La, a ratos, apacible Oaxaca
Derecha e izquierda logran alianzas electorales para romper cacicazgos priistas en distintas regiones de México
El centenario escritor zapoteco Andrés Henestrosa describió alguna vez así su entrañable Oaxaca: "La bella, la dulce, la risueña y a ratos aún apacible Oaxaca. La de temple apacible y sano que dijo Gil González Dávila. Aquella que dijo Tomás Gage la más apropiada para levantar la última morada. O que Federico Nietzsche creyó la mejor para recuperar la salud perdida."
Bien pues esa bella, dulce y risueña Oaxaca, dejará un rato de ser apacible. En las próximas semanas y meses se convertirá en el escenario de una elección muy compleja, en la que muchos se juegan todo, en la que todos nos jugamos algo, y en la que México parece revivir todos los pendientes y rezagos de su proceso de transición democrática.
Todavía no empiezan las campañas y hasta el momento la elección en Oaxaca ya ha confrontado a varios actores nacionales, ha motivado la reaparición con declaraciones de muchas de las figuras clásicas de la transición, ha enemistado a las dirigencias de los partidos con grupos importantes de su militancia, le ha costado su militancia del PAN al Ministro de Gobernación, y ha motivado un alud de portadas, notas y análisis en todos los medios de comunicación.
La razón: la polémica alianza política entre la izquierda y la derecha, en contra del PRI, en varios estados, pero de manera significativa, en el estado (autonomía) de Oaxaca.
Para entender bien el entuerto, contextualicemos y digamos primero que este año en México hay elecciones locales en la mitad del país. Habrá renovación local en 15 de las 32 entidades federativas y en 12 de ellas, se elegirá a los Gobernadores. Casi todas las elecciones serán el domingo 4 de julio, una semana antes de la final del mundial de fútbol Sudáfrica 2010.
¿Por qué se han vuelto tan importantes y visibles las elecciones locales en México? ¿Por qué importan tanto las elecciones para Gobernador?
Sencillamente porque buena parte del poder político que en el viejo régimen estaba concentrado en el Presidente, se ha trasladado a la figura de los Gobernadores.
Para entender algo del escenario político del México de hoy, hay que tener presente el nuevo y creciente poder de los Gobernadores que han reproducido en lo local, las formas, los vicios, los errores y las mañas del viejo régimen autoritario priísta.
México ha avanzado mucho en la democracia nacional, es decir la que implica e involucra a los órganos federales, pero no ha avanzado de igual forma y con el mismo ritmo en sus 32 democracias locales.
Tras la alternancia en el Ejecutivo Federal, desaparece el control informal y metaconstitucional que el Presidente de la República ejercía sobre los Gobernadores y no se crea un sistema jurídico y formal que lo sustituya. Como lo señala correctamente el Dr. Luis Rubio: "El poder se descentralizó, pero no se federalizó. El poder fluyó de la presidencia hacia otras instancias, particularmente los gobernadores, pero el crecimiento en su poder no vino aparejado de una responsabilidad equivalente." (REFORMA, 15 de noviembre de 2009)
Hoy el desarrollo político local es muy disparejo. Mientras en algunas entidades, las menos, hay una democracia aceptable, con cierta competencia y pluralidad política, en la que se ha vivido la alternancia, y en las que el Ejecutivo local ha llegado a experimentar cierto equilibrio de poderes, en otros Estados, los más, se vive a plenitud el viejo autoritarismo del pasado.
En muchos estados se conservaron en formol los usos y costumbres autoritarios del viejo régimen. En la mayoría de las entidades se ha asumido un federalismo insular, patrimonialista, clientelar, que maneja cada vez más recursos, y en él no funcionan los mecanismos de un verdadero sistema de frenos, contrapesos y rendición de cuentas. Se les ha definido, con razón, como verdaderos señores feudales.
Tenemos estados en los que los Gobernadores lo controlan todo o casi todo: en los que el Ejecutivo domina de facto a los otros dos poderes; en los que se compra a los disidentes y se coopta a los opositores y se hostiga a los medios opositores; en los que se captura los órganos electorales, las auditorías locales y las instancias de transparencia; y en los que no existe ningún control real y serio del uso de las crecientes transferencias de recursos federales.
Estados en los que la transición se atoró y es prácticamente imposible la alternancia. En las que los Gobernadores eligen al candidato de su partido, lo imponen a la dirigencia nacional y se convierten de facto en coordinadores de la campaña de sus sucesores. Una franca reconstrucción del sistema de cacicazgos locales anteriores de la etapa más atrasada de la Revolución Mexicana y una restauración del dedazo del viejo PRI.
Es en este contexto en el que se viven las elecciones locales de este año en México y de Oaxaca en particular.
Hay que recordar además que Oaxaca es una de las entidades más atrasadas en todos los sentidos. Con municipios cuyo Índice de Desarrollo Humano compite con el de Haití, o con las zonas más atrasadas de África. Según la ONU, en el estado de Oaxaca hay 22 municipios con condiciones de desarrollo inferiores a las de Haití, por sus indicadores de desnutrición, esperanza de vida, analfabetismo y PIB per capita.
Es un estado que viene de una severa crisis política y de ingobernabilidad. Que vivió motines en las calles y un paro magistral que dejó sin escuela a los niños durante varios meses. Un estado con un periodo de gran inestabilidad política, que lastimó severamente el turismo y la economía, y en el que a pesar de las críticas y del deterioro, su gobernador no tuvo la vergüenza de renunciar.
Es ante este deterioro político que el PAN, el PRD, varios partidos pequeños, y lo más importante, varios grupos de la sociedad civil, emprenden la construcción de una alianza opositora para derrotar al PRI en Oaxaca.
La alianza de PAN y PRD en Oaxaca ha desatado por supuesto una gran tormenta política. Recordemos que venimos de tres años de confrontación entre el PAN y el PRD y que todavía, hasta la fecha, Andrés Manuel López Obrador cuestiona en su discurso y acción, la legitimidad del gobierno del Presidente Felipe Calderón. Que en todos estos años estos dos líderes políticos no han tenido la estatura, la generosidad y la grandeza democrática de encontrarse, perdonarse y dialogar desde el 2006, y que las relaciones entre la izquierda y la derecha están públicamente rotas en casi todos los frentes.
Pese a todo ello la alianza se concretó en Oaxaca y la pregunta hoy es: ¿Se justifica y se sostiene una alianza electoral entre izquierda democrática y la derecha democrática en Oaxaca? ¿Qué la sustenta? ¿Qué la explica?
Desde el punto de vista pragmático no hay duda. Según algunas encuestas locales en Oaxaca si hoy fueran las elecciones el PRI, el partido del gobernador, obtendría un 36% de la votación, el PRD un 17%, el PAN un 18% y los partidos pequeños juntos, cerca de un 10%. Sin alianza opositora no hay manera de lograr un cambio o una alternancia local. Ninguna fuerza política puede sola. Además, el poder y el control del Gobernador hace muy difícil, si no es que imposible, cualquier oportunidad de triunfo para una fuerza política opositora.
Pero además desde el punto de vista ético y democrático, la alianza tiene razones y plena legitimidad y justificación. La razón es muy sencilla. Es evidente que si la democracia no alcanza su pleno desarrollo en todas las entidades, es perfectamente legítimo que las fuerzas democráticas construyan alianzas temporales, coyunturales, para permitir el cambio y para lograr la alternancia.
Por encima de la posición ideológica, se coloca el objetivo de construir una democracia. Eso es todo. Es muy frecuente en los procesos de transición a la democracia en todo el mundo, que se creen coaliciones o alianzas temporales, entre grupos ideológicos antagónicos, con el único propósito práctico de derrotar las prácticas o los gobiernos autoritarios. El objetivo es lograr cambios que permitan la normalización de la vida democrática y crear condiciones de competencia real, y equitativas para todas las fuerzas políticas en el tablero.
Ningún analista político serio podría sostener, con hechos y argumentos, que en Oaxaca se viven condiciones de plena normalidad democrática. Es un estado con instituciones capturadas, en el que no existen condiciones para la competencia real y en el que no hay posibilidades reales de triunfo para ningún grupo diferente del Gobernador en turno.
Por supuesto que es deseable que la alianza avance en asuntos sustantivos y de gobierno, que consolide un sólido programa de gobierno, y que defina con claridad las políticas en los temas claves del desarrollo económico y social de la entidad. Pero al margen de esa agenda, que entiendo se está construyendo, el objetivo, plenamente justificable y muy meritorio, es que las fuerzas democráticas trabajen juntas para lograr que avance la democracia y la alternancia en cada uno de los Estados.
Evidentemente el PAN y el PRD han avanzado en una reconciliación discreta y secreta. Es claro que se han acercado las posiciones entre los grupos y las alas de centro, y más moderadas de ambos partidos. Al margen de las grandes diferencias entienden que hay una tarea pendiente y común.
Los dos partidos entienden los errores que han cometido y advierten con claridad el peso estratégico de Oaxaca, que representa hoy un poco más de dos millones y medio de electores en la lista nominal, cifra que puede incidir de manera directa en el resultado de las futuras elecciones presidenciales del 2012.
Por supuesto, nada garantiza el triunfo de la alianza opositora en Oaxaca en las elecciones del 4 de julio. Pero con este paso, se reabre la posibilidad de que México retome el hilo de la transición a la democracia, identificando los autoritarismos y enfrentándolos, uno a uno, en sus enclaves y en sus respectivas arenas.
La alianza opositora en Oaxaca es una buena noticia, en medio de una transición accidentada, interrumpida, incompleta y en ocasiones extraviada. La, a ratos, apacible Oaxaca, puede ser el escenario simbólico en el que se reabra todo el debate de la transición en México. No está mal. No está nada mal...
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