Apoteosis de la dinastía roja
La fortuna del comunismo es extraña y contradictoria. Apenas quedan unas pocas reliquias del sistema que retó al capitalismo en el siglo XX, pero el mayor partido comunista del mundo sigue creciendo y ocupando todo el poder en el país también más poblado. No significa que el ideario comunista siga avanzando, sino exactamente lo contrario. Ese partido comunista tan fuerte y numeroso es también el partido capitalista más serio y eficaz del planeta: ninguna otra organización política ha hecho un trabajo tan sistemático para aplicar la economía de mercado en su país, sacándolo de una economía de Estado y fabricando riqueza, multimillonarios y clases medias. Esta organización no es tan solo extraordinaria como partido capitalista, sino que lo es simplemente como partido. No hay ningún otro caso actual o pasado de una tan potente y nutrida organización política, condición alcanzada gracias a su monopolio dictatorial y como ineludible trama de ascenso social y económico.
La celebración actual, en pleno ascenso económico y geopolítico, es una excelente ocasión para que la dinastía imperial que ha sacado a China de la dominación colonial y de la miseria, la ha modernizado y ahora la está convirtiendo en una superpotencia se reivindique a sí misma. No es una dinastía familiar, sino una organización política asociada a una historia, a unos símbolos y a una figura, Mao Zedong. El color rojo de sus viejas y superadas ideas fundacionales son ahora una mera distinción ceremonial respecto a las dinastías imperiales anteriores. Pero su única ideología es su mantenimiento exclusivo en el poder para restablecer la centralidad milenaria de China en el mundo. El politólogo chino afincado en Estados Unidos Minxin Pei ha señalado maliciosamente que ningún partido ha conseguido en la historia sobrepasar las plusmarcas del PRI mexicano (71 años ininterrumpidos en el poder) o del PCUS (74). Sucederá entre 2020 y 2023.
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