Más americanismo, menos atlantismo
Europa es mayoritariamente pro americana. Es el continente del nuevo americanismo suscitado por la llegada de Barack Obama y sus nuevas políticas, sobre todo en el terreno internacional. Así se desprende de la encuesta Transatlantic Trends de este año, que refleja el subidón que ha producido el nuevo presidente en la opinión pública europea. España, donde la imagen de Estados Unidos estaba hundida con Bush, es de los países donde más ha mejorado: 70 puntos ha subido, desde el 11 por ciento hasta el 81 por ciento, una cifra que alguien debiera recordarle a Aznar, pues vale en buena medida como la medida aritmética de su desacierto.
Esta encuesta, que se realiza por octavo año consecutivo en doce países europeos, Turquía entre ellos, y Estados Unidos, con una muestra de 13.000 personas, es el mejor termómetro existente sobre el estado de la relación transatlántica, aglutinante político de la Guerra Fría frente a la Unión Soviética, y fundamentada en la alianza que dibujó los mapas de Europa en dos guerras mundiales. Los resultados de este año son los mejores de la historia de la encuesta y no es difícil hacerse la hipótesis de que nunca en los últimos cien años había contado Estados Unidos con una mejor imagen entre sus socios europeos.
La encuesta detecta también más americanismo pero menos atlantismo, algo bastante nuevo tratándose de dos conceptos anteriormente en estrecha correlación. A pesar de todo, los Transatlantic Trends de este año nos revelan que la división entre la Vieja y la Nueva Europa, descubierta al mundo por Donald Rumsfeld, sigue existiendo, aunque ahora se han invertido las tornas. En el centro y en el este es donde se observa un sentimiento pro americano más templado y en la parte occidental donde están las poblaciones más entusiastas.
La división entre las dos Europas no fue una invención del belicoso Rumsfeld, sino que tenía fundamentos serios. Una buena prueba nos la adelantaba ya ayer el Financial Times, anunciando la publicación hoy por el Gobierno británico de unos documentos secretos acerca de la caída del Muro de Berlín, en los que se comprueba que Thatcher y Mitterrand rivalizaron en hostilidad hacia una Alemania unificada y se resistieron cuanto pudieron, sobre todo la primera, a aceptar –inútilmente, de otra parte- los planes del canciller Kohl. No está de más recordar que uno de los pocos líderes europeos en abrazar inmediatamente la causa de Kohl y apoyar la reunificación alemana fue Felipe González.
(Enlaces: con Transatlantic Trends; y con la información del FT.)
Comentarios
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.