"No quiero empezar a encadenar pequeños trabajos"
Amélie Fenaux tiene un título superior desde octubre de 2001 pero todavía busca trabajo. En los últimos cuatro años, trabajó solo 18 meses
"Yo no soy de las que se deprimen, pero, a medida que pasa el tiempo, cada vez me cuesta más soportar la mirada de compasión de la gente cuando explico mi situación: con un título superior desde octubre de 2001 y todavía en busca de trabajo. Y eso, a pesar de que he estudiado en un sector que se considera en expansión, el del medio ambiente. Un año de máster más bien teórico en la Universidad del Litoral, en Dunkerque; y un segundo año más profesional, en gestión y economía del medio ambiente. Pero la universidad no está adaptada al mundo del trabajo. Se toca un poco todo sin especializarse verdaderamente. Y nadie te explica cómo es eso de buscar trabajo.
En mi promoción, de 10 estudiantes, solo tres o cuatro han encontrado un empleo estable y que les guste. De estos cuatro últimos años he trabajado 18 meses, sobre todo en el ámbito de la fotointerpretación, una técnica que consiste en observar y clasificar objetos en imágenes de satélite para elaborar mapas. Quince meses acumulando contratos temporales y tres meses de servicio en la función pública. Prefiero no llevar una cuenta exacta, pero, en cuatro años, desde luego, he enviado casi 400 currículos y cartas de motivación.
Estoy atenta a todas las ofertas, me mantengo al día, me presento candidata a puestos incluso aunque no haya habido oferta previa... ¡Buscar empleo es un auténtico trabajo! Poco a poco, he ido ampliando mi búsqueda a toda Francia y a Bélgica. Los directivos de las empresas belgas, muchas veces, están más disponibles y se toman más la molestia de responder que los franceses. No hay mucho trabajo en el sector del medio ambiente; cada oferta atrae de 100 a 150 candidatos. Para empezar, los jefes exigen perfiles muy poco probables, años de experiencia para puestos con sueldos de principante y títulos de ingeniero incluso para los interinos. La universidad padece un problema de imagen, está infravalorada, y a mí me dicen que no tengo suficiente experiencia. He pensado en cambiar de orientación, pero si escogí el medio ambiente era porque tengo ganas de hacer algo constructivo. Y cuando, a pesar de todo, pido algún curso de formación a la agencia de empleo, Pôle Emploi, me dicen: “Pero entonces va a ocupar usted la plaza de alguien que no tiene nada”.
Después de vivir sola durante la mayor parte de mi carrera, he vuelto a casa de mis padres. Cobro 204,95 euros al mes, de la Renta de Solidaridad Activa (RSA), y mis padres me ayudan con 180 euros más. El mes próximo espero trabajar para el censo, pero no quiero empezar a encadenar pequeños trabajos. Seguro que podría vivir mejor, tener mi propio apartamento, pero es una espiral de la que es difícil salir: no podría continuar mi búsqueda con la misma seriedad. También doy un poco de mi tiempo a asociaciones de ayuda a los inmigrantes. Eso me permite conservar el contacto con el mundo real. Tener unos horarios, conocer gente, pensar en otra cosa que no sea mi búsqueda de empleo... Y, después de tantas decepciones, necesito sentirme útil.
Traducido por María Luisa Rodríguez Tapia
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