G20, por un capitalismo moderado
En vísperas de la reunión de Pittsburg el autor cuestiona quién será el demócrata que proponga no ver las débiles señales de la recuperación sino las graves estadísticas de la pobreza en el mundo
Durante esta semana se celebrará en Pittsburg (Pensilvania), una nueva edición de la Cumbre del G20, que ha sido, sin lugar a dudas, el foro que ha operado, contenido y administrado la peor crisis en la historia del capitalismo.
Las ediciones anteriores de la cumbre, han estado marcadas por el sentido de urgencia y por la necesidad de operar las primeras medidas de la crisis. La estrategia global, y la de casi todos los países en particular, consistieron en gastar recursos del Estado para rescatar mercados, bancos y empresas.
El verdadero debate ha sido postergado. En esta Cumbre se impone la necesidad de discutir el fondo: ¿Cuál es el futuro del capitalismo? ¿Cuáles son y cuáles pueden ser las nuevas características del sistema económico global? ¿Qué debemos corregir? ¿Cómo es posible hacerlo?
El G8 ampliado a G20 ha sido un mecanismo incompleto, pero funcional para enfrentar la emergencia de la crisis financiera. Lo importante ha cedido paso a lo urgente, pero los países miembros de este mecanismo no pueden seguir soslayando y postergando el debate sobre la reorganización del sistema económico y financiero internacional.
Los Jefes de Estado y de Gobierno han vivido un severo proceso de agotamiento. La crisis ha socavado popularidades y casi todos enfrentan escenarios de creciente debilitamiento político frente a sus electores.
Unos más, otros menos, pero los 20 asistentes han tenido que tomar decisiones complejas e incómodas, porque todos enfrentan severas crisis internas de empleo y de pobreza.
El riesgo es que todos los participantes necesitan mandar en esta cumbre una señal de optimismo. Es claro, que el mensaje que buscarán transmitir en la Cumbre de Pittsburg es que el mundo ha superado lo peor de la crisis, que finalmente el sistema ha sido rescatado gracias al financiamiento de los estados nacionales y que gracias a la estrategia planteada se están reactivando la producción, el comercio y gradualmente el empleo.
La cumbre del G-20 será la cumbre de los discursos de los "brotes verdes". Cualquier gancho hacia arriba en las gráficas de las cifras macroeconómicas será el signo de la franca recuperación, el optimismo y el abandono del escenario de crisis.
El problema es que quizá experimenten un optimismo adelantado. Los previsibles discursos de la Cumbre parecerán ajenos y resultarán anticlimáticos frente al hecho de que, al final de la peor crisis del capitalismo, al término de una de las más grandes recesiones económicas de todos los tiempos, el mundo apura una cifra que ya ronda, dependiendo de la fuente, de los 1.000 a los 1.400 millones de habitantes del planeta por debajo del umbral de la pobreza extrema. Es decir, uno de cada cinco habitantes podría cerrar el 2009 en condiciones de pobreza.
Este es el verdadero saldo. La pregunta es: ¿Quién abordará el tema? ¿Quién llevará a Pittsburg el tema de la pobreza? ¿Quién le meterá realismo a la mesa? ¿Quién será capaz de plantear la necesidad de medidas de emergencia para enfrentar estas cifras de pobreza? ¿Quién planteará por fin la necesidad de un nuevo modelo de desarrollo?
Llegamos a la cumbre del G-20 con la necesidad de establecer medidas cautelares para el tema de la pobreza. La desigualdad y la pobreza empiezan a poner en riesgo la gobernabilidad y la estabilidad en las democracias. No podemos conocer esas cifras de pobreza y pensar que no pasa nada. Menospreciar y minimizar el hecho de que la humanidad enfrentará en el próximo lustro, la peor cifra de pobreza en la historia de la humanidad, es ingenuo e irresponsable.
Debemos considerar además la debilidad que representa el hecho de que las economías, de cada uno de los estados nacionales, quedan muy gastadas y endeudadas después de rescatar el sistema financiero internacional, los bancos y las grandes empresas. Los gobiernos tendrán necesariamente en los próximos años, menos recursos y menor margen de maniobra, para enfrentar la emergencia de pobreza que se nos presenta.
El G-20 debe detonar en Pittsburg la reflexión de fondo sobre la pobreza y capitalismo, con el fin de preservar aquello del modelo que es positivo y corregir con oportunidad los excesos y los abusos.
Todos intuimos que es necesario repensar el mercado y el estado. Hoy todos sabemos y comprendemos que mercados globales regulados por leyes de Estados nacionales constituye un modelo francamente disfuncional y todos entendemos que el Estado es necesario para corregir los excesos y las injusticias del mercado.
El modelo del capitalismo global, liberal, o mejor dicho, ultraliberal, de la especulación financiera y de la falsa riqueza, llegó a un punto de agotamiento y será necesario rescatarlo con los mejores valores de empresa, trabajo, y ahorro.
Jacques Attali plantea que "para establecer el equilibrio del mercado y de la democracia, condición de un desarrollo armonioso a escala mundial, habría con toda lógica, que crear los instrumentos necesarios para el ejercicio de una soberanía global."
Es claro que debemos avanzar en la construcción de las instituciones de la globalidad. Debemos pensar en serio en la necesidad de crear el siguiente escalón institucional a nivel internacional. Imaginar el o los organismos internacionales, que permitirán evitar los abusos, los excesos y las injusticias de la sociedad del "más y más".
No se trata de enterrar las libertades que generan riqueza, significa preservar las libertades en un entorno de leyes. Significa construir un capitalismo moderado. Un capitalismo más justo.
Los presidentes de gobiernos democráticos tienen la obligación y la facilidad de construir un discurso a partir de la idea de moderación. El tema cultural es ¿cómo hacemos un capitalismo moderado?
Sin duda, la palabra clave, la idea esperada de la próxima Cumbre debe ser la mitezza, es decir la moderación.
Norberto Bobbio hablaba en su ensayo Elogio Della Mittezza, de la moderación, la prudencia o la templanza como la más cara virtud de los demócratas. Insistía en la necesidad de la mitezza democrática. Difícil de traducir, algunos lo criticaron como medianía o mediocridad, otros le dieron el sentido de moderación o prudencia.
José María Morelos, el héroe de la independencia de México, habló hace casi 200 años de la necesidad de "moderar la opulencia y la indigencia."
Este es un discurso perfectamente viable, razonable y necesario para los demócratas que participen en la cumbre del G-20.
Ante estas cifras de pobreza, no tenemos otra opción que la de instrumentar estructuras moderadas o moderadoras. Medidas que permitan recuperar la medianía. Recordemos que en la ética aristotélica la virtud se instala en el término medio.
El mundo necesita un discurso de moderación. La Cumbre del G-20 es una buena oportunidad para plantear la discusión de un capitalismo moderado. Todos debemos entender, que el cambio económico, es fundamentalmente cultural.
Analista político
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