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El peso de la palabra

Ante la dificultad, la palabra, el arma política por excelencia de la democracia. La palabra puede servir para enmascarar, entretener o mentir. Sobre todo cuando surge verticalmente de una voz única que no admite respuesta. Pero también puede servir para otras tareas como explicar, argumentar y convencer, que sólo se dan cuando se hallan sometidas al libre escrutinio y control de los ciudadanos en una democracia parlamentaria o, como se quiere ahora, deliberativa. Es la palabra como diálogo y conversación democrática, complemento del sufragio, en la que los dirigentes tienen una responsabilidad especial, proporcional al alcance y potencia de su voz.

Cada vez que Barack Obama se ha encontrado en una circunstancia comprometida ha recurrido a la palabra. Ya sucedió durante su campaña electoral y eso ha hecho esta pasada madrugada con su discurso dedicado a la reforma del sistema de salud, para el que ha elegido la fórmula solemne y singular de dirigirse a las dos cámaras, Congreso y Senado, en sesión especial, como sólo se hace obligatoriamente una vez al año en el Estado de la Unión.

La ocasión lo merece: el envite es probablemente el de mayor peso específico de su programa electoral, como mínimo en política interior, y el que dejará más impronta en su presidencia. Los cien días de gracia están ya lejos, las encuestas registran una velocidad de caída en popularidad vertiginosa y, para postre, su proyecto de reforma se ha convertido en el banderín de enganche de la oposición republicana, escocida y desorientada desde su derrota en las urnas. La reforma enerva los reflejos más conservadores e individualistas de los norteamericanos de todo bordo, que desconfían por principio de la intervención del Gobierno y prefieren en principio apañárselas cada uno con sus asuntos de salud y dinero. Obama no quiere tan sólo conseguir la contorsión improbable de construir un sistema de salud que no deje a casi 50 millones de ciudadanos fuera de cobertura sino que quiere hacerlo reduciendo en el largo plazo su elevado coste. Esta dificultad en vez de suscitar apoyos contribuye a la desconfianza, al igual que la complejidad de las fórmulas contribuye a la incomprensión. Los instintos libertarios tan arraigados conducen a una conclusión quietista: mejor nos quedamos como estamos.

Obama ha cometido fallos evidentes en la presentación de su reforma. Ha dejado demasiado margen al Congreso y ha querido que fuera por consenso bipartidista. Su falta de decisión y definición ha sido aprovechada por la extrema derecha, que ha encontrado el campo abierto para relanzar a sus agitadores a la movilización, recurriendo a la falsificación y a la mentira con increíble soltura. Los medios, sobre todo los ultraconservadores, se han llenado de bulos como que la reforma promueve el aborto, la eutanasia y unos paneles de la muerte donde se decidirá si ancianos y discapacitados tienen derecho a seguir viviendo. El aperitivo al discurso de esta madrugada ha sido la campaña en la que los conservadores han discutido el derecho del presidente de los Estados Unidos a dirigirse a los escolares de su país para estimularles en la aplicación y el estudio.

La llegada de Obama a la Casa Blanca significa un momento excepcional en la reciente historia de EE UU. También lo ha sido su instalación presidencial y sus primeros meses hasta llegar a la encrucijada de ahora. Pero no bastan una campaña electoral y un presidente excepcionales para hacer una presidencia excepcional, que exige también resultados excepcionales. En muchos casos, lo único que se puede conseguir es una mera gestión razonable de los problemas más que su resolución milagrosa. Los problemas no desaparecen sino que se transforman, y lo que debe hacer un gobernante es mantenerlos bajo control y poner en marcha estrategias para su disolución. Parte de estas estrategias tienen que ver con su capacidad de persuasión e incluso encantamiento para mantener viva la atención de los ciudadanos y su adhesión al esfuerzo de cambio. Pero hay otra, sin duda, que exige resultados tangibles, aunque sean moderados.

"Mi problema", le dijo Obama a Ted Kennedy antes de entrar en campaña, "es la falta de gravitas". La gravitas es una virtud latina que tiene que ver con el sentido del deber y de la dignidad, y que está emparentada con la credibilidad. Las palabras de quien goza tal virtud tienen peso, comprometen, producen resultados. Obama los ha obtenido ya, a espuertas, empezando por la modelación de la opinión pública en la campaña y terminando por sus giros en política internacional o en derechos humanos. Pero ahora debe concretar mucho más con la reforma del sistema de salud, que constituirá la prueba definitiva de los efectos de sus discursos, es decir, del peso de su palabra.

Comentarios

Más que reforma sanitaria, es reforma del seguro... así lo define el propio presidente desde antes del verano. Y sí, los republicanos aprovechan claramente los huecos y recurren a la misma estrategia de campaña de Obama para atacrale. Pero no se olvide que el discuros de ayer estaba dirigido a convencer a los demócratas de izquierda, que son los que necesta para sacar adelante los votos. Conclusión... que lejos queda aquella frase: "EE UU no es roja, EE UU no es azul, EE UU es de una solo color". A la vista de los visto, me da que la palabra se modula a conveniencia, y cuando se canta al cielo se va... sobretodo si no hay medios que la recuerden.
El tapón de la bañera … La llave de la fuente y, así seguido, multitud de nudos gordianos, puntos de ruptura y similares, son las claves que determinan el progreso y avance del Sr Obama ahora en temas de Sanidad y mañana en cualquier otro lugar en la aplicación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada hace 60 años en diciembre de 1948 por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Casi siempre, en algún momento o lugar, se tiene ocasión de topar con una o varias de estas trabas, a veces en manos de una sola persona, grupos privilegiados, organizaciones y empresas. Sin duda, la resistencia es tan fuerte como su debilidad, pues, solo un elemento es necesario para sostenerlo o derribarlo. Modelar día a día, aglutinando en equilibrio y armonía es la esencia natural de la existencia del ser humano inteligente libre de condicionantes de cualquier naturaleza. El esfuerzo es para siempre desde el momento en que se tiene consciencia de actuar en pleno dominio y conocimiento de la voluntad y los límites a superar. El enemigo está en el fondo de nuestra alma y convive a su aire en nuestro interior, condicionando nuestra libre voluntad. La guerra de nuestra libre existencia está perdida de antemano, si bien, muchas batallas podemos ganar día a día. Renunciar a los propios condicionantes en beneficio de ampliar conocimiento, contrastar y verificar en libertad, leyes, costumbres y normas, diferentes a las de origen, incluso derechos universales, supone poder optar a decidir libremente a mejorar. El Sr Obama o cualquiera necesitara más que el peso de la palabra, la ligereza del baile de una llama encendida en un vaso de cristal árabe para poder transportar a quién sea en la alfombra de Aladino a la pureza del espacio y contemplar emocionado el resplandor del progreso de la civilización si dejamos de tener miedo a la libertad. No sé qué más tiene que suceder y a qué esperamos?.
Sr. Bassets, recurro a su blog nuevamente para dejar mi queja. En la correspondiente nota del día de hoy contra el gobierno argentino y como en casi todas las de esta semana que "permitían" ser comentadas fui objeto de censura, quizás le parezca pretencioso o muy exagerado el término pero no sabría como definirlo. Entre otras cosas mencionaba lo que a mi paracer es una doble-vara, o moral que se está utilizando en estos momentos para informar sobre la lucha que lleva a cabo Obama contra las grandes corporaciones, y como esa misma lucha es vista con otra óptica cuando los líderes son sudacas.

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