autoridad de Instituciones Penitenciarias israelí (IPS, en sus siglas en inglés) decidió trasladarlo a un hospital para recibir tratamiento médico, ante la aparente incapacidad de medios de la clínica de la prisión de Ramla en la que se encontraba. Según sus abogados, ha perdido más de un tercio de su peso, sufriendo pérdidas de la consciencia y lapsus de memoria. Y, según la organización israelí de derechos humanos Physicians for Human Rights, se encuentra en peligro de muerte, al igual que el otro preso que guarda ayuno desde hace 67 jornadas, Akram Rijawi. En su caso, la diabetes que padece ha agravado su estado a pesar de llevar menos días en huelga de hambre.
Todo apunta —según el precedente de Jader Adnan— a que la magistratura militar opte por poner fin a su detención el próximo 22 de julio, en que se cumplirán los tres años de detención. Para ello, Sarsak aceptaría permanecer detenido hasta esa fecha, tiempo que tendría para recuperarse físicamente antes de su puesta en libertad. No obstante, parece que dada su pérdida de fibra muscular tardará varios meses en volver a pisar un terreno de juego, y probablemente no pueda hacerlo nunca de forma profesional.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.