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Sarkozy se decide a anunciar por fin su candidatura para las presidenciales

El presidente, que deberá remontar la ventaja de Hollande, recurrirá a los valores y la identidad para buscar el voto de la ultraderecha

Nicolás Sarkozy durante su visita a una fábrica de paneles solares de Bourgoin-Jallieu.
Nicolás Sarkozy durante su visita a una fábrica de paneles solares de Bourgoin-Jallieu.PHILIPPE WOJAZER/POOL (EFE)

Tras varias semanas de mercadotecnia teasing (aplazar el momento para aumentar el deseo), Nicolas Sarkozy se dispone a desvelar por fin el miércoles, a través de una entrevista a la televisión privada TF1, que será candidato a la reelección en las presidenciales de abril y mayo. La no-noticia, pues todo el mundo sabe ya que el jefe del Estado se iba a presentar, coincide con un ligero repunte del presidente de la República en las encuestas. Sarkozy marcha entre cinco y siete puntos por detrás del gran favorito, el aspirante socialista François Hollande, para la primera vuelta, y parte con enorme desventaja para el segundo turno (58-42).

Según ha filtrado su equipo, Sarkozy va a justificar su segunda carrera al Elíseo con la frase “por el pueblo, con el pueblo y para el pueblo”. La apelación tres veces populista al artículo 2 de la Constitución encierra varios deseos: proponer una campaña muy intensa y pegada al terreno; recabar el apoyo masivo de la Francia profunda y de los electores del Frente Nacional lanzando mensajes de extrema derecha sobre seguridad, identidad, inmigración y derechos individuales, y negar la principal acusación que le hacen sus opositores: que ha gobernado estos cinco años pensando no en el conjunto de los ciudadanos sino en los más ricos y los grandes empresarios.

Medidas tan polémicas como las exenciones fiscales a las grandes fortunas, o el reciente recorte de los costes patronales del trabajo para compensarlo con una subida del IVA de 1,6 puntos (que entraría en vigor en octubre, si es reelegido) parecen confirmar esas críticas, pero ahora toca hablar a los 65 millones de franceses para revertir los sondeos y llegar en cabeza a la primera vuelta, que es el primer objetivo de los dos favoritos.

Poco a poco, los sondeos han ido decantando la cita del 22 de abril como un duelo a dos, y han alejado tanto a Marine Le Pen (17,5% en los sondeos) como al centrista François Bayrou (12,5%) de una posible sorpresa, aunque ambos serán decisivos cuando ya no estén, en la segunda vuelta.

La intención de voto parece consolidada, y aunque aun hay un 38% de indecisos, parece evidente que el partido final será derecha tradicional contra izquierda clásica. Pero Sarkozy ha arengado hoy a sus diputados diciendo: “No será derecha contra izquierda, la elección se ganará con el pueblo”.

De momento, Le Pen no ha encontrado las 500 firmas de alcaldes obligatorias para presentarse a las elecciones, pero todos cuentan con que lo hará finalmente. Sarkozy sabe que su suerte en la primera vuelta dependerá de la conquista de ese 30% de franceses silenciosos que desconfían del euro, de Europa, los inmigrantes, los partidos y la globalización. Se anuncia una nueva medida: la creación de un inquietante Ministerio de Identidad Nacional.

El martes, el inquilino del Elíseo hizo su último desplazamiento como presidente de la República. Visitó junto a 80 periodistas una planta fotovoltaica en quiebra, Photowatt, y anunció que el gigante público EDF absorberá a los 450 trabajadores que van a perder su empleo. Encarnar el papel de presidente salvador, pese a que durante su mandato se han perdido 750.000 empleos industriales y un millón neto de puestos de trabajo, es solo uno de los ejercicios de funambulismo que Sarkozy deberá hacer para evitar que su propio legado devore sus posibilidades de reelección.

La ofensiva será especialmente agresiva esta primera semana. El nuevo candidato planea dar su primer mitin el jueves ante 3.500 personas en Annecy, inaugurar el sábado su cuartel general en el distrito XV de París (el más pijo de la capital), y cerrar el domingo con una demostración de fuerza en Marsella, una de las zonas del país más azotadas por la inmigración, la inseguridad ciudadana y el paro, y por tanto un gran vivero de votos del Frente Nacional.

Virando todo a estribor, el presidente ha prometido que convocará dos polémicos refrendos populares (sobre la prestaciones del desempleo y los derechos de los extranjeros), y ha intentado encandilar al electorado más reaccionario subrayando, como hizo en 2007, las raíces cristianas de Francia y descartando reformas como el derecho de voto a los inmigrantes, el matrimonio homosexual, la adopción por parejas del mismo sexo y la eutanasia.

Sarkozy trabajará con su equipo de asesores del Elíseo, lo que convierte casi en testimonial la aportación del su partido, la UMP, y llamará a los franceses a abrazar en esta hora histórica los viejos valores francofranceses que, paradójicamente, hoy encarna Alemania: trabajo, autoridad, responsabilidad.

Otra baza será el uso de los atributos personales -espontaneidad, sinceridad, experiencia, astucia- para presentarse como el único candidato fiable, el timonel que mantiene el rumbo en medio de la tormenta perfecta. Sarkozy confía en diferenciarse así del frío tecnicismo que simbolizaría el ‘enarca’ (licenciado en la Escuela Nacional de Administración) e inexperto Hollande, a quien retratará como “el candidato del sistema”.

En marzo, Sarkozy editará el libro que ha escrito durante los últimos meses. Al parecer, le ha salido tan íntimo que está siendo reescrito por Emmanuelle Mignon, la redactora del programa de 2007. Según Le Monde, Mignon ha sido rescatada in extremis, con la esperanza de reencontrar la química popular que llevó a Sarkozy a la victoria hace cinco años.

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