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Irán rechaza categóricamente cualquier relación con el compló en EE UU

Sus máximos líderes muestran inquietud y acusan a Washington de querer crear "fisuras" entre el régimen y el Gobierno de Arabia Saudí

Ángeles Espinosa
El presidente iranÍ, Mahmud Ahmadineyad, en Teherán a la espera del ministro de Cooperación Internacional de Qatar.
El presidente iranÍ, Mahmud Ahmadineyad, en Teherán a la espera del ministro de Cooperación Internacional de Qatar.ATTA KENARE (AFP)

Irán ha rechazado de forma rápida, categórica y al más alto nivel cualquier relación con el compló para asesinar al embajador saudí en Washington del que le acusa Estados Unidos. El desmentido del mismísimo líder supremo, Ali Jameneí, demuestra la preocupación que el asunto ha suscitado dentro del régimen. No ha habido fisuras ni inconsistencias en la negativa. Hasta el expresidente reformista Mohamed Jatamí ha mostrado su inquietud por lo que ha calificado de “pretexto” para actuar contra la República Islámica. Y en un inesperado gesto, el ministro de Exteriores, Ali Akbar Salehí, incluso ha insinuado una posible cooperación si se le presentan pruebas.

“Sin duda la acusación ha causado un gran desasosiego [entre los dirigentes iraníes] porque son conscientes de que se trata de algo muy grave”, explica un embajador europeo en Teherán. Más allá de los detalles concretos, las alegaciones alimentan la desconfianza con Arabia Saudí, dan nuevos argumentos a los países tibios en el asunto de las sanciones por el programa nuclear, y alientan la división interna al apuntar a los Pasdarán (el ejército ideológico a las órdenes directas del líder supremo). El régimen sin embargo ha evitado entrar en ese juego respondiendo de forma unánime y ahorrando, salvo excepciones menores, los exabruptos. (Solo el diputado Mohammad Karim Abedí ha fanfarroneado diciendo que “Irán puede ocupar Arabia Saudí cuando quiera”).

Además, añadiendo más confusión a una ya de por sí borrosa historia, la agencia Mehr asegura que Gholam Shakuri, el supuesto compinche del estadounidense de origen iraní detenido en Nueva York y a quien el Departamento de Justicia identifica como agente de la Fuerza Quds de los Pasdarán, es en realidad un “miembro clave” de los Muyahidín Jalq. Este grupo, también conocido como Consejo Nacional de Resistencia de Irán (CNRI), está considerado como un grupo terrorista tanto por la República Islámica como por EEUU, aunque no en la UE. Mehr, que cita sin identificar fuentes de Interpol, no explica cuáles serían los motivos del CNRI, cuya secretaría ha desmentido su implicación en un email. Los Muyahidin revelaron en el verano de 2002 la existencia del programa nuclear secreto de Irán.

“Hemos rechazado esa acusación tajantemente”, declaró el presidente Mahmud Ahmadineyad el lunes por la noche en una entrevista con la cadena Al Jazeera. Ahmadineyad, que suele llenar titulares por su encendida verborrea, se mostró sin embargo bastante contenido durante el programa. Reconoció sus diferencias con el Gobierno estadounidense, pero aseguró que no son motivo para tratar de asesinar al embajador de un país vecino. “La Administración norteamericana tal vez quiera distraer la atención de lo que está sucediendo dentro de Estados Unidos”, señaló de acuerdo con lo que ha sido la línea oficial desde que se hiciera público el compló la semana pasada.

Lo que es más significativo, Ahmadineyad dijo que Washington “intentaba crear fisuras entre Teherán y Riad”. Pocas horas antes, el propio Jameneí, aprovechando una visita a la provincia de Kermanshah, había sugerido esa idea al mencionar que “la división entre suníes y chiíes siempre había sido un instrumento de los enemigos del islam”.

Desde la revolución iraní de 1979, las relaciones entre Irán, que cortó lazos con Washington, y Arabia Saudí, que se convirtió en su principal aliado en la región, no han sido especialmente amistosas. A menudo, la pugna de ambos países se ha querido explicar en términos de liderazgo político-religioso. Irán se erigió entonces en líder de los musulmanes chiíes (en torno al 10% del islam), frente Arabia Saudí que encabeza a la mayoría suní. Esa división se superpone además a la rivalidad histórica entre árabes y persas (la minoría mayoritaria en Irán). Consciente de la superioridad numérica de los suníes y de los musulmanes no árabes, Jameneí ha seguido la línea de su predecesor y fundador de la República Islámica, Ruholá Jomeiní, llamando siempre a la unidad y evitando cualquier discriminación (al menos en sus discursos públicos porque los suníes iraníes se quejan de estar marginados).

Sea como fuere, las dos potencias regionales llevan años enfrascadas en una especie de guerra fría que ni siquiera logró cerrar el acercamiento durante el Gobierno de Jatamí (1997-2005). No está claro qué beneficio obtendría el régimen iraní de convertir en abierto ese enfrentamiento que hasta ahora han librado a través de distintos intermediarios en Líbano, Palestina o Irak. El propio Jatamí ha roto el silencio que observa desde que Ahmanineyad aplastara a la oposición con la que simpatiza, para expresar su preocupación y aconsejar a los dirigentes que actúen de forma que no den pretextos a quienes tratan de atacar la seguridad y los intereses nacionales.

De hecho, la gravedad de la situación, que algunos analistas han querido ver como el prólogo a una eventual acción militar, ha llevado a una inusitada oferta del jefe de la diplomacia iraní. En un comunicado, que las embajadas tradujeron y difundieron con inusual presteza, Salehí manifestó el lunes que su país “está dispuesto a estudiar el caso con paciencia” y que “insta a Washington a presentar cualquier documento disponible”. No obstante, Ahmadineyad ha dicho que no iba a abrir una investigación al respecto. Eso descarta la posibilidad de que encausen a Gholam Shakuri y, por supuesto, la extradición que reclama EE UU.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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