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Un cuchillo para la garganta del desertor Hwang

Seúl condena a 10 años de prisión a dos norcoreanos que simularon ser refugiados con el objetivo de asesinar al más alto funcionario desertor de Corea del Norte

Llegaron a Corea del Sur como miles de norcoreanos lo han hecho antes: en calidad de refugiados que huían de la opresión y las penurias económicas del régimen de Kim Jong-il. Salieron de su país a través de la porosa frontera con China. Y, como tantos otros antes, terminaron en Tailandia, de donde, a principios de año, fueron deportados a Seúl.

Pero Kim Myong-Ho y Tong Myong-Kwan, ambos de 36 años, no eran refugiados. Simularon que huían del país más aislado del mundo porque tenían una misión secreta: asesinar a Hwang Jang-Yop, de 87 años, el más alto funcionario que ha desertado jamás de Corea del Norte.

Su plan fue descubierto por los servicios de inteligencia surcoreanos, y, hoy, un tribunal de Seúl los ha condenado a 10 años de prisión cada uno por violar la Ley de Seguridad Nacional. "Los acusados admitieron todos los cargos, y el testimonio de otros desertores y antiguos agentes confirmó sus declaraciones", ha asegurado uno de los jueces, Cho Han-Chang, informa France Press. "Si hubieran logrado instalarse aquí, habrían representado una grave amenaza para la vida de Hwang". El tribunal ha señalado que el asesinato del antiguo líder norcoreano habría dañado el orden democrático de Corea del Sur.

Pyongyang ha negado cualquier implicación en el asunto y ha acusado al país vecino de haber simulado el complot para enardecer los sentimientos contra el Norte. Pero el pasado 5 de abril el sitio en Internet oficial Uriminzokkiri amenazó de muerte a Hwang por haber criticado al régimen de Kim Jong-il durante viajes a Estados Unidos y Japón. "No estarás a salvo en ningún sitio", publicó. "No debes olvidar que los traidores han sido siempre pasados a cuchillo".

La sentencia se produce en un momento delicado en las relaciones entre los dos países, como consecuencia del hundimiento en marzo pasado de una corbeta del Sur, en el que fallecieron 46 marineros. Según Seúl, fue torpedeada por un submarino norcoreano, algo que el Norte ha negado.

Los dos agentes secretos, que fueron arrestados en abril, dijeron a los investigadores que tenían instrucciones de informar a sus superiores de las actividades de Hwang y de prepararse para "rebanar la garganta del traidor", según explicaron los fiscales.

No habría sido el primero en caer. Tres días después de que, el 12 de febrero de 1997, de vuelta de un viaje a Japón, Hwang se refugiara en la embajada surcoreana en Pekín y pidiera asilo político, otro desertor, Lee Han-Young, sobrino de la fallecida primera esposa de Kim Jong-il, fue asesinado a tiros cerca de su apartamento en los alrededores de Seúl. Lee había roto el año anterior el silencio sobre la vida privada de la familia del dictador norcoreano. El Gobierno del Sur dijo en aquel momento que lo mataron en venganza por la huida de Hwang. Lee llevaba 15 años en Corea del Sur. Sus ejecutores -que se cree que eran agentes del Norte- nunca fueron detenidos.

Hwang fue presidente de la Asamblea Popular Suprema durante 11 años, secretario del gobernante Partido de los Trabajadores, y uno de los arquitectos de Juche, la ideología oficial del Norte, que defiende la autosuficiencia. Tras su llegada al Sur, se convirtió en un duro crítico con el régimen de Kim Jong-il. Ha dado conferencias y publicado libros y artículos, en los cuales acusa al llamado Querido Líder de autoritario, de traicionar la idea Juche y de promover el feudalismo. Actualmente, vive en un lugar desconocido en su país de adopción, bajo protección policial.

Según el tribunal, los dos condenados fueron seleccionados como agentes secretos en 2004, y en noviembre del año pasado recibieron orden, directamente de Kim Yong-Chol, jefe del servicio de inteligencia militar del país estalinista, de silenciar para siempre a Hwang. Tras entrar en China por la ciudad de Yanji, cercana a la frontera con el Norte, viajaron hasta Tailandia, de donde fueron expulsados a Corea del Sur.

Seúl acoge, proporciona ayudas y entrega papeles a todos los norcoreanos que logran llegar al Sur, pero los somete a un intenso interrogatorio, durante el cual fueron descubiertas las identidades falsas de Kim y Tong. A partir de ahí, los agentes, ya no secretos, colaboraron en la investigación.

Los fiscales habían pedido 15 años de cárcel, pero el tribunal ha reducido la condena a 10, "por la esperanza de que los acusados acepten y asuman el sistema democrático [surcoreano] y se asienten aquí cuando cumplan sus penas de prisión".

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