Sobre las nubes alpinas
La concentración del programa del Forum produce un desdoblamiento de la percepción: por una parte, se sublima en forma de visiones muy sintéticas y globales del estado del mundo; por la otra, la oculta y dispersa gracias a la distancia. Todas las noticias que suceden en el mundo real tienen impacto aquí, pero quedan difuminadas y filtradas por la fuerza algo irreal del mismo foro. La comparecencia hoy de Tony Blair ante la comisión que investiga la guerra de Irak; la absolución de Dominique de Villepin, autentica desautorización de Nicolas Sarkozy; las ejecuciones de manifestantes iraníes del pasado mayo o la conferencia sobre Afganistán eran temas sobre los que hubiera podido escribir perfectamente de no haber acudido a Davos. En el Foro hay también abundantes posibilidades de obtener información y análisis de cualquiera de estos temas. Buen número de los congresistas los evocan en sus contactos y tertulias. Pero una especie de niebla se extiende sobre el mundo real, que sólo se levanta en momentos excepcionales.
Esta tarde la guerra de Afganistán puede aparecer como el sol súbitamente entre las nubes, en una mesa redonda de la mano del columnista norteamericano Tom Friedmann. Pero la noticia de la jornada estará en Londres y la de todos estos días algo más lejos todavía, en Washington. Estados Unidos, por segundo año consecutivo elude el protagonismo en este foro mundial. Hace un año, porque Obama estaba terminando su transición presidencial; ahora, porque el presidente y su equipo están ocupados en la reparación de la primera abolladura de su presidencia. Afganistán era el gran tema para una representación norteamericana del más alto nivel. No será así. Quedará reservada para la reunión anual de Munich sobre seguridad, dentro de una semana, otro clásico de la temporada invernal de cumbres internacionales.
La inhibición oficial norteamericana (nada que ver con la privada: es el primer país en número de participantes) tiene su correlato en la fuerte presencia oficial y sobre todo empresarial de los BRICS, encabezados por China, con un centenar largo de congresistas. Pero la presencia china, a diferencia de la norteamericana, no tiene nada de locuaz, al contrario. Valen más los silencios y sobrentendidos que las declaraciones. Son la locomotora del crecimiento ahora mismo y los banqueros más solicitados, hasta el punto de que cuando se habla de la crisis griega surge la eventualidad de un préstamo chino. Pero de China interesa, sobre todo, las relaciones con Google y esa guerra cibernética que se vislumbra y que las autoridades de Pekín consideran una mera acción de propaganda occidental.
El viceprimer ministro Li Keqiang, que todos los pronósticos consideran como el primer ministro chino in pectore para 2012, quiso presentarse ayer ante el Foro como el humilde dirigente de un país en desarrollo, con una renta per cápita que queda por debajo de 100 países, eso sí comprometido con la entera agenda mundial contra la crisis financiera, el cambio climática, la lucha contra la pobreza o la gobernanza mundial. La suya fue una intervención especial, seguida de una fiesta china de promoción de la ciudad de Tianjin, que junta a Dalian, ha sido también sede de una reunión de verano del Foro Económico Mundial. Hay quien dice que Davos ha entrado en decadencia hace ya algunos años; pero siempre hay otra voz que responde que el negocio no se termina, aunque serán Tianjin y Dalian los nombres con los que se identificarán las cumbres mundiales dentro de una décadas. Pero todas especulaciones pueden ser perfectamente efecto del frío y del aire purísimo alpino.
Comentarios
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.