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Ellas van al volante

Por primera vez una compañía de taxis cairota incorpora a mujeres conductoras

Se coloca el cinturón de seguridad, pone la llave en el contacto, vigila el retrovisor y con la primera puesta va soltando el embrague mientras hace girar el volante. Entre tanto, al otro lado del parabrisas, un atónito conductor se asoma para ver que quien le deja aparcamiento libre es una mujer. Una mujer en un taxi amarillo. Enas Hamman sonríe y se coloca las gafas de sol antes de darle al taxímetro. "Esta suele ser la reacción habitual". Miradas, volantazos, caras de sorpresa... "Pero, las mujeres, sobre todo, levantan el pulgar, me sonríen y me animan. A veces, incluso, me aplauden", ríe Hamman. Esta mujer de 36 años, divorciada y madre de dos hijos adolescentes se ha convertido en paradigma de una sociedad que intenta romper lentamente sus estereotipos. Hace unos meses vio un anuncio en un periódico en el que se buscaban conductoras para una compañía de taxis. "Siempre me había gustado conducir y me parecía un reto ponerme al volante profesionalmente". Buscaba "un buen trabajo y un buen sueldo" así que no le dio importancia al hecho de que no hubiera otras mujeres conduciendo vehículos públicos en una ciudad que ronda los 20 millones de habitantes.

La iniciativa no es nueva, según explica Emad Abdel Rahman, director general adjunto de la compañía de taxis para la que trabaja Hamman. "En 2006 intentamos conseguir conductoras pero no tuvimos ningún éxito. En 2008 tres lo intentaron y finalmente abandonaron por presiones de sus familias o su entorno", explica. Una nueva convocatoria en 2009 logró llenar los archivos de la compañía con 70 nombres y fotos de mujer, pero la realidad social se impuso y al final se quedaron con una decena de trabajadoras que hoy se ha visto reducida a la mitad, frente a 700 compañeros varones.

"La idea de contratar mujeres como taxistas surgió de la demanda", dice Abdel Rahman. "Cuando abrimos la empresa recibimos muchas llamadas de madres, esposas, o padres cuyas hijas o esposas necesitaba un taxi y pedían expresamente a conductores femeninos." En El Cairo, el 98% de las mujeres extranjeras y el 83% de las locales, sufre acoso sexual, físico o verbal, cada día en la calle. En muchas ocasiones dicha violencia se produce al coger el autobús o subirse en un taxi donde las féminas tienen que soportar miradas y comentarios obscenos. "A las mujeres les gusta pintarse los labios en el taxi, mirar por la ventanilla, sentarse cómodamente sin estar pendiente de una falda que se sube un poco. Así que se quedan más tranquilas si la que conduce es otra mujer". Hamman reconoce que muchos de sus clientes son mujeres pero también trabaja con hombres aunque, algunos de ellos han llegado a negarse a que les lleve. "Existe el estereotipo de que conducimos peor, pero yo siempre les digo que prueben y si no quedan contentos se bajen. Siempre repiten", asegura.

"Me encanta mi trabajo", explica Hamman. "No es sólo que me divierta trabajando y que gane un buen sueldo es creo que sirve para que esta sociedad pacata se dé cuenta de que las cosas tienen que cambiar", asevera. Su rostro cobra un perfil adusto mientras elabora sus razones. "La mujer egipcia es muy fuerte. Puede trabajar en casa, fuera, con los niños. Pero no la dejan. Podemos hacer lo mismo que un hombre pero no está bien visto". Para explicarlo recurre a sus hijos. "Al principio se asustaron cuando les dije que iba a ser taxista. Conocen la sociedad en la que vivimos", lamenta. Después los niños de 15 y 16 años lo han ido entendiendo y Hamman se alegra de que hayan colgado en la red social Facebook su foto en el taxi para que sus amigos sepan lo que hace. "Es importante que vean que son iguales", señala. Al teléfono, Aya, la mayor de sus hijos explica que se siente "muy orgullosa de su madre". "No es una cuestión de trabajo sino de romper las reglas", recalca. "Me gusta que mis amigas sepan que mi madre es una de las primeras mujeres taxistas de Egipto".

Lo cierto es que, además de Enas Hamman y sus cuatro compañeras de la compañía, de vez en cuando se puede ver a otras mujeres, conduciendo taxis blancos (privados), aunque son tan pocas que tratar de encontrarlas es como buscar una aguja en un pajar. Zeynab es una de ellas. No quiere ni oír hablar de fotos y menos de dar detalles de su vida y familia. Detesta su trabajo y cree que una mujer jamás debería tener que estar expuesta en un coche. Ha tenido muy malas experiencias con sus clientes y cada día lidia con las miradas reprobatorias de los transeúntes, algo con lo que Hamman está de acuerdo. "Para ser sinceros", le avergüenza lo que hace. Sin embargo, se vio empujada a ello cuando hace un año enviudó y, sin otro trabajo a la vista por falta de cualificación, decidió ponerse al volante de su herencia.

La ley de tráfico egipcia prohíbe a las mujeres conducir un taxi después de las siete de la tarde así que Enas Hamman trabaja desde las 7 de la mañana hasta las 6. Siempre a través de radiotaxi. "Podemos coger clientes en la calle pero me siento más segura sabiendo que cuando hago un servicio la compañía tiene todos los datos del viajero". Una opción que Zeynab no tiene y que dificulta su trabajo. No me importa coger hombre, sobre todo si se trata de extranjeros, señala, pero siempre que puedo, prefiero recoger a mujeres porque evito muchos problemas". Hamman sin embargo quiere ser optimista y cree que el esfuerzo que tanto ella como Zeynab hacen servirá a otras mujeres para tenerlo más fácil en el futuro. "¡Inshallah!".

Enas Hamman una de las primeras mujeres taxistas de El Cairo.
Enas Hamman una de las primeras mujeres taxistas de El Cairo.MIGUEL ÁNGEL SÁNCHEZ

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